El 3 de noviembre de 1950 Argentina ganó el primer Mundial de básquet de la historia y el único del seleccionado nacional hasta la fecha. Sin embargo, los campeones fueron víctimas de una persecución de la autodenominada “Revolución Libertadora” que, a tono con lo que dicha dictadura se encargó de hacer en materia de intentar “desperonizar” a la sociedad, derivó en el retiro deportivo de los jugadores. Ni siquiera eran todos peronistas; algunos sí lo eran, pero otros tenían distintas ideas políticas.
Dos años antes de la Copa del Mundo, la Selección había llamado la atención de más de uno: si bien no había terminado en una buena posición en los Juegos Olímpicos de Londres 1948 (15°), había perdido con Estados Unidos en la fase de grupos solamente por dos puntos, con un 59-57 final. Para tener una idea más clara de lo difícil que era eso, solo Argentina pudo hacer más de 40 puntos y perder por menos de 25 contra la máxima potencia del deporte.
Tras una extensa preparación en la que los convocados concentraron durante dos meses en la cancha de River —con algunas salidas regulares permitidas por el entrenador Jorge Canavesi—, la mejoría en cuanto al nivel fue notoria. Por ejemplo, el capitán de ese equipo, Ricardo González, contó en varias ocasiones que al comienzo metían, en promedio, 70 tiros libres sobre 100 intentos; al final, más de 90.
El 22 de octubre, llegó el momento del comienzo de la competición, que contó con diez selecciones: Argentina, Estados Unidos, Brasil, Yugoslavia, Egipto, Chile, Ecuador, Francia, España y Perú. El máximo candidato era, sin duda alguna, Estados Unidos; sin embargo, la Albiceleste contaba con la experiencia del encuentro que se había disputado dos años antes. El particular formato tuvo varias rondas preliminares y terminó con seis equipos en la fase final, en la que jugaron todos contra todos. Como por obra del destino, Argentina y Estados Unidos llegaron a una especie de final, que no era tal porque en realidad no había un partido definitorio pautado. No obstante, ambos conjuntos habían ganado los cuatro juegos previos de la fase y tenían que conseguir una victoria en el último para campeonar. Entonces, para simplificar la situación, se puede decir que se enfrentaron en la final.
Una curiosa anécdota, que luego confirmó el capitán, salió de ese partido. Aunque durante todo el torneo se había usado la pelota Superval, los estadounidenses querían jugar la final con su balón. En un inusual acuerdo, se decidió disputar el primer tiempo con una y el segundo, con otra. Esto no perjudicó a Argentina, que se impuso en ambas mitades y terminó ganando 64-50. Luego del triunfo en un repleto Luna Park, personas que salían del estadio comenzaron a caminar con diarios en alza prendidos fuego, hecho que terminó siendo bautizado “La noche de las antorchas”.
Unos meses después, entre febrero y marzo de 1951, tuvieron lugar en Argentina los primeros Juegos Panamericanos, muestra clara de la importancia que le daba el peronismo al deporte, adoptándolo como política de Estado. Para la preparación de los mismos, el propio Juan Domingo Perón se acercó a Ezeiza, donde estaba concentrando en no muy buenas condiciones el equipo de básquet, y le consultó a Canavesi en qué quería entrenar. El director técnico le dijo que podía ser en el instituto de educación física de San Fernando y a los dos días ya estaban allí. En ese evento, Argentina consiguió la medalla de plata, solamente detrás de Estados Unidos, que se colgó la de oro. Al año siguiente, en los Juegos de Helsinki, la Albiceleste finalizó en cuarto lugar. En los Panamericanos de México 1955, se repitieron los primeros dos puestos de 1951, con el agregado de que los de Canavesi le ganaron a la potencia. Esta enumeración de hitos denota el buen momento que estaba viviendo el básquetbol nacional, que no tenía nada que envidiarle a nadie.
En septiembre de ese mismo año, tras bombardeos, intentos de asesinato a Perón y atentados contra civiles, llegó al poder mediante un Golpe de Estado la “Revolución Libertadora”. Primero con Eduardo Lonardi al mando y luego con Pedro Eugenio Aramburu, la dictadura intervino provincias, disolvió el Poder Legislativo e impuso por decreto a los miembros de la Corte Suprema. Además, proscribió al Partido Justicialista y silenció cualquier rasgo posible de peronismo, incluyendo no solo al exiliado Perón, sino cualquier tipo de referencia en las calles a su persona e ideas.
Mediante el decreto 479, sancionado el 7 de octubre de 1955 y publicado en el Boletín Oficial el día 13 de ese mes, el gobierno de facto creó la Comisión Nacional de Investigaciones. La subcomisión 49, abocada al deporte, se encargó de investigar a 35 basquetbolistas nacionales —además de cientos de otras disciplinas—. Una evidente muestra de la persecución que hubo en el deporte fue la escasa representación que tuvo el país en los Juegos de Melbourne 1956: se pasó de los 134 atletas de Helsinki a 37. El básquet, claro, tampoco estuvo en Melbourne.
La sanción por parte de la "Revolución Libertadora"
El 27 de marzo de 1957 llegaron las sanciones para los jugadores del equipo de baloncesto, a quienes acusaron de “profesionalismo”, cuando el deporte era amateur. El motivo fue una licencia que Perón les había dado a los campeones para importar un auto. Pero más que motivo fue una excusa, porque desde un primer momento se veía venir que la decisión estaba tomada. Por ejemplo, en los interrogatorios les preguntaron cosas que poco tenían que ver con el caso, como por qué habían usado una corbata negra después de la muerte de Eva Perón, fecha en que estaban participando de los Juegos de Helsinki.
La sanción fue de por vida. Y si bien en 1967, diez años después, se levantó, poco cambió: por una cuestión de edad, los jugadores no pudieron volver a jugar al básquet de forma competitiva. No fueron solo ellos; fueron un total de 35 las víctimas de la medida en el mundo de la pelota naranja. A este hecho se lo calificó popularmente como un “genocidio deportivo”, y muy lejos de la realidad no está el concepto: décadas y décadas tuvieron que pasar para que el básquet argentino volviera a competir con los de primer nivel. Como la historia hay que tenerla presente siempre, no debe olvidarse que antes de la más reciente, Argentina tuvo su primera generación dorada del baloncesto entre las décadas de 1940 y 1950.