Judith Gabbani: por qué huye de los chimentos, qué piensa del humor de Francella y el recuerdo de los últimos días de Olmedo

La reconocida actriz volvió a los escenarios bajo la dirección de Carlos Kaspar en Hay que darle el gusto a mamá, una comedia ácida sobre la relación tirante de una madre déspota con sus hijas.

22 de enero, 2025 | 18.11

Judith Gabbani no añora el pasado y no tiene problemas en volver en el tiempo para recordar trabajos, estrellas y sucesos históricos que forjaron su carrera como actriz y modelo -estudió modelaje con Jean Cartier, conductor del recordado programa de moda El arte de la elegancia- de notable popularidad en los ‘80 por su participación en los ciclos de televisión y películas de los capocómicos Alberto Olmedo y Jorge Porcel, y en decenas de comedias teatrales. En la actualidad, Gabbani es una de las protagonistas de Hay que darle el gusto a mamá, una comedia de Mónica Salvador que la tiene como una de las hijas atormentadas de Sofía Del Mar, una diva del cine caída en desgracia y tirana con su estirpe. En diálogo con El Destape, la actriz que está haciendo temporada en Mar del Plata analizó su presente y su pasado bajo mirada crítica y reflexiva.

¿Cuánto de tu madre hay en la madre de la obra?

- Hay mucho de Sofía Del Mar en mi madre. Mi mamá no era una mujer fácil, conmigo era bastante manipuladora. Yo no creo que las cosas haya que taparlas o disimularlas… ¿Viste que cuando alguien ya no está más en este plano se tiende a decir que fue bueno y que toda la gente lo amaba? Bueno, la verdad es que esto nunca es así, porque todos no somos iguales con todas las personas, uno responde de acuerdo a cómo lo tratan en cada relación. Y mi mamá, que ya no está en este mundo, fue una mujer difícil… manipuladora. Aún así, mamá fue bastante cholula con mi recorrido como actriz porque sentía que cuando hablaban de mí se referían a ella.

Hacía mucho que no te veía en el teatro…

- ¡Pero yo nunca estuve fuera del circuito! Antes de esta obra estuve haciendo La vagina enlutada, (des)hechas de amor, Delirios de amor… pero no tuvieron la repercusión que está teniendo Hay que darle el gusto a mamá. Lo que pasa es que soy una artista con un perfil híper bajo y eso a veces me juega en contra… me han llamado para hacer notas y, si no coincide con un momento en el que estoy haciendo teatro, la verdad es que elijo guardarme. No me gusta hablar por hablar.

Es tan fuerte mi cuestión con mantener un perfil bajo que a las redes sociales llegué tarde. Instagram me lo abrió mi amiga Ana Padilla un 25 de mayo de 2017, me acuerdo porque era un feriado, y no entro mucho. Mis amigas me cargan porque solo subo fotos de animalitos, pero ahora estoy publicando cosas de este espectáculo.

Hay que darle el gusto a mamá. En la foto: Mónica Salvador, Eduardo Solá y Judith Gabbani.

¿Y qué te sucede cuando ves a colegas que necesitan continuamente mostrarse ante los medios?

- Es respetable, pero me cuesta comprender esa necesidad porque me da un poco de vergüenza ajena. Yo soy de la época en la que los artistas eran noticia por el trabajo que hacían. Cuando empecé en el medio, Lucho Avilés era uno de los reyes del chimento y en sus programas siempre había alguna historia con condimento sentimental, pero la mayoría de las noticias sobre actores eran sobre lo que estaban haciendo a nivel profesional. Ese fue un momento de Argentina en el que había trabajo para los artistas. En el ‘96, cuando Romay compró los estudios de El Nueve, ubicados en Dorrego y Conde, había 7 producciones que significaban un montón de trabajo para los actores. Era una locura cómo se trabajaba… Ahora eso no pasa y la publicidad se basa en los escándalos. Y hay gente que extraña estar en boca de la gente, y por eso es propensa a ser noticia por escándalos. Lo único que realmente me jode de esa exposición es cuando en medio de las peleas hay chicos, porque no pueden manejar la locura de los padres y reciben comentarios muy crueles en el colegio y están muy vulnerables a los comentarios de los otros. Si no tenés hijos el panorama es diferente, porque uno carga con el peso de sus acciones.

En tu caso, tengo entendido que decidiste no tener hijos. 

- Sí, es lo único que tuve claro en mi vida y se lo aclaré a todas mis parejas, porque no todas pensaban lo mismo sobre el tema. A mí no me va la mentira de decir “bueno, más adelante quizás”, siempre lo tuve clarísimo. Madre no se es por parir un hijo, sino por criarlo como un ser humano y yo nunca tuve ese deseo.

¿Te sentiste señalada por esa decisión?

- En algún momento sí. Pienso que vivimos en una sociedad prejuiciosa con quienes decidimos no tener hijos. Si sos mujer, y estás en una reunión en la que te preguntan si querés tener hijos y respondés que no, te miran como si hubieses matado a alguien. Una vez un periodista me preguntó si no estaba “frustrada” por no haber sido madre… me agarró un ataque de risa y le respondí que gracias a Dios frustraciones en mi vida no he tenido y que, por suerte, todo lo que quise hacer, lo hice.

Fuiste parte de una etapa de la televisión, los ‘80 y ‘90, que ahora está en revisión por su alto contenido machista y cosificador. ¿Cuál es tu mirada sobre estos cambios?

- Yo no me arrepiento de nada de lo que hice. Sí creo que es humor de otra época. Justo el otro día me preguntaron por algo que dijo Florencia Peña sobre el regreso de Poné a Francella a la televisión y la verdad es que no estaba al tanto de sus declaraciones, pero lo que me preocupó fue que Telefe decidiera pasar un programa repetido en vez de hacer una ficción que le diese trabajo a mucha gente. Lo del sketch de Francella no hay que ser muy lúcido para darse cuenta de que es algo que aún sigue pasando: un tipo, viejo verde, que es un calentón con una niña. A mí, personalmente, me da asco, pero nadie lo criticó en su momento. Siempre me pareció un horror ese sketch -no así otras partes del programa que estaban muy buenas-, de todas maneras yo no soy de las que critican con el diario del lunes.

Más allá de esto hoy veo a chicas con lomazos en las redes posando en malla, mostrando la cola, las lolas, me parece fantástico que muestren porque la vida pasa rápido y cuando te querés acordar ya tenés todo por el piso. No creo que esas chicas se sientan cosificadas o que alguien las obligue…

No, pero también es cierto que una cosa es verse así en televisión con un varón al lado haciendo chistes sexuales y otra cosa es decidir mostrar una foto en redes sociales…

- Pero no te olvides que en las redes también están los comentarios y no creo que sean los mejores. ¿Para qué subís una foto así? Para que te sigan, por un me gusta, para que te digan cosas…

Así como digo esto también recuerdo una vez que en una película me pidieron que ponga la cola más parada para la cámara y dije “esto no lo hago”. Ya no era tan joven, era algo que no me gustaba, no me parecía que fuera estético y por eso me negué. Nadie me obligó y no creo que nadie te obligue a nada. Es como cuando me preguntan por Porcel y los acosos. Nunca lo vi a Porcel haciendo eso a nadie porque, justamente, el acosador acosa en privado. Es así. Otra cosa es el mal carácter y el maltrato, eso es otro cantar. A mí jamás me dijo nada, siempre tuvimos buena onda, pero puedo dar fe que vi hechos de maltrato. Jamás fui acosada, nunca. Una vez mi representante me miró serio y me dijo “con tu carácter, ¿quién se va a animar?”.

¿Cómo llegaste a Olmedo y Porcel?

- A Porcel llegué una madrugada del ‘85 cuando recibí un llamado de la esposa Pancho Guerrero, un hombre maravilloso que me dirigió en una obra que hice en la Costa, para contarme que Sofovich estaba haciendo un programa en el viejo Canal 11 con “El Gordo” y sus actores, pero se había peleado con Porcel -en una clara guerra de egos- y había dejado el ciclo. Sin Sofovich, Porcel estaba pensando su propio programa y me quería como actriz. Cuando Pancho Guerrero me hizo la propuesta oficial lo primero que me salió contestar fue “El Gordo tiene mala fama y a mí me gusta trabajar en ambientes tranquilos”. Terminé aceptando y más tarde, en el ‘87, me integré al elenco de Las gatitas y ratones de Porcel.

A Olmedo lo conocí en el ‘83-’84 cuando hacía el sketch de Tootsie, que se llamó Luci en Argentina, con Ethel Rojo y Javier Portales. Hice participaciones ahí y pudimos trabajar juntos. Me identifico mucho con Olmedo porque era un tipo muy reservado, correcto, muy buen compañero de sus elencos y tímido fuera de la imagen que daba para las cámaras. A veces la gente piensa que porque hacés un programa cómico toda tu vida va a ser así.

Su final trágico es la prueba de esta reflexión que marcás…

- Totalmente. La última película de Olmedo y Porcel juntos fue Atracción peculiar (1988) y tuve la suerte de trabajar ahí junto a Beatriz Salomón y Ana María Ricci, con quienes hacíamos del trío de cantantes “las sobrinas” (en alusión al grupo “Las Primas”). Un jueves de marzo fue el estreno y el sábado de esa semana murió Olmedo, no llegó a ver la película. Tengo grabado para siempre un recuerdo del rodaje, de estos últimos días de Olmedo con vida. Estábamos grabando en el Hotel Provincial, él estaba vestido de señora y yo estaba en el set con mi hermana hasta que se me acercó y me habló de lo lindo que le resultaba que siempre estuviera cerca de mi familia. “Yo estoy tan solo”, me dijo. Era muy nostálgico, se lo notaba triste.

El día que murió fue horrible, horrible. Yo vivía a la vuelta del Maral 39, el edificio del que cayó Olmedo, y me enteré cuando el actor Guillermo Blanco vino hasta mi departamento con cara solemne para darme la noticia. Casi me desmayo, era algo que no me esperaba. En el teatro no hicimos función para honrar su memoria y respetar el luto. Sé que hubo actores de otros elencos que sí se presentaron. A la noche de ese día espantoso, caminando hacía el Hotel Hermitage me encontré con unos cameramans de Canal 13 y nos pusimos a hablar sobre la muerte de “El Negro”. Yo no entendía cómo había podido hacer eso y ahí ellos me cortaron en seco para explicarme que no había sido un suicidio, sino una caída. Peor todavía… Si vos querés morir es tu decisión, es tristísimo, pero es tu decisión, pero otra cosa era este final. La verdad que fue un destino horrible.

Hay que darle el gusto a mamá se presenta todos los lunes de enero y febrero a las 22 horas en el teatro Victoria (Rivadavia 2380, Mar del Plata). En marzo la obra se presentará en el teatro de la UOCRA (Rawson 42, CABA) todos los sábados del mes a las 20 horas.