(Por Diana López Gijsberts) Las curiosas pero simples historias de los odos, seres diminutos que vivían en latitas de azafrán, y las aventuras de escarabajos, gatos, niños, niñas y hasta de un viento rebelde llamado Otto, recobran vigencia por estos días en una muestra que reúne portadas y material relacionado con los Cuentos del Chiribitil, una de las colecciones más emblemáticas para infancias que publicó en la Argentina a fines de los 70 el Centro Editor de América Latina.
Adultos nostálgicos o fanáticos de estos cuentos y adolescentes, así como niños y niñas que quieran conocer esta colección, podrán visitar esta muestra especial organizada en la Biblioteca Popular La Chicharra, ubicada en las calles 18 y 71 de La Plata.
Sobre tarimas de fondo negro, el visitante podrá recorrer los títulos más importantes de la colección, a la vez que verá figurines de los dibujos que ilustraban esos cuentos y podrá encontrarse con pequeños muñecos, elaborados por el Grupo de teatro Valor Vereda, que representan a los Odos, esos diminutos y redondos seres que vivían en latitas de azafrán y eran los protagonistas principales de varios de esos relatos.
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Allí están Nicolodo, Teodo, Sanchodo, Mamitodo y Papitodo, entre otros, despertando la ternura de aquellos adultos que de niños leían con fruición las historias de esos pequeños y curiosos seres que cuando estaban tristes lloraban hojitas y si se asustaban se ponían violeta, pero siempre estaban prestos para aventurarse y hacer amigos.
"Hace años la Biblioteca Popular La Chicharra, dentro de su colección de libros, ha aglutinado literatura para chiques y jóvenes censuradas en dictadura, aunque también obras de adultos; y aloja en sus anaqueles editoriales que, como la CEAL de Boris Spivacow crearon una identidad editorial que será fundamental para pensar la historia del libro en Argentina", cuenta a Télam, Gabriela Pesclevi, integrante de la Biblioteca La Chicharra.
"Vimos que esa colección alimentaba un imaginario que en algún punto es un modo de cifrar tradiciones literarias, búsquedas, recorridos y percibimos que había una necesidad colectiva de reencuentro con los pasados que siguen teniendo tantas cosas para decirnos", continúa.
"Contienen miradas preciosas sobre las infancias. Miradas abiertas a los posibles e imposibles. Miradas que se corrían de los mandatos de muchos manuales. O de un romanticismo de cotillón. O de subestimar a les lectores. Nada de ello aparece en esta colección", precisa.
Por su parte, Verónica Barbera, otra de las integrantes de La Chicharra explica que "en la colección el espacio destinado a las ilustraciones es igual de importante que el asignado a los textos. Inauguran la presencia del dibujo a doble página y su diseño tiene una impronta inconfundible, que le asignó identidad y frescura a la colección. En el repertorio de ilustraciones, podemos encontrar a numerosos referentes que se animaron a experimentar con diversas técnicas y estilos".
Para Martina Dominela, también integrante de la biblioteca, la colección Los Cuentos del Chiribitil "une generaciones. Se editó entre mediados de los 70 y de los 90 y ahora vuelve a reeditarse e incluso ampliarse. En mi caso me los leía mi abuela que era maestra en la ciudad de Bahía Blanca y destaco esto porque en la ciudad circuló mucho la colección, es un ejemplo del alcance federal de la CEAL".
Pesclevi remarca que "son libros de cuentos esencialmente hechos para el disfrute, la invitación a la lectura, aquello que puedo compartir con la familia, les amigos, en soledad o juntos y que se coleccionan con un formato con aires de revista, que son fáciles de manipular, que te dan ganas de sumergirte en ellos para quedarte o volver pronto".
"Hay en ellos puntadas fundamentales de lo que podemos llamar historias encantadoras de una literatura que muestra una época en ebullición, y con necesidad de cambios, es una escritura rica, con gracia, con humor, que apuesta a lo pequeño y lo cotidiano, aunque también abierta a lo extravagante y el absurdo. Se juegan en muchas historias conversaciones con animales, sueños, deseos de comunidad para forjar mundos posibles, menos hostiles", apunta.
"Soy fanática de toda la vida de estos cuentos. Me hice lectora gracias a coleccionarlos y leerlos miles de veces junto a mi familia. Era un momento mágico de leer y comentar las historias. Recuerdo especialmente Los zapatos voladores, la carta de Tilín, Teodo, Así nacieron 'Nicolodo. El molinillo mágico', 'Tía Iris', entre otros", cuenta a Télam, Violeta Canggianelli, editora y rescatista de la colección lanzada por el editorial Eudeba.
Recuerda que "mi mamá me compraba esos cuentos en los kioscos de diarios y revistas. Yo era coleccionista de revistas, cajitas y cierres, entre otras cosas y redescubro esa colección cuando nace mi hija en el año 2007 y empiezo a leérselos a ella. Por eso vislumbro la posibilidad de hacerlos renacer nuevamente".
Con ese afecto se refiere Canggianelli a la colección Los Cuentos del Chiribitil,
publicada en 1976 por el Centro Editor de América Latina (CEAL), dirigida por Delia Pigretti y posteriormente por Graciela Montes, que llegó a publicar.50 números, de 24 páginas cada ejemplar, que se vendías en los kioscos de diarios y revistas.
"En el año 2012 entro a trabajar a la editorial Eudeba, como abogada especialista en Derechos de Autor, y en la entrevista inicial comento de mi deseo de realizar un rescate editorial de la colección, que yo leía de niña, y que había guardado desde esa época la mayoría de los títulos que habían salido, para poder, algún día hacer algo con ellos", apunta.
A partir de entonces comenzó un proceso en el que la editora se puso en contacto con autores, ilustradores, directores de colección para arrancar con el pedido de permisos y autorizaciones para el rescate. "La reedición arrancó en el 2014, cuando salieron los primeros 10 cuentos reeditados en versiones idénticas a los originales. Están previstas más reediciones! Pude reeditar 36 títulos de los 50 que eran del CEAL", adelanta.
"Los cuentos tienen que ver con la cultura popular más que con la cultura escolar. Menos comprometidos con lo esperable o con lo correcto desde la óptica de lo pedagógico. Son historias breves, sencillas, muy atractivas para los más pequeños por el ritmo, la musicalidad y la originalidad de las historias", afirma.
Canggianelli destaca que "en los Cuentos del Chiribitil a nadie se le habría ocurrido hablar de 'tú' como se hacía en los libros para niños en la década del 70 en Latinoamérica. Los cuentos son livianos y profundos a la vez. Libros cercanos con historias locales".
"Las historias de los cuentos están ubicadas en escenarios cotidianos como las casas, los patios, las calles de cualquier barrio. Llenos de humor y de la frescura que genera lo absurdo de muchas situaciones entre pares, o entre quienes no se parecen en nada. Son historias son muy poéticas, cotidianas y sencillas. Tienen cierto sabor local, transcurren en lugares naturales y escenarios locales de cualquier provincia de nuestro país", precisa.
La editora remarca que "rompen con lo esperable, no presentan al bueno y al malo, ni quieren dejar una enseñanza al final. Hablan de la solidaridad, la amistad, el afecto. Y tienen un fuerte impacto también desde lo plástico y del formato revista".
"Los cuentos hablan de la solidaridad, de la amistad, del amor y de muchísimos temas de la vida con mucha libertad y audacia", explica. Y justamente esos valores fueron los que la última dictadura militar leyó como "peligrosos" y motivó que se censurara la circulación en la provincia de Mendoza de uno de los cuentos, "Los zapatos voladores" de Margarita Belgrano, por considerar "subversivo" que en la historia un grupo de vecinos se uniera para juntar dinero con el cual comprarle una bicicleta al cartero del pueblo.
"La injusticia es tener que caminar tanto, tanto, para repartir las cartas casa por casa, sin un triste triciclo, bicicleta o borrico que me lleve de una calle a otra", explicaba el cartero en ese relato, despertando así la solidaridad de su gente que, cuenta el cuento "como era tanta, las monedas fueron muchas. Las suficientes para que Cartín el cartero pudiera comprarse una bicicleta y un lindo par de zapatos nuevos".
Canggianelli sostiene que "fueron cuentos rupturistas en la época, los finales de los 70 en Argentina, por el uso del fondo blanco, la doble página ilustrada en la mitad del cuento y, por la importancia de la calidad de los textos y los dibujos. Fueron los primeros libros álbum de la región".
"Muchas de las figuras que publicaron en esa colección llegaron a ser grandes referentes de nuestro campo literario infantil y ganaron reconocimiento aquí y en el extranjero como Graciela Montes que llegó a escribir más de 70 títulos para niños y recibió numerosos premios como el premio Pregonero de Honor y en el 2004 obtuvo un diploma de la Fundación Konex en la categoría "Literatura Infantil, entre otras distinciones".
La muestra puede recorrerse hasta el sábado próximo, por la tarde; y ese último día está previsto que concurran invitadas especiales, entre ellas Canggianelli, quien rescató para Eudeba esta colección que tanto la había fascinado desde pequeña.
Con información de Télam