(Por Ana Clara Pérez Cotten) Desde la perspectiva que da la clínica, pero también en el entrecruzamiento de la política, la literatura, el periodismo y la sociología, la escritora y psicoanalista chilena Constanza Michelson identifica el juego sutil entre lo individual y lo colectivo que devela el rostro de la época: "Hoy cualquiera que logre exaltar los ánimos puede traducir el malestar con fórmulas sencillas, consignas o gritos", plantea.
De visita en Buenos Aires para participar de la Feria del Libro de Buenos Aires, Michelson (Viña del Mar, 1978) analiza el batacazo de la ultraderecha en la elección constituyente para redactar la nueva Constitución y advierte que ese escenario solo se puede entender a la luz de un presente signado por el movimiento pendular de ánimos inflamados.
La autora de los ensayos "50 sombras de Freud", "Neurótic@s", "Hacer la noche" y "Capitalismo del Yo", comenzó su vida académica en las aulas de periodismo en la Universidad Diego Portales. Después de algunos meses se cambió a la carrera de psicología y luego cursó un magíster en psicoanálisis de la Universidad Andrés Bello. Algo de esos inicios retornan en su nuevo rol de editora de la revista cultural Barbarie, que apunta a "pensar con otros" y desde distintas disciplinas.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
"Organizo así mi pensamiento. No lo hago a propósito, sino que no puedo hacerlo de otra manera", dice sobre el estilo de sus intervenciones en las que efectivamente hay Freud y Lacan, pero también literatura, elementos de la cultura pop y análisis político. Por estos días, trabaja en un libro sobre el aburrimiento que nació de su propia sensación: "Hay un cruce entre la historia personal y la historia grande que no me pasa desapercibido ¿Esto me pasa solo a mí? Creo que vale la pena retomar esta pregunta en una época que se pretende post-histórica. ¿Qué significa vivir en el post todo? ¿Está por empezar algo o directamente es una época póstuma?", dice.
-Télam: Chile es la ciudad invitada a la Feria del Libro y eso ha funcionado como un foro para que muchos autores chilenos expresaran cierta pena y desasosiego que sienten ante el escenario que dejaron las últimas elecciones, en las que se impuso la derecha más radical (en el marco de un proceso que, en realidad, se inició con la llegada de Gabriel Boric a la presidencia. ¿Cómo se resuelven estas encrucijadas?
-Constanza Michelson: No es sorpresivo lo que está pasando en Chile, no deja de ser un correlato de lo que está pasando en el mundo. En "La actualidad innombrable" Roberto Calasso encadena en tres ensayos una idea: que la política ya no tiene ni un tiempo ni un estilo, sino que tiene todos los estilos al mismo tiempo y eso atenta contra sus cimientos, contra la sustancia y contra las ideas. Por eso, en política asistimos a una permanente inflamación en la cual pequeños movimientos se inflaman y se vuelven relevantes aunque no tengan fundamento; es un gran simulacro de intensidades.
En este escenario, la realidad es que solo los sectarios la están pasando bien y el resto se adapta para sobrevivir a las olas. Entonces, si bien el triunfo de la ultraderecha no es sorprendente -porque en el mundo el péndulo se ha vuelto norma- es cierto que estamos inmersos en una suerte de desazón.
-T.: Y ante esa desazón, ¿Qué hacer?
-C.M.: Primero, tener en claro que lo que triunfó tiene un importante signo emocional, no una idea. Hoy día, cualquiera que logre exaltar los ánimos puede traducir el malestar con fórmulas sencillas, consignas o gritos. Entonces, sospechemos de los ánimos triunfalistas. Me parece interesante pensar que la política tiene la complejidad del amor: la democracia es algo que está en proceso, que nunca está terminada. Ante el fracaso y la desazón podemos pensar que esperamos más de nosotros e insistir. Y eso hay que pensarlo con un corazón democrático.
-T.: ¿Esa lógica pendular y caprichosa hace necesario volver a un mundo de ideas?
-C.M.: Bueno, creo que lo más importante es advertir este movimiento. Y en cuanto a las grandes ideas, el siglo XX tuvo muchas de ellas y terminaron en grandes mataderos. Me voy a apoyar en un viejo psicoanalista, Winnicott, que también era un pensador público. Creía que la salud mental de las sociedades debía ser ligeramente depresiva. Y con esto se refería al mecanismo depresivo que le permite a los sujetos tolerar cuotas de desengaño, dar tiempo para que los proyectos se caigan para así poder levantarlos. La capacidad de hacer duelos y pasar a otras cosas. Cuando fracasan los mecanismos depresivos, aparecen los paranoides: todo tiene una causa y una explicación; estamos en el terreno de la simplificación y de los conspiracionistas. En definitiva, son mecanismos de defensa y hoy es muy fácil inflamarlos.
- T: En "Hacer la noche" reflexionás también los avances tecnológicos: "Ganamos mayor potencia técnica, pero nos volvemos más superfluos. ¿Cómo hacer que la racionalidad de los datos no cancele al pensamiento reflexivo para evitar la emergencia de negacionistas y paranoias conspiracionistas?. Este interrogante que planteás es previo a la aparición de ChatGPT. ¿Cómo lees que la Inteligencia Artificial haya apuntado al corazón del lenguaje?
-C.M.: Hannah Arendt decía que las mentes mediocres siguen la ideología y que por eso es más interesante seguir los mitos. Bueno, en este caso hay que escuchar aquello de que mientras más creemos que nos alejamos del origen, más cerca estamos de follar con nuestra madre. Lo técnico hizo una curva y nos lleva a nuestra propia autodestrucción. Hannah Arendt, en los 50 y ante el lanzamiento de un satélite, se mofaba de un titular de un diario y advirtió que la racionalidad técnica y el pensamiento del cálculo sin juicio hacen que se vaya perdiendo el pensamiento reflexivo, el gesto de tomar posición al pensar. A los científicos se les pregunta poco para qué van a usar sus inventos. Hace poco, participé en Antofagasta de un encuentro de ciencias y advertí que el cambio climático ya fue, ya nadie hablaba de eso. Todos hablaban y dialogaban sobre CRISPR y la transgenia 2.0, la posibilidad de cambiar genes. Y uno siempre cree que son los malos los que inventan esas cosas...Pero bueno, no. Fueron dos mujeres, muy inteligentes. Una de ellas, Jennifer A. Doudna, dijo en una entrevista en el New York Times que tuvo un sueño: que venía un chancho con cabeza de Hitler a decirle ´arruinaste todo´. Arendt advertía que llegado el momento vamos a querer salir de la tierra y de la comprensión humana, de entender todo aquello que circula de manera inconsciente. Los modelos de salud mental -y no tanto en Argentina porque ustedes son una excepción en ese campo- apuntan a la pastilla sin ninguna pregunta, como si no nos interesara más saber de la condición humana y cambiar los modos en los que en definitiva existimos.
-T.: En el mismo libro argumentás a favor del misterio como un antídoto para afrontar una época cargada de ansiedad. ¿Por qué creés que puede ser clave?
-C.M.: La idea de recuperar la noche me interesó porque hay al menos dos noches. En el Génesis, primero fueron las tinieblas y después Dios inventó el día y la luz. Cuando se nos cae el mundo volvemos a las tinieblas: los primeros meses de la pandemia o una crisis psíquica; se cae el velo de la realidad y el mundo se vuelve monstruoso. Después vino el día: medir, calcular y categorizar. Y ante eso, la segunda noche aparece como una resistencia y una pregunta: en la noche las cosas se ven de otra manera, la luz viene de abajo y nos relacionamos distinto. La noche es soñar, el inconsciente y el error. ¿Qué sobrevivirá a la Inteligencia Artificial? Seguramente el error humano, eso que el día no alcanza a cooptar. El misterio es sin dudas parte de esta segunda noche.
-T.: Ansiedad y depresión son los dos grandes diagnósticos psíquicos de nuestra época. ¿Qué hay detrás de estas categorías?
-C.M.: Bueno, etiquetar es muy del día y de una forma de pensar la realidad, un mecanismo de defensa. En la salud mental actual, y es algo que está muy relacionado con la industria farmacéutica, todo es parte de un espectro. Entonces, realmente existe eso de "eres un poco depresivo" o "eres un poco asperger". Porque eventualmente, todos podríamos tener un poco de todo. No se distingue dónde está el corte y donde hay patología y eso, bueno, es muy productivo al momento de la medicalización y gana la farmacia. Hay gente que se alivia con una etiqueta y eso está bien, no lo voy a discutir porque nombrar el malestar es un mecanismo de defensa. Pero ese el momento en el que dejamos de entender: qué dice esto de nosotros. Y desarticula también la pregunta desde el punto de vista más social: ¿Será que la ansiedad es un trastorno extendido? ¿Qué dice esto de nuestra época? Y acá aparece también el tema de la atención, ahí hay una tema. Nuestro mundo y nuestros juguetes, en esta intención de salir de las tinieblas, nos dejaron sin la capacidad de esperar ni de prestar atención. En ese camino, también se vaporiza nuestra atención.
-T.: "Hacer la noche" abre con una frase de "Los llanos", la novela de Federico Falco. La elección de la ficción para dar cuenta de determinadas cuestiones es algo muy presente en tus libros. ¿Lo vinculás con tu gusto por la literatura o creés que tiene algo para iluminar sobre la realidad?
-C.M.: Siempre lo primero es el gusto. La literatura se traduce en el gusto, sensaciones, eso que no está en los discursos, que se escapa. Me parece que es un gusto que se convirtió en un instrumento que me ayuda a pensar lo cotidiano y la clínica. Hablo de literatura con mis pacientes y de esa forma escribo con ellos. Analizarse tiene algo muy narrativo.
Con información de Télam