"Destino final", el ensayo fotográfico que reveló hechos claves de la dictadura, se exhibe en el CCK

19 de mayo, 2023 | 15.32

(Por Milena Heinrich) "Destino final", la obra que durante veinte años llevó adelante el fotógrafo italiano Giancarlo Cerundo y con la que contribuyó a identificar los aviones desde los cuales se realizaban los vuelos de la muerte durante la dictadura cívico militar, se exhibe desde este sábado en el Centro Cultural Kirchner donde revela, a través de 90 fotografías, la relación entre los objetos y las personas, o entre la memoria y la justicia, pero más aún logra dotar de belleza ese período donde el horror lo vuelve todo impronunciable.

Ceraudo llegó al país desde Italia para cubrir como fotorreportero la crisis sociopolítica y económica del 2001 pero algo más le llamó la atención. Se encontró con la "herida abierta" de la dictadura y empezó a tirar del hilo, a permitirse preguntas distintas porque mientras en nuestro país la sociedad se preguntaba dónde estaban las personas desaparecidas, Ceraudo se preguntaba por los aviones. Como buen romano acostumbrado a que en cada excavación de su ciudad un hallazgo material del pasado arroje luz, creció sabiendo que los objetos pueden contar cosas. Y el fotógrafo miró a los aviones para encontrar respuestas. Miró a los aviones para llegar a los pilotos.

Ese deslizamiento de la mirada condujo a una investigación sin precedentes, porque hasta ese entonces el hermetismo de la dictadura cívico militar y más sobre los vuelos de la muerte era absoluto, a excepción de la icónica entrevista a Adolfo Silingo que Horacio Verbitsky publicó en su libro "El vuelo", donde el militar argentino confesó las prácticas de extermino y desaparición arrojando a las personas vivas al mar.

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Giancarlo Ceraudo junto a la periodista Miriam Lewin, actual Defensora del Público, encontraron el destino de 5 aviones que se usaron para esos vuelos, al punto de que la investigación condujo a cadenas perpetuas por parte de la Justicia, cuando localizaron el avión Skyvan P-51 en Fort Lauderdale, en Florida, Estados Unidos. El avión que un 14 de diciembre se utilizó para desaparecer a un grupo de Madres de Plaza de Mayo, dos monjas francesas y otros activistas que fueron secuestrados luego de una reunión en la Iglesia de la Santa Cruz en Buenos Aires. El mismo avión que será repatriado en las próximas semanas.

"Fotográficamente quizá es el único trabajo que lleva a una sentencia de cadena perpetua, pero no puede ser directo porque fue la justicia la que hizo su camino, nosotros aportamos pruebas", dice el fotógrafo a Télam, mientras hace un parate en el impactante montaje de la exposición que inaugurará el sábado en las salas del quinto piso del CCK, en el marco del Proyecto Ballena, con curaduría de Arianna Rinaldo y coordinación de Flor Guzzetti.

"Destino final", como llamó al proyecto y como se llama la muestra, es el resultado de más de veinte años de trabajo en los que Ceraudo visitó centros clandestinos, entrevistó a sobrevivientes, acompañó a Madres de Plaza de Mayo y al Equipo de Antropología Forense. Veinte años intensos y frustrantes, como definirá también al ejercicio de encontrarse con la imagen del horror estancada en un objeto abandonado. Ceraudo registró los aviones que encontraron, captó la fuerza huracanada del mar, las flores que se posan sobre las olas en un homenaje de familiares, las fosas desterradas por antropólogos, supo contener en una imagen la tristeza de la ausencia.

La muestra reúne más de 90 fotografías presentadas en distintos tamaños, con recursos gráficos, gigantografías, videos, audios de testigos y textos del juez Baltasar Garzón, Taty Almeida, Horacio Verbitsky, Enrique Piñeyro, Maco Somigliana, Alejandro Covello y el relato de Miriam Lewin, extraídos del libro "Destino Final", publicado en 2017. También hubo otro libro sobre esta investigación "Skyvan", que publicó Miriam Lewin y reconstruye periodísticamente el periplo de hechos y hallazgos del equipo.

-Télam: ¿Cómo llegaste a dedicar veinte años a este ensayo?

-Giancarlo Ceraudo: Cuando vine acá no fui a buscar esa historia sino que te venía encima. O sea, cualquier persona te hablaba o conocía de ese tema. Era una herida abierta porque en ese entonces todavía estaba la ley de Obediencia y Punto Final y entonces ahí conocí a las Madres, a Taty (Almeida) que abrió todo un mundo hacia la historia de la lucha de las Madres, los derechos humanos y se fue armando cierta conciencia para mí y eso me hizo entrar en la historia de la dictadura. Yo había leído sobre el tema y había visto películas como "Garage Olimpo" que tuvieron mucha importancia para mí.

Y por haber nacido en Roma siempre tuve una relación con los objetos y las antigüedades como testigos y como si tuviesen un alma, trasladé un poco eso a la Argentina. Además, los vuelos de la muerte fueron una de las cosas que más se sabía afuera, era una forma de exterminio tan terrible que impactó mucho en el exterior. Para mí era muy importante ver dónde estaban esos aviones porque lo que yo creía es que siguiendo esa huella se podía llegar a los culpables y de ahí empecé a ir los centros clandestinos, conocer sobrevivientes, me metí más y traté de entender. Pero no sabía todo lo que vendría después.

-T: ¿Y cuándo toma el envión investigativo?

-G.C: Le conté al periodista norteamericano Joe Goldman la idea y que había llegado a un punto donde ya no podía seguir. Y él me sugirió llamar a Mirian Lewin porque es una muy buena periodista y también sobreviviente. Entonces yo la llamé en principio para hacerle un retrato y después cuando fui le comenté esa historia pero no me tomó muy serio y hasta casi se molestó porque yo tampoco hablaba muy bien español y no sé cómo se lo habré dicho.... pero después nos pusimos a trabajar. Y nada está escrito. Por suerte, por casualidad, yo no sé, todo ese material hizo su camino en la justicia, que es la única que puede hacer justicia. Y la justicia evaluó pruebas.

Pero Destino Final es un trabajo no sólo sobre la investigación de los aviones, yo estuve con las madres, hermanos, sobrevivientes estuve en los centros, con los antropólogos. Es una trayectoria de casi 20 años de trabajo. Y por eso para mí es muy fuerte exponerlo acá. No es lo mismo que en Roma, París o Nueva York, exponerlo acá es una responsabilidad.

-T: Sorprendió tu mirada en los aviones, porque la pregunta en ese entonces era ¿dónde estaban los cuerpos, no? Y vos te hiciste la pregunta ¿dónde están los aviones?

-G.C: Miriam me explicó que acá estaban más pegados a las personas y quizá ese fue un lujo que me di al no ser de acá, de una distancia distinta que yo me podía permitir de mirar otras cosas.

Además, yo había entrado a un par de centros y me fijaba mucho en los objetos para reconstruir. Fotográficamente es complicado porque hay que encontrar cierta empatía con un muro y es un poco frustrante porque tenés que encontrar algo en un muro, en una lámpara, cuando como fotógrafo nos formamos para situaciones dinámicas.

-T: ¿Y por qué los aviones? ¿Tenías alguna relación?

-G.C: Simplemente porque de niño mi papá me llevaba al aeropuerto a ver los aviones despegar y porque tenía un amigo piloto que me hacía sobrevolar Roma.

Después, cuando empezamos a buscar los aviones, nos dimos cuenta que hay gente muy metida con los aviones, gente que sigue a los aviones desde que nacen hasta que se desarman.

Y después cuando se venden tienen que tener los documentos, es decir, el plan técnico. Cuando descubrimos eso nos encontramos con documentos contundentes. Pero también con eso solo no alcanza, se tuvo que juntar con otros eventos y con la historia del 14 de diciembre que logró ser una prueba contundente.

-T: ¿Cuáles han sido los hitos de este proceso?

-G.C: Fotográficamente, quizá, es el único trabajo que hay que lleva a una sentencia de cadena perpetua, pero no puede ser directo porque es la justicia la que tuvo que hace su camino. Pero la consecuencia sí, o sea, seguramente es la consecuencia más importante.

Y después hay otra parte que tiene que ver con la fotografía en sí porque se trata de un trabajo de 20 años

-T: ¿Y cómo pensás tu trabajo documental? ¿Cuál es tu mirada sobre lo que haces?

- G.C: Como los griegos, yo siempre pensé que la estética es un valor. En la fotografía siempre busqué la estética porque era una forma correcta para que las cosas que se iban a contar pudieran llegar en forma más contundente a las audiencias. Entonces, no se trata solamente del hecho que es importante retratar, sino la forma en la que se hace.

Para mí este trabajo fue difícil, frustrante, casi lo odié, porque como decía antes, los fotógrafos vamos siempre a situaciones dinámicas y sacás 200 fotos en el día, después te salen cinco o una de las 200 fotos que sacaste. Pero con este trabajo salían cinco fotos al año. Era insoportable.

-T: En este largo trabajo, las imágenes aunque fueron tomadas en distintos momentos se encuentran y construyen una narración sobre la dictadura. ¿Cómo dialogan esas imágenes para contar el horror?

-G.C: La fotografía es algo muy serio, ahora la gente toma un teléfono y saca una foto, pero a la fotografía tenés que dedicarle atención, coraje, tiempo, compromiso y yo creo que la belleza de este trabajo se encuentra también en la persistencia del tiempo, que me permitió mantener una tensión narrativa a lo largo de muchos años.

-T: ¿Das por cerrado Destino Final?

-G.C: Pienso que sí, sobre todo con la muestra y la repatriación del avión, que es algo que me supera por completo a mí y es el símbolo de lo que no debería pasar pero que lamentablemente pasó a lo largo de la historia humana: el horror.

Con información de Télam