Con un registro cálido y directo, Chimamanda Ngozi Adichie escribió en 2016 Querida Ijeawele. Cómo educar en el feminismo una carta a una joven madre a días del nacimiento de su primera hija, en la que a partir de quince consejos que van de la dulzura al pragmatismo la escritora nigeriana le propone a su amiga una pedagogía de la igualdad y el respeto.
En lugar de enseñarle a tu hija a agradar, enséñale a ser sincera. Y amable. Y valiente. Anímala a decir lo que piensa, lo que opina en realidad, a decir la verdad. Dile que si algo la incomoda, se queje, grite, enumera la autora en uno de los capítulos. Pero va más allá y se distancia explícitamente de toda la literatura sobre sobre crianza con la que Occidente pareciera hacer frente a las contradicciones o desfasajes entre la maternidad y el rol que las mujeres aspiran a jugar en el mundo en el Siglo XXI: Desearía que criar no se hubiera convertido en un verbo, porque lo considero la raíz de ese fenómeno global de clase media que hace de la crianza una travesía inquietante, interminable, cargada de culpa.
Un año después de aquel acercamiento afectivo y teórico a la maternidad, la escritora quedó embarazada. Junto a su marido, un médico norteamericano de ascendencia nigeriana llamado Ivara Esege, afrontaron la tarea (ahora real) de educar en el feminismo a su pequeña hija.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
-T.: ¿Cómo fue criar a su hija después de escribir Querida Ijeawele?
-C. N. A.: Cuando escribí Dear Ijeawele no tenía una hija. Es muy fácil dar consejos sobre crianza cuando no tienes hijos, pero cuando sos madre te das cuenta de que no es tan fácil. Todo lo que escribí y todas las sugerencias que le doy a mi amiga en el libro son cosas en las que creo firmemente. Intento seguir esas premisas pero es difícil criar a tu hija yendo en contra de muchas cosas que son consideradas convencionales y normales. Cuando algo se ha hecho de una manera durante mucho tiempo, la gente piensa que se tiene que hacer así. Por ejemplo, estoy convencida de que no debemos imponer juguetes específicos según el sexo, pero a alguna gente, eso le parece raro. Algunas personas creen que es natural que les demos los camiones a los varones. Cuando nació mi hija -y por suerte mi marido y yo coincidimos en esto- queríamos darle los juguetes que le gustaran sin antes decirle como sos una nena, te tiene que gustar la muñeca. Hasta que empezó a ir a la escuela fue extraordinario: le gustaban los bloques, apilar cosas y los autitos que le traía mi marido. Pero la socialización escolar de alguna forma la cambió y de pronto nos decía cosas como eso es de nena y eso es de nene, algo que nosotros nunca le dijimos. Es importante entender las diferencias biológicas entre hombres y mujeres y aceptarlas porque básicamente son la base de la opresión a las mujeres. Si no fuéramos las mujeres las que parimos o si las mujeres no fuéramos físicamente más débiles, en términos generales, no habríamos sido tan oprimidas a lo largo de la civilización humana. Eso es importante. Pero a veces exageramos esas diferencias y no les permitimos a los niños ser ellos mismos. Es importante que relajemos y ampliemos las expectativas que depositamos en los niños según su sexo biológico.
Con información de Télam