Viabilidad y compromiso, claves para la salvaguarda de las expresiones sociales patrimonializadas

25 de octubre, 2021 | 17.20

Los alcances rectores sobre lo que se entiende por patrimonio material desde 1972 y el inmaterial desde 2003 se estipulan en las convenciones de la Unesco, que sumados a la idea de bien cultural se modificaron en los últimos años ante una problemática que busca consensos y cuyo objetivo es la preservación, por un lado, y la salvaguarda viable, por el otro.

El patrimonio inmaterial que surge a fines de los '90 como campo separado del patrimonio material y se establece con la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial en 2003 -que funciona como orientación para entender a qué se llama patrimonio inmaterial-, tiene como concepto fundamental el de "salvaguardia", a diferencia del de "preservación" del patrimonio natural o material de 1972, explica Mónica Lacarrieu, doctora en antropología.

En su definición "se habla del vínculo entre el patrimonio material e inmaterial, aunque a veces es difícil de resolverlo", explica y acota que "en general el patrimonio inmaterial ha sido orientado hacia las expresiones, usos, representaciones, prácticas, saberes, manifestaciones culturales de ciertas comunidades sociales, grupos sociales y/o individuos que las mantienen en vigencia.

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Para un campo patrimonial "atravesado por el pasado", en el caso de lo inmaterial, es "importante que los grupos sociales que se sienten identificados en esas expresiones o manifestaciones culturales, que se deciden validar, activar, sientan que todavía lo tienen en vigencia, más allá de que pudieron tener alguna discontinuidad". La otra característica es la "transmisión de generación en generación, aunque ésta no sea igual a la manifestación en su origen" ya que se tiene en cuenta "la posibilidad que haya sufrido cambios" a lo largo del tiempo.

Por otra parte, hay una diferenciación con la idea de "bien cultural que nace con el patrimonio histórico, arquitectónico, material" y que "se relaciona con la Convención de 1972 del patrimonio natural y cultural, donde se integran los patrimonios materiales fuertemente". A su vez, "en la Convención de 2003 (inmaterial) luego de los primeros años se hablaba de obras maestras, después de expresiones, manifestaciones, pero en los últimos años se acordó entre los diferentes países hablar de elementos" en tanto "manifestación" a diferencia de bien cultural entendido como producto u objeto de carácter más material.

"En la idea del elemento hay en cierta forma un producto pero que es una manifestación, una expresión, como puede ser una fiesta, un carnaval, una danza, un ritual", ejemplifica la especialista y contextualiza la emergencia de esto: "A fines de los 90 se estaba pensando en dar lugar a ciertas poblaciones que habían sido invisibilizadas, poblaciones marginales, vulnerables, de continentes o regiones que no habían sido miradas como África o los pueblos originarios. Vino a cubrir esa vacante que había quedado relegada dentro del campo patrimonial, por eso hay pocas inscripciones incluso en Unesco de carácter urbano, porque significa fusiones, mezclas, migraciones, diásporas, desplazados que hacen claramente a características de sujetos o grupos sociales que circulan, que fluyen, más en un mundo como el actual".

¿Cómo se evalúan estos pedidos, qué características tienen que tener? "No es siempre igual -aclara la especialista-. En primer lugar hay que mirar los contextos nacionales porque la convención es una norma que da orientaciones para todos los países que la ratificaron pero no todas las expresiones culturales deben llegar a la Unesco. En realidad, el objetivo de la convención de 2003 y la emergencia del patrimonio inmaterial no fue necesariamente la inscripción sino generar procesos de salvaguarda, planes de gestión y salvaguarda del patrimonio inmaterial", lo que implica gestión comunitaria, participativa y compartida con otros actores además de las comunidades.

"Es un proceso largo, complejo, tedioso por momentos también. Todos ponen el eje de llegar a Unesco, y la propia Unesco está tendiendo a que haya cada vez menos inscripciones porque no dan a basto para evaluarlas y también la pregunta es ¿para qué? si después no hay procesos de salvaguardia que es lo importante", apunta. "En general los gobiernos empiezan al revés, por el elemento, el producto, que sería el chamamé, el tango, la fiesta de la vendimia, el cuarteto, y no parten de los procesos sociales que se desarrollan en torno de esos elementos. El propio formulario de Unesco toma como punto de partida el elemento y no de la comunidad, pero sin embargo a la hora de evaluar los formularios, la comunidad pasa a ser fundamental".

Con información de Télam

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