(Por Ana Clara Pérez Cotten) La escritora, traductora, activista feminista y profesora de Literatura norteamericana Rumena Buzarovska, nacida en Macedonia en 1981 e integrante junto a autoras como Senka Maric, Ivana Bodrozic y Lana Bastasic de la nueva literatura balcánica, llegó a Buenos Aires para presentar "Mi marido", un libro de once relatos alrededor de distinto tipo de vínculos maritales en los que se cuelan las reivindicaciones feministas, las luchas generacionales y los matices de la voz femenina.
"Mi marido", un libro traducido a quince idiomas que llega a las librerías argentinas en febrero editado por el sello español Impedimenta y traducido por K. Tasev, es un conjunto muy bien amalgamado de historias donde los matrimonios apenas se comunican y donde no hay lugar para las cursilerías o los romanticismos porque el terreno de la relación ha sido abonado con resentimientos, celos, inseguridades de todo tipo y una visión tan cruda, ácida e irónica de la existencia.
"Es tu marido. Tú lo has elegido, tú tienes que aguantarlo. De divorcio, ni hablar, dijo soplando sobre la laca roja que se estaba secando en sus largas uñas puntiagudas. Y no se te pase por la cabeza echarlo de casa, porque entonces puede que no vuelva, me aconsejó mirándome a los ojos. Ahora escúchame, hija. Te hablo desde la experiencia que tengo. Es ella la que tiene que desaparecer", le dice una madre a su hija en el cuento "Adúltero".
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"Mi marido" emprende una exploración del patriarcado de Macedonia del Norte y, a través de estas "mujeres de", el lector accede a la historia de un poeta sin talento, un ginecólogo con jactancia de artista, un padre opresivo, una marido impotente y un muerto.
Buzarovska llegó a Buenos Aires para reencontrarse con un amigo de su infancia actualmente radicado en Argentina y en pocos días incorporó las rutinas porteñas que le resonaron familiares a las de su país, cosas que no encuentra tan fácilmente en la cultura norteamericana a la que accedió durante los años que vivió en Estados Unidos cuando era una niña y a través de la literatura estadounidense que enseña en la universidad de Skopje, capital de Macedonia. Reparó estos días, por ejemplo, en la vida en los bares y los cafés, los encuentros sociales y familiares o las noches que se prolongan hasta tarde. Y en medio de esa visita personal y de turismo presentó "Mi marido" en el marco de una charla en Dain Usina Cultural organizada por Impedimenta y coordinada por Hinde Pomeraniec para celebrar la llegada de la escritora de Macedonia a las librerías argentinas.
-Télam: "Mi marido" fue publicado por primera vez en Macedonia en 2014, cumple su primera década. ¿Cómo ha envejecido?
- Rumena Buzarovska: Creo que muy bien porque muchas de las cosas que conté siguen siendo reconocibles. Es muy difícil para una escritora de historias cortas de un país muy pequeño como el mío salir al mundo, ser traducida. Entonces esta primera década del libro ha sido de tránsito. Pero también creo que parte de ese envejecimiento se ha dado en buenos términos por el revés que las mujeres estamos recibiendo en muchos de nuestros derechos y conquistas. Muchas de las preguntas fundamentales siguen latentes.
-T.: Hiciste recién referencia a que sos de un país muy pequeño. Eso, para los argentinos, que habitamos un país al fin del mundo, no nos inquieta tanto. ¿Pero cómo es la literatura de Macedonia desde esa perspectiva?
-R.B.: Somos solo 1,8 millones de habitantes y el idioma es solo hablado por ese conjunto de personas. Se independizó en 1945 así que todo es muy nuevo. No tenemos una tradición como la que tienen ustedes o los norteamericanos. Pero en vez de sentirlo como una ausencia de referencias, he decidido adoptarlo como algo bueno: soy parte de la construcción de esa incipiente tradición literaria de Macedonia. Puedo hacer trampas con mi lengua y además puedo recibir influencias de muchas tradiciones. Puedo innovar en mi propia lengua, es realmente una oportunidad.
-T.: ¿De dónde nacieron las historias de "Mi marido" y cuáles son las voces que se escuchan?
-R.B.: Cuando empecé a escribir el libro me di cuenta que necesitaba captar con sensibilidad ciertas injusticias. Escribí el libro desde la perspectiva de distintas mujeres para darles voz. Creo que soy una consecuencia de las voces silenciadas durante décadas. Aún cuando son malas, divertidas o locas quise escribir sobre ellas como si fueran héroes, básicamente porque eso es lo que ha hecho la literatura con los hombres en general. Y quise hacerlo desde la perspectiva del matrimonio porque es allí donde los hombres reconocen a las mujeres: la mujer de y , por el otro lado, mi esposo el director, mi esposo el médico, mi esposo el adúltero.
-T.: ¿Y qué tipo de reflexión sobre el matrimonio te permitió el libro?
-R.B.: Me dejó una perspectiva negativa, está fuera de moda y tiende a normalizar la "venta" de una mujer de familia en familia. Las mujeres, en Macedonia, incluso cambian su apellido para dejar la marca de ese movimiento con un sufijo, algo similar a lo que sucede en el ruso.
-T.: Fuiste la traductora de J.M. Coetzee, Lewis Carroll o Truman Capote al macedonio y el tema está muy presente en tus cuentos con personajes que traducen, el peso del idioma, escritos...¿Cuál es tu mirada sobre la traducción?
-R.B.: Me parece fascinante pero creo que es un trabajo muy subvaluado. Para escritores como yo la traducción es ni más ni menos que una salida al mundo. Suele suceder que son pocos los traductores hombres con mucho reconocimiento y un mar de traductoras mujeres que hacen el trabajo pesado.
-T.: ¿Cómo dialogan tu literatura y el activismo feminista del que sos parte?
-R.B.: No es una militancia ni permanente ni orgánica. Es informal. Participo del proyecto Peach Preach, algo así como "Pussy talk", un grupo de mujeres que se juntan para dar testimonio y contar sus historias; la gente lo ama y lo hacemos dos o tres veces por año. También tengo un podcast junto a otras dos mujeres, en un registro muy similar al de las mujeres que se juntan a "contar chismes" pero hablamos de la agenda feminista, de cultura y de política. También fui parte de MeeToo en los Balcanes y suelo ser parte de organismos de derechos humanos, donde militan o participan formal o informalmente gran parte de mis amigos.
-T.: Tenés un vínculo fuerte con la cultura norteamericana e incluso estás trabajando en una serie de ensayos sobre esto. ¿Dónde nació este interés?
-R.B.: Mi padre era compositor y mi madre era lingüista y se instalaron en Estados Unidos cuando yo era una niña. Aprendí el idioma y volví a Macedonia. Siempre supe que no podría vivir ahí pero intento pasar ahí el mayor tiempo que puedo. Creo que es un lugar muy solitario, donde la gente no logra siempre comunicarse. Van en sus autos por largas distancias, no caminan, no generan comunidad, no tienen transporte público, se juntan en una iglesia. Es geográficamente espectacular y lleno de gente increíble pero con muchos extremos. En Buenos Aires, por ejemplo, veo algo similar a lo que veo en mi país: la gente sale, charla, nos acostamos tarde (¡Tal vez por eso seamos pobres!). Pero esa lógica cruel del capitalismo norteamericano no me gusta, la salud y la educación son inaccesibles y eso termina por impactar muy fuerte en los vínculos humanos que logran entablar.
Con información de Télam