(Por Emilia Racciatti) En los ensayos que componen "La sombra de un jinete desesperado", su más reciente libro, el escritor, editor y docente Juan Mattio hilvana ideas sobre cómo se forma un lector, profundiza en las representaciones puestas en juego en series como "The Wire" o "El colapso" y destaca cómo la ciencia ficción es uno de los pocos ámbitos para reflexionar sobre el futuro.
Con un título que retoma una cita de un poema del periodista, poeta y artista plástico argentino Miguel Ángel Bustos que dice "todo caballo lleva la sombra de un jinete desesperado", el libro es el tercero de Mattio y el primero con el que salta de la ficción al ensayo, ya que los anteriores fueron las novelas "Tres veces luz" y "Materiales para una pesadilla". Con la segunda ganó el premio Fundación Medifé Filba como mejor novela publicada en 2021.
Abocado a sus talleres de literatura y trabajando en una novela, el escritor cuenta que está trabajando en un ensayo sobre el gótico en el Río de la Plata que, al igual que "La sombra de un jinete desesperado", saldrá por Ediciones Godot.
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"La situación política no me va a dejar hacer menos talleres que es lo que yo esperaba. El año pasado di uno en la Biblioteca Nacional sobre en el Río de la Plata y hubo una cantidad de inscriptos imprevisible, 800, eso abrió la posibilidad de seguir en contacto con esa gente en distintos talleres de lectura y me viene bien. También es cierto que hay una suerte de sobreoferta que en algún momento tendré que empezar a regular. Los tomo un poco como laboratorios, voy pensando cosas y trato de encontrarles el formato taller para poder pensar con mas profundidad", cuenta en una entrevista con Télam vía Meet entre un taller y otro.
Este libro también surgió al poner papeles en orden y de una charla con el editor de Godot Víctor Malumián: "Me dijo que pensemos un libro para la editorial y le dije que tenía apuntes. Armé un índice, una especie de temario y me dijo qué le interesaba y qué no, que el libro tenía que tener tantas páginas y me lancé a la escritura. Me divirtió el proceso", relata.
-Télam: Al final del libro decís que la pulsión distópica es el reverso de la imaginación política y estamos en un momento en el que predomina la idea de que estamos ante una distopía como forma de describir la realidad. ¿Cómo analizás esa insistencia?
-Juan Mattio: Hay un diagnóstico cultural que, a mí me lo mostró Mark Fisher pero puede estar también en otro lado, que plantea que estamos ante una especie de paralización de la imaginación política. Está esa frase de (Fredric) Jameson que él retoma: "Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo". Es una frase que nos resuena mucho porque hace 50 años en nuestro país imaginar el fin del capitalismo, no digo que fuera sencillo, pero era cotidiano. Había una juventud que lo imaginaba de una forma inminente. Hay un cuento de David Viñas que imagina Buenos Aires después de la revolución. Es una cosa que hoy nos parece completamente rara. Nos llama la atención esa parálisis de imaginación política justamente porque hubo otra cosa, hay rastros arqueológicos de esa otra cosa. Y sin embargo nos es muy fácil imaginar el fin del mundo como nos pasó en 2020. Hay mucho material para imaginar el fin del mundo y no el cambio del sistema social en el que vivimos, a pesar de que lo percibimos como injusto e inevitable.
La distopía puede tener muchas formas, puede ser la política pero también está la ambiental. La social, como esa guerra que se arma entre la gente por el papel higiénico en el medio de una tragedia. Todo eso está ahí muy disponible para nosotros. En parte esas imaginaciones se originan en datos ciertos y en parte es como una proyección de nuestro hogar. Como si el colapso interior, anímico, de la salud mental se proyectara en nuestras imágenes y ahí hay que revisar qué viene primero y qué después.
-T: El libro puede ser un diálogo con la novela "Materiales para una pesadilla". ¿Fue algo pensado?
-J.M.: Lo percibí después. Cuando me tocó hacer la corrección de los ensayos me di cuenta que Philip K. Dick insistía mucho más de lo que había previsto. Lo amo pero no había pensado en un libro donde su fantasma recorriera cada ensayo. El diálogo con "Materiales..." no fue buscado, no fueron escritos al mismo tiempo. Si hubo intereses y preguntas que pasaron de un texto a otro fue más allá de mi voluntad, no era consciente de tantas continuidades en los textos. Quien llega a "Materiales..." después de haber leído los ensayos nota muy claras las resonancias.
-T: No hay muchas ficciones contemporáneas sobre la salud mental y el lenguaje como lo planteás en "Materiales...". Me refiero a pensar el lenguaje no como lugar de amparo sino de desborde.
-J.M.: Tengo la misma sensación. Me parece que la literatura ubica a la enfermedad mental, o la ha ubicado en los clásicos, como cierta forma de acceder a la verdad pero no poder comunicarla como una especie de verdad a la que le falta lenguaje para poder expresarse, es parte de la romantización. Los locos siempre dicen la verdad sería una especie de síntesis de esa idea literaria donde se juntan el oráculo, la locura y el lenguaje como una tríada complicada. En la Argentina actual hay ciertas zonas que tienen más que ver con lo que se conoció como literatura del yo, que tal vez se animó a tocar ciertos bordes de algunos padecimientos. Pero no está la salud mental como tema amplio sino desde algunos padecimientos puntuales en relación a trastornos alimenticios o cosas más singulares. Hay un libro "Borderliners", de un autor danés que se llama Peter Høeg, que me impactó. Cuenta la historia de unos niños que están en un internado estatal y la pasan muy mal, son diagnosticados como borders. Hay una reflexión sobre cómo funciona el tiempo, la percepción del tiempo dentro de los espacios institucionales que los podemos pensar como el borde de la locura que me impactó. Le debo mucho a ese libro. Sin jugar en el mismo campo, me abrió posibilidades.
-T: Al revisar todos los textos, ¿hubo alguna insistencia que te haya impactado?
-JM.: Los imaginarios no miméticos: la ciencia ficción, el terror, la novela negra son temas que me interesan. Los reúno en un tema que se llama pulp pero se le puede poner otro nombre también. Me hubiese gustado discutir más la forma de ensayo, pero la idea era poner fragmentos de un diario, una carta, papeles personales me parecía que me ayudaban a desmarcarme de la forma de ensayo más tradicional. Presento una hipótesis, trato de justificarla, concluyo.
-T: Planteás que la ciencia ficción como práctica social es uno de los pocos ámbitos de los que disponemos para reflexionar sobre el futuro. ¿Por qué?
-J.M.: Hay una frase de Jameson que dice la ciencia ficción se nutre de los temores o expectativas de una comunidad al contemplar su futuro. Creo que cuando uno revisa series muy masivas como "Black Mirror" lo que vemos son nuestros temores, nuestra inquietud ante un futuro en el que no está muy claro, donde la tecnología se vuelve cada vez más omnipresente en nuestras vidas cotidianas. Dejamos entrar cada vez más los teléfonos, las computadoras a nuestras casas, nuestros cuerpos. Se desdibujan mucho las líneas del realismo. Hay un teórico francés Simondon que decía que la tecnología en el ámbito cotidiano da miedo porque vos entendés cómo hacer que funcione un artefacto pero no entendés cómo ese artefacto hace lo que hace. Eso para Simondon causa mucha inquietud al ser humano.
-T: ¿Hay algún momento que marque un quiebre en ese sentido?
-J.M.: Hace 10 años empecé a percibir que el campo de la teoría había girado sus ojos hacia el campo de la ficción. Corrientes como el realismo especulativo, el aceleracionismo están mirando ciencia ficción y terror para pensar líneas teóricas. De hecho la centralidad que ganó la filosofía de la técnica en los últimos tiempos tiene que ver con que la ciencia ficción está especulando de una manera que no lo está pudiendo hacer otro campo. Es un campo de especulación sobre nuestros cuerpos, nuestro futuro. En esa especulación hay un gran ausente que es la política, que fue un gran campo de especulación sobre cómo íbamos a vivir, a amar y hoy tiene un apego al realismo, a lo inmediato, que es llamativo. Si la imaginación política de un joven de los 60, 70 especulaba sobre cómo iba a ser el futuro en términos amplios, hoy mi hija que es una militante de 15 años, difícilmente, pueda especular sobre los próximos 4 años y eso es un cambio muy drástico.
-T: No hay muchos autores argentinos citados salvo Piglia.
-J.M.: Ha sido un gran maestro sobre cómo pensar la literatura, es un gran maestro de lectura. Hay ausencia de autores argentinos pero leo mucho a mis contemporáneos y en este ensayo decidí mirar otro tipo de objeto cultural, estar más preocupado por la cultura de masas. Sin embargo preparo un libro sobre gótico en el Río de la Plata donde intentaré armar una breve historia de nuestra literatura con el hilo del gótico como guía. Si nuestro libro fundacional el "Facundo" empieza con la invocación a un fantasma, tenemos zonas góticas en casi cualquier momento: el gótico peronista, el post dictadura. Hay momentos muy góticos en nuestra literatura que tienen cosas para decirnos. Serán ensayos que saldrán por Godot. Estoy en la etapa de apuntes porque estoy escribiendo una ficción y quisiera terminarla antes.
-T: Este es un libro sobre lecturas, Dick es protagonista pero, ¿qué otros autores reconocés como claves en tu formación como lector?
-J.M.: Dick me salvó la vida, Falkner es otro, no la primera vez que lo leí, pero después sí, el Ulises me cambió el modo de leer, me mostró una manera de hacer y pensar literatura. Hace poco el campo de la ficción extraña también fue un quiebre. Después está Piglia que acompaña en todos los momentos. Cada vez que digo "me voy a desprender de este tipo" vuelve a decir "esto lo pensé también eh". Es gran compañero de mis lecturas y con el que sigo conversando muchísimo.
Con información de Télam