Si bien el insumo que alimenta cada uno de los relatos que integran su libro "Tres" es autobiográfico, Antonio Birabent apuesta a que ese tejido genere una empatía inmediata en los lectores, porque el texto refleja las transformaciones que atraviesan los vínculos filiales cuando la vejez vuelve frágiles a los padres y las madres, a la vez que reflexiona sobre cuestiones globales como la soledad en las sociedades modernas que formatea seres cada vez más solitarios e individualistas.
- Télam: Leyó Moris el libro?
- Antonio Birabent: Leyó Moris el libro y lo leyó mi madre también, Creo que ambos se sintieron sentimentalmente tocados por el texto y lo tomaron a la manera de nuestra familia. No hay reflexiones muy pomposas y profundas sobre las cosas, es más el hecho que la palabra. Y me gusta haber reflejado parte de nuestra vida, porque entiendo que lo que reflejo si bien es nuestro mundo, tiene muchos puntos en común con los mundos de otras familias, por más que hayan vivido otra vida. En un relato escribo que en mi familia, y debe ser una característica de todas, somos nuestro propio tema de conversación. Hablás con alguien y te dice "no, en mi familia también hay un loquito" y por eso "Tres" si bien tiene una cuota de autobiografía no deja de ser un relato común a un montón de personas.
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- T.: Es muy interesante la presencia de la ciudad como una protagonista más de tus relatos. Una ciudad a la que definís como "un ente misterioso difícil de explicar", donde hay una "noria fantasma" que impide parar. Hay una salida a esa noria?
- A.B.: La salida es a veces tomar una ruta y desaparecer un poco de la noria fantasmal y fantasmagórica que es la ciudad. Yo tengo una relación de amor con la ciudad, amo la ciudad. Me crié en parte en esta ciudad, soy un animal de ciudad pero entiendo que podría perfectamente vivir en un lugar menos urbano. La ciudad nos va convirtiendo en seres más anónimos, más individualistas, por eso hago mucho hincapié en el libro en la comunicación rota que hay, la comunicación cada vez más difícil, más partida. Siempre pienso que el lenguaje nos define y si empezamos a perder el lenguaje, la comunicación -cada uno está en su mundo, su celular, sus auriculares y sus redes sociales-, cada vez las cosas son menos sociales y más individuales. Deberían llamarse redes individuales en lugar de redes sociales. Estamos todos subiendo fotos tratando de parecer más jóvenes, mas sexies, las pobres mujeres tratando de copiar la vara de millones de modelos en fotos absolutamente falsas de pliegues borrados, pasados por millones de filtros.
La máquina sigue vendiendo esa mentira y lo que hacen las redes sociales es distribuir esa mentira una y otra vez. Me produce mucha tristeza porque entiendo que no sé cómo se vuelve de eso.
- T.: Cómo manejás el uso de redes con Oliverio?
- A.B.: Oli tiene 11 y es un pibe, como la mayoría de esa edad, con una interacción muy grande con los aparatos, con las pantallas. En uno de los relatos lo digo: las pantallas generan ciegos, nos están encegueciendo todos los días un poco mas físicamente y mentalmente. Pero por otro lado juega al fútbol, tiene otros mundos. Y bueno, criar un hijo es una contradicción, lo sé: por un lado es muy simple y por el otro una odisea.
Con información de Télam