Algunas experiencias editoriales apuntan a generar mejores condiciones para los autores y así lo hizo en septiembre de 2010 el escritor Hernán Casciari, creador de la Editorial Orsai y director de la revista Orsai, quien ya había advertido lo desigual de la lógica contable de las editoriales.
En una carta memorable, hizo una triple renuncia y abandonó sus columnas periodísticas en La Nación, El País y a las editoriales que lo editaban, que le informaban datos de ventas que no correspondían con lo que le informaban los libreros y sus lectores: "Y ya que estamos en el tren, aviso por este medio a Random House Mondadori que también renuncio a sacar nuevos libros con la Editorial Sudamericana de Argentina, o con Editorial Grijalbo en México. Por contrapartida, no tengo más que agradecimientos con Plaza & Janés de España. Pero como vengo embalado tampoco publicaré más allí".
Un año después de aquella renuncia masiva, Casciari abogó para que Orsai ahorrara en papel en vez de en dólares para garantizar futuras impresiones y buscó entablar un vínculo más equitativo con los autores. Con Horacio Altuna firmó el primer contrato "50y50", en el que el autor recibe la mitad de las ganancias sobre el precio de venta al público de la tirada.
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"Nuestro contrato es exactamente el modelo contrario al de las grandes editoriales", define Casciari y cuenta que ahora, gracias a los avances tecnológicos, la transferencia del dinero es inmediata: "Al comprar un libro de 3 mil pesos de la editorial, al autor le llegan inmediatamente 1.500. No tenemos que liquidar nada".
Hace una semana, Liz Tagliani firmó el contrato que con un modelo de "Diez pactos" garantiza que las ganancias se repartan y que sea al instante, una decisión que le permitirá a la autora "pelearle" a la inflación. "El contrato es real de punta a punta. Parece mentira porque es simple, divertido y breve, y nadie está acostumbrado a eso. Pero recuerden: cuanto más complejo, aburrido y largo es un contrato, más te quieren cagar", le explicó Casciari a sus seguidores en Twitter cuando firmó con Tagliani.
"Fui autor de Mondadori, Sudamericana y Grijalbo y ese robo sistemático me llamaba mucho la atención. No es necesario ser tan miserable, se puede funcionar muy bien haciendo las cosas más justas", plantea Casciari.
En esa línea reflexiona sobre los motivos que llevan a los escritores a aceptar estas condiciones: "Las grandes editoriales suelen tener convenios con los suplementos literarios y además les hacen creer a los autores que están en la lista de más vendidos. Entonces, es muy complicado que se pasen al lado de `la verdad´. Bueno, ahora es claro que en `la verdad´ hay más dinero y se paga mejor. Pero tiene mucho menos mimo falso y muchos autores sin eso no pueden vivir. Es la manera del ladrón de retener a la víctima. Hay una suerte de síndrome de Estocolmo muy interesante". Ocurre que, al igual que en la economía más coyuntural, en la literatura algunas cosas también funcionan a fuerza de expectativas.
Con información de Télam