Cómo se fueron deconstruyendo y representando los estereotipos de género en la literatura y las artes visuales en las cuatro décadas que van de la recuperación de la democracia hasta el presente son algunas de las cuestiones sobre las que reflexionaron la historiadora de arte Andrea Giunta y las escritoras María Rosa Lojo y Ana María Shua en el marco de una nueva conmemoración del Día Internacional de la Mujer, el próximo 8 de marzo.
Desde la poderosa expresión visual lograda a partir de las voces las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo en los 80, con sus pañuelos blancos y siluetazos en las calles en reclamo de la aparición de sus hijos y nietos secuestrados en dictadura, hasta la masificación de los feminismos en 2015, que trajo colectivos que trabajan arduo para visibilizar la desigualdad en el campo del arte, Nosotras proponemos entre tantos otros, la representación de las problemáticas y realidades vinculadas al género es dispar.
Eso que no se ve o que no se mostró en el arte -la presencia de artistas mujeres en los museos argentinos sigue sin superar "un 11 por ciento" en su acervo y colecciones, destaca Giunta-, tiene su correlato en las letras: no faltan grandes escritoras argentinas en los siglos XIX y XX, de hecho no faltan escritoras que buceen en la experiencia de género y sus condicionamientos históricos, Leonor Calvera es una de ellas indica Lojo, pero "son mucho menos visibles o no alcanzan el mismo nivel de consagración y prestigio que los varones".
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Primero que nada, advierte Shúa, "hay que recordar que antes de la recuperación democrática, antes de la dictadura y antes de antes, la literatura escrita por mujeres estuvo presente, fue importante y valiosa en nuestro país. Que el entusiasmo por los nuevos logros y la nueva conciencia no borre la historia".
"Tuvimos grandes escritoras, muy reconocidas, durante todo el siglo XX, algo que no sucedía en todos los países de América Latina. Sin embargo, nuestras escritoras accedían a la venta pero no al prestigio. Todavía los círculos de prestigio se resistían a aceptar que las mujeres podíamos escribir literatura con L mayúscula", de hecho en los 80, cuando empezó a publicar, "todavía había ciertas trabas para las mujeres, una de las principales era que había muy pocas editoras", recuerda.
La anécdota es personal: "Terminé mi novela 'Los amores de Laurita' a fines de 1982, después de la guerra de Malvinas. Al año siguiente me la rechazaron en seis editoriales. En una de ellas me dieron el sí, pero condicionado. 'Podríamos publicarla, dijo el editor, pero el año que viene porque este año ya tenemos una novela de una mujer'. Por suerte en el interín Enrique Pezzoni se interesó en mi Laurita y Sudamericana la publicó. Una situación impensable hoy, cuando a veces los varones tienen que escribir novelas 'de mujer' para atraer la atención de los jurados de concurso", estima Shua.
Autoras de gran popularidad en pleno siglo XX, como Silvina Bullrich, Beatriz Guido o Marta Lynch, "resultan minimizadas bajo el rótulo del best-seller -grafica Lojo (Buenos Aires, 1954)-. Victoria Ocampo, pionera en la defensa de 'La mujer y su expresión', título de su ensayo de 1936 y autora de una deslumbrante autobiografía, empieza a publicarse en 1979, inmediatamente después de su muerte, y es mucho más valorada como editora y mecenas que como creadora".
En la obra de esas escritoras leídas masivamente, y de otras como Sara Gallardo, "los estereotipos de género y los roles asignados a las mujeres están a la vez exhibidos y puestos en cuestión", indica la autora de 'La princesa federal', y esa tendencia, dice, "se diversificará y profundizará desde la recuperación democrática, en un clima de ampliación de libertades y derechos que estimula otros abordajes de la sexualidad, la autoridad, las luchas políticas y el terrorismo de Estado, siguiendo el camino abierto por autoras emblemáticas como Griselda Gambaro".
Para Shúa, esa invisibilidad "no se trata de que los editores discriminaran, sino que naturalmente, y sin conciencia de la situación, sus redes de amistades y relaciones eran masculinas. Hoy, en cambio, las editoras son mayoría, aunque no todavía (en muchos casos) en el escalón más alto de la toma de decisiones".
Por otra parte, añade, "a las mujeres siempre nos interesó leer ficciones 'masculinas': 'Mujercitas' y el 'Príncipe Valiente' mano a mano. Hoy, cuando nuestras escritoras brillan en todo el mundo por la alta calidad de sus textos, los lectores varones todavía prefieren leer libros escritos por otros hombre".
Eso mismo podría entenderse como "lo que aún no ha cambiado" señalado por Giunta, curadora e investigadora nacida en 1960 en Buenos Aires, es decir "la presencia de artistas mujeres en las salas de los museos, en sus colecciones, donde no constituyen más del 11 %".
Pero "lo que sí tiene impacto en el campo del arte es la marea verde: en ese momento de masividad, las artistas también tomaron conciencia que su exclusión involucraba violencia simbólica, censura simbólica", remarca.
"Desde 2015 con la masificación del feminismo en las calles y desde 2017 cuando las artistas comenzaron a luchar, sin intimidarse, por la paridad, las cosas han ido cambiando -señala-. Los colectivos artísticos feministas, con su activismo, han sido fundamentales en la transformación en curso en las artes visuales".
Entre las agrupaciones que enumera Giunta están "Mujeres públicas, con su activismo por la legalización del aborto desde 2003; Desesperadas por el Ritmo; Serigrafistas Queer; Nosotras Proponemos, una agrupación realmente federal que funciona con autonomía; las Lola Mora y Cromoactivismo" que "han contribuido muchísimo a hacer visible la desigualdad en el campo del arte".
Un punto de inflexión en la representación femenina dentro del imaginario popular a partir del arte lo tuvo la lucha por legalización del aborto, con "artistas muy involucradas en todo el proceso", destaca Giunta, haciendo "afiches, gráficas y acciones que colaboraron activamente en la visibilización de la lucha en las calles y en las redes."
Para la historiadora "han sucedido muchos cambios, en 2018 se introdujo la paridad en el Reglamento del Salón Nacional", por ejemplo, impulsada por Nosotras Proponemos, y "en 2021 se convocó el premio 8M que ya lleva tres ediciones, incorporando 36 obras al patrimonio nacional. El tema -advierte- es que el ritmo de incorporaciones es lento, las obras itineran pero no han sido incorporadas aún en las colecciones de los museos".
"Para los niños debe ser confuso ver que la mayor parte de las obras en el Museo Nacional de Bellas Artes son de artistas varones. Deben pensar que los artistas son todos varones -ironiza-. Con esto quiero decir: falta mucho, pero también se ha hecho mucho en los últimos 5 años".
Lojo, por su parte, destaca que "la revitalización de la novela histórica desde los 80 aporta nuevas representaciones e interpretaciones de las mujeres en espacios fundadores donde el imaginario social no las colocaba, pero en los que sin embargo estuvieron", mostrando "su actuación significativa en la Historia ya fuere en roles habituales o excepcionales para su tiempo y aspirando a develar, desde una perspectiva interior, esas subjetividades antes no contempladas".
De hecho, "ya es menos frecuente la agrupación de las escritoras en la clásica 'mesa de las chicas' en festivales o ferias del libro, donde el tema invariable a discutir era la existencia, o no, de una 'literatura femenina'. No solo se multiplican y enriquecen las representaciones de las mujeres en la literatura, sino las de las escritoras mismas, que abordan todas las modalidades literarias y son individualmente valoradas, como lo fueron siempre los autores varones".
"Me resulta difícil ver nuevas contras -añade, por otro lado-. Salvo (pero esto vale para todos los géneros) los problemas derivados de una cultura simplista de la cancelación, como la forma de censura propia de nuestro tiempo".
Shua habla de otro momento bisagra en la representación femenina desde el retorno de la democracia, "la muerte de Alicia Muñiz a manos de su marido, el boxeador Carlos Monzón, en 1988, que atrajo la atención del público sobre la violencia doméstica de una manera impensada".
"Los medios intentaban defender al campeón, pero las evidencias eran abrumadoras -recuerda la escritora-. En 1991, cuando el juicio oral (uno de los primeros, que todos seguíamos por radio) todavía no había terminado, la revista Delitos y Castigos me pidió una larga nota sobre el tema. En ese momento tuve acceso a las autopsias y me asombró la deformación de las noticias, cuando todo era tan obvio en el informe de los médicos. Nunca más, quisiéramos decir...y sin embargo".
La resistencia a esos cambios en la construcción de la opinión popular siempre fue fuerte, "en el año 2006, ¡hace tan poquito! -repasa la escritora-, traté de publicar un artículo en defensa del aborto legal, demostrando cómo no era cierto que las mujeres estuviéramos a favor del aborto (¡vamos chicas, abortemos, que es tan divertido!), sino en contra del aborto clandestino, que nos hacia tanto daño. Ningún medio se atrevió a publicarlo".
Sin embargo, "durante años el 8 de marzo me contactaban de casi todos los medios para que hablara como escritora sobre el Día de la Mujer .señala-. Hoy esa responsabilidad está repartida entre las decenas de grandes escritoras argentinas. A veces nadie me llama el 8 de marzo...¡y eso es maravilloso! Significa, chicas, que lo logramos".
Con información de Télam