(Por Gabriel Sánchez Sorondo y Felipe Deslarmes) En clave ficcional, los años de la última dictadura cívico militar se abordaron retrospectivamente apelando a registros varios, lo que dio lugar a un corpus de ficción inquietante, a veces incluso macabro, que produjo textos de alta potencia metafórica como se registra en la obra de Elsa Drucaroff, Hernán Domínguez Nimo y Luisa Valenzuela.
Si Rodolfo Walsh fundó la no ficción americana con su "Operación Masacre", quizás la impronta de Héctor Germán Oesterheld y su "Eternauta" configura inversamente, veinte años después, la primera metáfora montada sobre la usurpación del poder y el genocidio de Estado. Pero diferencia de los fusiladores del '56, los golpistas que atacaron dos décadas más tarde irradiaron algo que a primera percepción resuena sobrenatural, empezando por la categoría del "desaparecido". Encarnaban, en definitiva, el terror de lo no humano, cuyos límites, en consecuencia, superaron lo imaginable.
Aquella misma densidad siniestra que Oesterheld puso en viñetas llegó también a la ficción escrita y fue pulso de relatos de cientos de autores argentinos y extranjeros. De esa profusa producción, se presenta una selección de libros donde el terror y lo fantástico despliega un abordaje infrecuente.
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El oscuro objeto del deseo
Aunque todos los relatos de Elsa Drucaroff en su último libro, "Checkpoint" (Páginas de Espuma), están atravesados por un ocultamiento propio de los setenta es el último cuento del volumen el que impacta con escalofriante precisión simbólica. Se trata de "Pájaros contra el vidrio" título que, por su extensión y consistencia, casi podría consignarse como nouvelle.
En él se respira algo parecido a una trampa en la que caen sus propios protagonistas, hijos de padres desaparecidos que sólo en apariencia son ajenos a esa circunstancia. Una atracción magnética en ellos va del cuerpo a la memoria; de la indolencia respecto del pasado al estremecimiento de chocar frontalmente con él. Todo ello, traccionado por una misma pulsión ¿Eros y Tánatos?
Télam: Los protagonistas comparten, además de un origen ligado al secuestro y asesinato de sus padres biológicos, una devoción sexual que a su vez los remite a la muerte. ¿Hay un lazo que une estas dos dimensiones del deseo y el espanto?
Elsa Drucaroff: En un sentido general, casi más como crítica que como escritora, diría, por un lado, que lo que quedó como horror indeleble de esa memoria está profundamente ligado al cuerpo: la desaparición de cuerpos vivos, la tortura, las violaciones sobre todo a las mujeres, la desaparición de cuerpos muertos, ese fue el modus operandi, el plan de acción sistemático. Por eso en la literatura que retoma este momento atroz de nuestra historia muchas veces aparece este cruce deseo-espanto.
Después, como el entorno del relato es turístico, me apareció la típica historia de un encuentro apasionado de vacaciones, esas relaciones de verano donde casi sin conocerse, dos personas se descubren viviendo una intensidad sexual asombrosa y luminosa. En esa intensidad se me fue apareciendo el fondo oscuro, algo desconocido incluso para los dos protagonistas pero que los junta más allá de lo que ellos pueden entender. Jugué con "entender", no quise protagonistas necesariamente inteligentes, quise protagonistas ciegos, cada uno a su modo. Y claro, supongo que cuando ponés a "trabajar" esa intuición narrativa y sos de Argentina, y de mi generación, y además sos mujer, esa verdad sepultada y oscura que late debajo de las cegueras se tiñe de inmediato con la memoria horrorosa del terrorismo de Estado, o con la memoria milenaria de la opresión a los cuerpos de las mujeres, que son los dos ejes distintos que terminaron cruzándose en este cuento.
Una memoria de horror que llevás adentro por generación y por mujer se te materializa afuera como lo siniestro y así surge también lo sobrenatural, lo que está más allá de la comprensión racional y da miedo. A mí me dio miedo mientras escribía, creo que si no te creés lo que escribís, no podés transmitir el miedo.
T: ¿Cómo relacionarías esa clase de vínculo con la dictadura perpetrada en Argentina entre 1976 y 1983?
E.D: La dictadura fue un proceso histórico y humano, no sobrenatural, analizable y explicable. También es históricamente analizable la decisión del Estado terrorista de exterminar a la militancia con un modus operandi ilegal y de crueldad sin límite. De hecho, como crítica he trabajado esos temas, por ejemplo y sobre todo en Los prisioneros de la torre. Pero el trauma que esto generó en nuestra sociedad perdura hasta hoy como algo siniestro, con un componente de terror incomprensible. Por eso creo que hay bastantes ficciones recientes o relativamente recientes que exploran las posibilidades del género terror en relación con la temática de la dictadura.
La memoria del río
En "Los muertos del Riachuelo" (Interzona Editora)Hernán Domínguez Nimo se mete "con y en" las densas aguas aceitosas a cuyos márgenes lo urbano se yergue pleno de contradicciones. Desde lo profundo de ese curso, parafraseando al poeta Cátulo Castillo, "donde el barro se subleva" emergen seres caídos en busca de revancha. Reconvertidos en zombies encarnando, acaso, una forma de justicia poética, resurrección mediante, hay entre los emergentes quienes fueran arrojados vivos e inyectados con pentotal por los verdugos que habían usurpado el poder hace 46 años.
Télam: Tenemos con el río una relación conflictiva, inseparable del hecho de haber sido la gran tumba anónima que eligieron los genocidas para ocultar sus crímenes, ¿cómo llegó a ser el Riachuelo eje de tus relatos?
Hernán Domínguez Nimo: Cuando me propuse escribir sobre muertos vivos, no quise hacerlo por puro goce gore, sino vinculándolo a nuestra realidad. Entonces, la idea del Riachuelo, con todos sus muertos anónimos, se convirtió en el caldo de cultivo ideal para contar sus historias. Algunas las conocía, otras aparecieron mientras investigaba a fondo porque quería intentar, de alguna manera, abarcarlas a todas. Y de las que tocaba de oído -como la de los vuelos de la muerte- pude conocer mucho más a la hora de sentarme a escribir.
Pero "Los muertos del Riachuelo" habla de muchos otros temas además de los vuelos de la muerte, y de alguna manera todos son desaparecidos, algunos en época de democracia, quizás justamente por eso duelen más. Desaparecidos del hambre, desaparecidos de la policía, desaparecidos de la prensa, desaparecidos de la desidia. Ojalá algún día la lista se termine.
La devastación
Dedicada "a Rodolfo Walsh, en memoria", en "Realidad nacional desde la cama" Luisa Valenzuela revisa, desde la ficción y con una estructura teatral, la devastación psicológica y espiritual del autoritarismo. "Mientras escribía esta especie de sainete reveló Valenzuela en diálogo con Télam- tenía a presente a Rudy Walsh, mi querido y muy admirado amigo; por su enorme coraje, su sentido del humor tan particular y su obra teatral La Granada".
Publicada en 1990, la novela se anticipa a cuestionar desde la sátira y el grotesco el concepto del "fin de la historia", de mirada única, que era un lugar común de esos años, al tiempo que obliga a revisar las marcas que dejó la dictadura en tiempos de indultos e intentos de impunidad. "Siempre supe que escribir es mi única forma de reconectarme con esta entelequia llamada realidad", dijo.
En la novela, la inestabilidad política y el desorden económico y social de la Argentina de las décadas del 70 y 80, son elementos que llevan a la protagonista, que regresa a su tierra natal luego de diez años de exilio, a descansar en cama en la casa de country de una amiga. Como aturdida, con cierta desmemoria observa, padece y soporta con extrañeza una realidad donde es sorprendida por distintos dispositivos represivos personificados en una mucama, un televisor encendido, un grupo de militares, un desertor, un violador, un amante de múltiples personalidades y habitantes de la villa.
T: ¿Cómo se sitúa esa obra a 46 años del Golpe?
L.V.: Lo importante es seguir en la brecha. Temo que la cicatrización sea un proyecto infinito, porque cada tanto aparecen puntos de supuración muy perniciosos. Lo vivimos de cerca durante el gobierno anterior: cuestionamientos sobre cifras emblemáticas, negacionismos, desacreditaciones. Siguen latentes aún hoy, por eso conviene mantenerse alerta. Desde la sociedad en pleno. La literaria se hará eco de esos impulsos. El foco va cambiando si bien todo parecería estar concatenado (ni nosotros ni el país nacimos de gajo), y hoy nos desvelan esos vocablos que hemos aprendido no hace tanto tiempo: posverdad, lawfare, fake news. Allí, a mi buen entender, es donde entra en juego la ficción, capaz de transparentar una verdad que puede ir más allá de espurias intenciones.
T: ¿De qué forma aparecen en la literatura argentina las huellas de aquel horror de la dictadura?
L.V.: De las más variadas, y eso es lo bueno. Lamento no sentirme capaz de entrar en detalles y dar nombres: demasiados me quedarían en el tintero. Lo que me llama la atención es que en ciertos casos, pienso específicamente en Elsa Osorio pero de refilón me incluyo, hay una especie de ceguera ante el enfoque político en la obra de reconocidas escritoras argentinas. Quizá por tratarse de una mirada no canónica Por eso agradezco la particular valoración de esta breve novela que nació como obra de teatro en tiempos convulsos, incómodamente teatrales, por cierto.
La novela "Realidad nacional desde la cama" fue publicada en Argentina, México, Estados Unidos, Inglaterra, Italia, Alemania, Austria y Corea del Sur y se tradujo al inglés, italiano, alemán y coreano. Y vale recuperar las palabras que le dedicó Julio Cortázar: "Leerla es tocar de lleno en nuestra realidad, allí donde el plural sobrepasa las limitaciones del pasado; leerla es participar en una búsqueda de identidad latinoamericana que contiene por adelantado su enriquecimiento. Los libros de Luisa Valenzuela son nuestro presente, pero contienen también mucho de nuestro futuro".
Con información de Télam