"Ni siquiera es una estafa, es la muerte": así funcionaba por dentro la red de explotación sexual que se vendía como reclutadora de influencers

Prometían convertir a las personas en millonarias o famosas, pero en realidad escondían una red de explotación sexual vía streaming, en la que las mujeres eran obligadas a grabar contenido en hoteles bajo pautas y amenazas. El testimonio de una de las sobrevivientes que logró realizar la denuncia y la importancia del avance judicial en un caso que, por más "virtual" y "efímero", devela el entramado de violencias dentro del mercado de la pornografía.

27 de octubre, 2023 | 00.05

En octubre, la Policía de Seguridad Aeroportuaria desbarató una red de trata que captaba niñas y mujeres de entre 15 y 35 años con ofertas laborales engañosas en un “estudio de modelos webcam” llamada “Argentina Studios”, cuyas publicidades aparecían en Internet y redes sociales como Instagram y Tik Tok. Con promesas de pagos en dólares por otro tipo de tareas, reclutaban mujeres y las sometían a todo tipo de prácticas para realizar contenidos sexuales que se transmitían de forma online las 24 horas del día.

Los dueños de esta falsa agencia tendrían otros estudios de “modelaje” llamados “Rosario Models”, “Soul”, “Webcam Group” y “MR Studios”, denominaciones que eran modificadas periódicamente, donde comercializaban contenido erótico a través de la producción de fotografías y transmisiones pornográficas en vivo por distintas plataformas de streaming como “chaturbate.com”, “xlovecam”, “stripchat.com” y “cam.cam4.com”, entre otros. 

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A raíz de la denuncia de una de las víctimas de esta red, se llevaron a cabo veinte allanamientos, el secuestro de materiales probatorios y hay 10 detenidos en prisión preventiva. La sobreviviente -cuya identidad es reservada- tiene 33 años y se hace llamar “María”. La joven se animó a hablar con la Justicia para salvar a sus compañeras, y habló también con El Destape para contar su historia y alertar al resto de niñas y mujeres sobre las falsas ofertas laborales que prometen convertirlas en personas “famosas”, “millonarias”, o incluso en “youtubes” o “influencers”. “Es muy importante contar lo que me hicieron, porque esta gente bombardea con publicidad constante en tonos muy juveniles y captan a un montón de chicas jovencitas. Quiero que sepan que esto ni siquiera es sólo una estafa, es la muerte”. 

En el año 2020, en el contexto de la pandemia de Covid-19, María atravesaba una situación de extrema vulnerabilidad económica y de violencia doméstica. Siendo madre soltera de un menor de edad, empezó a vender contenido erótico por Internet desde su casa, pero el dinero que ganaba por ello no alcanzaba para mudarse. Buscó entonces en Internet alguna oferta laboral que le transmitiera “seriedad”, y fue así que se topó con las publicidades de Argentina Studios. 

“Eran súper lindas las páginas y la fotografía de este lugar. Parecía un lugar muy serio, quedaba cerca de donde yo vivía y prometían una remuneración de mil dólares mensuales”, comenzó a relatar. Así fue que se comunicó y la citaron “en un hotel muy bonito”. A ella y al resto de las postulantes les dieron una capacitación para enseñarles la actitud que deberían emplear frente a la cámara y cómo usar los programas para transmitir en vivo. María eligió qué ropa usar y qué hacer frente a cámara. Algunas de ellas elegían un baile sensual, mientras que otras chicas elegían tocar instrumentos e incluso conversar. 

Los primeros meses de trabajo en este lugar fueron “excelentes”, en un ambiente que se presentaba relajado, moderno, seguro y organizado. “Eran muy atentos con nosotras. Los viernes nos hacían sentar en grupitos e íbamos una por una hablando de nuestra vida y lo que queríamos hacer con el dinero”. María comprendió meses más tarde que la amable atención inicial no era más que un método para recolectar información personal de cada chica, que luego utilizarían en su contra para mantenerlas cautivas. 

Estos “estudios de modelaje webcam” se desarrollaban en hoteles y viviendas de la Ciudad de Buenos Aires. Algunos de ellos estaban ubicados en Bolívar 893, Av. Cabildo 3054, Av. San Juan 1271, Piedras 545, México 614 y Güemes 3602. Y en Montevideo 745, de la ciudad de Rosario, Santa Fe.

Tras ser evidente que las ganancias eran mucho menores que aquellas prometidas al inicio, esta red utilizaba un sistema de endeudamiento que responsabilizaba a las víctimas de su “fracaso”, caratulándolo como una pérdida de dinero para “la empresa”, por lo que se les creaba deudas con el “estudio”. Al mismo tiempo, se les imponía un sistema de multas por llegadas tarde o por negarse a hacer algún tipo de trabajo, y se les retenía su documentación personal con la excusa de trámites laborales. Esto desembocaba en un círculo de endeudamiento del que luego sería prácticamente imposible salir, ya que ante la incapacidad de pagarlo con dinero debían hacerlo con más trabajo.

Tras la deuda 

Una vez captadas, endeudadas y condicionadas, las víctimas ingresaban paulatinamente a una etapa de explotación despiadada. Los hechos relatados por María transcurrieron en el 2020, en el marco de la cuarentena, cuando las páginas pornográficas incurrían en mayor demanda. Y cuanta más demanda, mayor oferta estas redes necesitaban crear.

Con “certificados truchos”, los explotadores exigían a las víctimas que fueran presencialmente a salas de streaming repartidas en casas y hoteles “ubicados en pleno Palermo o San Telmo”. 

Un día ellas llegaron y “las cosas habían cambiado”: “Nos empezaron a decir que íbamos a tener que hacer una sesión de fotos explícitas. Yo entendía que con "explícitas" se referían a que iban a ser desnudas, pero no. Nos hicieron hacer fotos en situaciones muy humillantes. Y si no las hacíamos nos las iban a cobrar”. 

Las transmisiones de las mujeres desde distintas habitaciones eran supervisadas constantemente por “monitores”, es decir, hombres dedicados a vigilar los streamings de cada una de las chicas. Al igual que ellas, ellos también estaban loggeados con sus usuarios en las páginas y podían enviarles mensajes a las víctimas o interactuar con los clientes, haciéndose pasar por ellas. 

En la teoría, el rol de los monitores era cuidar y asesorar a las mujeres ante las cámaras. Sin embargo, sus exigencias también fueron recrudeciendo: “Mientras hacíamos esas producciones tan humillantes, nuestro monitor a cargo nos obligaba a ser penetradas con dildos. Recuerdo que nos ponía una pantalla de luz en la cara y se reía de nosotras”. 

El contenido que buscaban producir con ellas comenzó a ser cada vez más violento y, por ende, “el público que consumía exigía también otro tipo de servicio”, ya que “ellos pagaban muy bien para que sean cumplidos sus morbos”.

Más tarde, en pos de “aumentar la productividad”, hubo nuevas disposiciones: se les negó el horario de almuerzo y se redujo al mínimo las idas al baño, debiendo ellas realizar transmisiones sexuales ininterrumpidas de entre ocho y dieciséis horas. “En esa sesión, cuando le tocó el turno a mi compañera, yo escuchaba cómo gritaba. Se me aflojaron las piernas, me di media vuelta y salí. Sentía que me iba a desmayar, así que les pedí que por favor me dejaran comer, y me dieron 20 minutos antes de estar conectada de nuevo”, relató María. 

Ante la mala alimentación y los cinco grados de un invierno transcurrido semidesnudas en una casona sin calefacción, muchas se enfermaron y se generó un gran foco de contagio de COVID. Sin obra social y con los hospitales públicos colapsados, estas mujeres fueron obligadas a seguir trabajando. Algunas no pudieron, otras se negaron, por lo que “la situación se puso cada vez más tensa en ese lugar”.  

Las jornadas de transmisión empezaron a ampliarse, la humillación y violencia ya era constante y algunos clientes que serían “VIP” o “amigos” empezaron a solicitar encuentros personales. Contra su voluntad, la víctima fue obligada a tener encuentros sexuales con quien sería miembro de las fuerzas de seguridad en un hotel alojamiento. 

“Tras ese encuentro, quedé embarazada y empezaron a presionarme para interrumpirlo. Me decían que yo ya tenía 31 años y que a los 35 no iba a servir más para esa industria, que sin estudios mi única salida era seguir trabajando de eso. Que sólo así me iba a poder mudar y salvar a mi nene”, contó. Y continuó: “Me dieron pastillas y me hicieron abortar en frente de cámara, para vender el contenido en la deep web. Ese día había más cámaras en mi habitación, pero mi cabeza ya no funcionaba. Yo tenía pánico, pero me obligaban a bailar y sonreír. Mi cara estaba gris y en el chat los clientes preguntaban si estaba bien. Yo sentía que me moría”. 

Alzar la voz frente a la complicidad

María llegó a pesar 45 kilos, razón por la cual “era la modelo favorita” de una de sus explotadoras. “Me gusta ella porque la puedo vestir como quiera”, le dijo esta “coach” a María, y le ofreció un “crecimiento profesional”: llevarla a Rosario, junto a otras chicas, para trabajar en su propio proyecto. 

Habían contratado unos micros enormes, negros, polarizados, donde llevaban chicas desde Buenos Aires a Rosario. No sabíamos a quiénes se llevaban. Tratábamos de ver en las páginas los perfiles de nuestras compañeras. Algunos comenzaron a desaparecer y nos empezamos a desesperar”, relató la víctima que, a su vez, detalló que sus explotadores “estaban trayendo chicas nuevas de otros países”, que “ni siquiera conocían las cuadras que rodeaban el hotel” y que eran “completamente vulnerables”. 

Los proxenetas no les permitían hablar entre ellas y generaban rivalidades a través de “chismes” ficticios. Sin embargo, el miedo y preocupación ante este nuevo escenario las llevó a buscar algún espacio de comunicación cuando los monitores bajaban la guardia. “Hablando con ellas, no sólo me di cuenta de que lo que me pasaba a mí nos pasaba a todas, y que yo no estaba loca como me querían hacer creer, sino también de que teníamos que buscar la manera de salir de ahí antes de que nos lleven a Rosario o nos sacaran del país”.

Así fue como María se convirtió en la “oveja negra”, apodo que sus explotadores le adjudicaron por defender a sus “compañeras menores” en más de una ocasión, y por organizar un riesgoso grupo de WhatsApp con otras chicas para organizarse y “desaparecer de a poco”. 

Las mujeres dejaban sus pertenencias en el lugar “como si al día siguiente fueran a volver”. Esto generaba un efecto “embudo”, donde las que quedaban sufrían las reprimendas y presiones ante esta situación. “Yo era la más grande ahí, y ya no sentía nada. Estaba completamente disociada, así que opté por cubrirlas a ellas”, contó María, quien tiempo después también dejó de ir. “Vivía encerrada, con terror de que me encontraran. Mi teléfono no paraba de sonar”. El terror no la paralizó por completo, por lo que se contactó con una abogada particular para pedir ayuda.

María logró denunció este lugar, pero por un año la causa estuvo inmóvil: mediaba un pedido de archivo fiscal por “falta de pruebas”. Fuentes de la Defensoría General de la Nación detallaron a este medio que “sólo se hicieron algunas medidas encomendadas a la policía de la zona, muy mínimas. No allanaron el lugar y no les permitieron a las chicas declarar”. Las fuerzas de seguridad “no encontraron” el lugar denunciado. Según detalla la víctima, a estas mismas fuerzas pertenecería el perpetrador de la violación que dio origen a su embarazo.

Ante esta situación, “la oveja negra” llamó a la línea 145, administrada por la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (PROTEX), y fue allí que la causa comenzó a avanzar. La investigación a cargo de la Fiscalía Federal N°1 había comenzado a inicios de 2021 con la denuncia de la Asociación Madres Víctimas de Trata que encabeza Margarita Meiras, pero el fiscal Ramiro González había pedido que la causa se archive en junio de 2022.

Así fue como esta causa casi queda sepultada por el mal accionar judicial y policial, pero la víctima tuvo el coraje de insistir y a partir de junio del corriente año, logró el acompañamiento del Programa de Asistencia y Patrocinio Jurídico a Víctimas de Delitos de la DGN, coordinado por el Dr. Pablo Rovatti y con intervención de la defensora coadyuvante, Clarisa Moreyra. Hasta entonces, “estas casas seguían funcionando”.

En ese sentido, en comunicación con este medio, Rovatti afirmó: “La intervención de la víctima en el contexto de una investigación fiscal que venía lamentablemente demorada, permitió no sólo requerir medidas de prueba indispensables para robustecer la imputación, sino sobre todo a hacer cesar los gravísimos delitos contra muchas mujeres que la organización criminal seguía explotando hasta el día mismo de los allanamientos y detenciones”.

También resaltó que “el procesamiento pone de relieve las dimensiones y complejidad de estas nuevas modalidades más sofisticadas de trata de personas, que es urgente conocer y erradicar”.

Los procesamientos y la infraestructura detrás de la red

Tras las detenciones e indagatorias, el día 18 de octubre pasado los once imputados resultaron procesados. Cuatro de ellos (M.F., J.S., M.R.G y H.B) oficiaban de jefes de esta organización y obtenían las ganancias de la explotación sexual de las víctimas. También procesaron a dos mujeres que regenteaban y a otros dos que trabajaban de "monitores", procurando la explotación directa de cada una de las víctimas.

Para mantener a las víctimas cautivas, se utilizaban “coaches” que se encargaban de extraer información sensible de cada una de ellas para luego utilizarla mediante amenazas en caso de que quisieran abandonar el lugar. Del proceso de explotación, también participaba una fotógrafa que filmaba situaciones no consensuadas para venderlas en Internet.

Finalmente, la gestión de los pagos se realizaba a través de criptomonedas, que se monetizaban luego a través de una página web regenteada por los jefes de la organización, para derivar, finalmente, ese dinero a una casa de cambio ilegal a cargo de E.A.R., también procesado.

Al ser consultado sobre aspectos que distinguen a este caso de trata de personas con fines de explotación sexual de otros, Rovatti sostuvo que “las actividades sexuales ofrecidas por esta organización se llevaban adelante casi en su totalidad de manera virtual, por eso el caso significó un verdadero desafío en términos probatorios, ya que todo el material producido vía streaming se caracteriza por ser efímero y no dejar rastros en la web”. Además, “el modo de pago de estas actividades es a través de criptomonedas, que por su volatilidad y estructura implican una baja o, en ocasiones, imposible trazabilidad”. 

Con esta perseverancia, María logró escapar de esta red y salvar luego a sus compañeras: “Necesito hacer hincapié en que las chicas que vayan a estos lugares puedan darse cuenta y hablar a tiempo. Hoy si buscás en Internet, casi no hay información sobre chicas que hayan logrado salir. Por eso es tan importante concientizar sobre esto. No es una oferta laboral, es una carnicería”.

Efecto cenicienta: la manipulación como anzuelo

A partir de la investigación judicial, se pudo establecer que las personas explotadas eran elegidas en función de su situación de vulnerabilidad social, económica y afectiva. Estas redes cuentan con un gran manejo de cuestiones psicológicas, a las que María denominó “efecto cenicienta”.

Todas nosotras teníamos situaciones complejas en nuestras casas. Yo siempre viví en situaciones muy hostiles y violentas. De repente vas a lugares súper lindos y te tratan como una estrella, te hacen redes sociales y te compran seguidores. Los tipos que consumen esto todo el tiempo te están diciendo que sos hermosa, te halagan todos, y eso multiplicado por tantas horas de exposición empieza a crear una disociación grande”, comentó la entrevistada.

También detalló que estas redes apuntan a chicas jóvenes, no sólo por cuestiones estéticas, “porque hay mucho consumo pedófilo, donde incluso a las chicas grandes las aniñan constantemente”, sino que “es más fácil quebrar la voluntad de una chica que todavía está formando su personalidad”. 

“Cualquiera puede ser víctima de una red de trata”, ya que los explotadores cuentan con recursos, infraestructura y logística para captar y retener a sus víctimas, incluso proveyéndoles de “asistencia psicológica”: “Si nos quejábamos o decíamos que no nos sentíamos bien, teníamos a disposición un ‘psicólogo’. Lo único que te decía era que tenías que ser más positiva, más productiva y que dependía de vos tener dinero. Hoy lo veo desde afuera y era claro que él también era uno de ellos”. 

Los explotadores logran una manipulación casi completa de la víctima, pero para esto necesitan primero “quebrarlas”. Les prometen el cielo para descenderlas al infierno. 

“Llega un momento en que una realmente cree que lo que pasa es su culpa, y se naturaliza la violencia extrema. Yo ya no sentía nada, no me daba cuenta de lo que me estaban haciendo. Me di cuenta porque veía lo que les hacían a mis compañeras”, relató María, quien más tarde sería diagnosticada en terapia con "anexitimia", es decir, la incapacidad o dificultad para descifrar y expresar las emociones propias. 

María decidió contar su historia a este medio para concientizar sobre las atrocidades que suceden en estas redes de trata, y los oscuros y crueles niveles de explotación que hay detrás del mundo de la pornografía machista: “Las humillaciones llegaban a puntos como obligar chicas a usar chupetes o mamaderas delante de cámara, a dejarnos menstruar un solo día al mes haciéndonos cortar esponjas de baño para introducírnoslas el resto de esos días, o usar por horas juguetes sexuales manejados por clientes”, detalla.

*Si sos víctima de trata o podés aportar información sobre estas redes, podés llamar a la línea 145 de manera gratuita y anónima, todos los días, las 24 horas. Denunciar salva vidas.