Aunque no es el único, el virus del dengue (DENV) tiene una particularidad: cuando una persona se infecta primero con uno de sus cuatro serotipos y luego con otro diferente, aumenta su riesgo de desarrollar la forma grave de la enfermedad, llamada dengue hemorrágico y potencialmente mortal.
“Se da un fenómeno llamado ‘estimulación mediada por anticuerpos’ –explica Diego Flichman, profesor de virología de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA, e investigador del Conicet en el Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y Sida–: los que uno desarrolló contra la primera cepa, cuando se unen a otra, no solo no la neutralizan, sino que además llevan el virus hacia la célula donde se replica; o sea, que provocan una infección varios órdenes de magnitud más grave que la primera”. El hecho adquiere más relevancia si se tiene en cuenta que, a diferencia de lo que ocurría en brotes previos, durante los que predominaba un solo serotipo, en el último que ocurrió en la ciudad cocircularon dos diferentes.
Flichman es el primer autor de un relevamiento nacional sobre inmunidad frente a este virus, que acaba de publicarse en el Journal of Clinical Virology. Se hizo a partir de 1530 muestras de 12 bancos de sangre, y de más 80 ciudades del centro y norte del país. Revela que casi el 25% de los adultos del AMBA ya tiene anticuerpos contra el dengue. El estudio fue difundido por Gabriel Stekolschik, en www.nexciencia.exactas.uba.ar.
El dengue es una infección viral transmitida a los humanos por la picadura de mosquitos infectados cuyos principales vectores son los Aedes aegypti y, en menor medida, Ae. Albopictus. No tiene tratamiento y el mejor recurso es la detección precoz para ofrecer cuidados sintomáticos. Se presenta en climas tropicales y subtropicales, sobre todo en zonas urbanas y semiurbanas. En el país, se creía circunscrito al norte, pero trabajos como el de María Sol de Majo y colegas del Grupo de Estudio de Mosquitos de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, descubrieron que estos se están adaptando a las temperaturas más frías, como las imperantes en Buenos Aires y sus alrededores.
Los científicos analizaron 150 muestras de cada región (unas 300 de la zona metropolitana). Excluyeron el sur del país, donde solo se registran casos esporádicos y mayormente importados. “La investigación no es muy grande y, como siempre, puede haber un cierto error estadístico –explica Flichman–, pero ante este resultado un poco inesperado, hicimos más tests y nos volvió a dar lo mismo. Es un número muy útil como punto de partida, porque en el futuro tendremos una referencia, un primer dato”.
Según este análisis, el 24,5% de los habitantes del AMBA mayores de 18 años tuvo dengue en algún momento de su vida, una prevalencia mayor que la de Corrientes (20,4%), Córdoba (12,7%), Tucumán (10,7%), Entre Ríos (7,7%), Santa Fe (7,3%), o Chaco (7,1%). Solo Misiones (27,5%) y Santiago del Estero (27,0%) tienen prevalencias mayores. En 2020, en el AMBA circularon dos serotipos: el 42% de los casos correspondieron a DENV-1 y el 56%, a DENV-4.
“El muestreo se hizo en forma aleatoria, tratando de representar distintos grupos etarios y los dos géneros –destaca Flichman–. Vimos una prevalencia un poquito más alta en función de la edad, algo lógico porque el que atraviesa varios brotes tiene más chance de verse afectado. No debería haber un sesgo significativo, porque el mosquito no discrimina y la población que va a donar sangre en general no tiene una preselección, como ocurre con quienes tienen conductas de riesgo, que se autoexcluyen si uno quiere evaluar infecciones por HIV o hepatitis B, por lo que podría representar a toda la población adulta de esa parte del país”.
En alza
Hasta hace no mucho más de un lustro, en la zona metropolitana no había reportes de dengue. De acuerdo con lo que documenta Stekolschik, el primer brote local data de 1916 y afectó a unas 15.000 personas de Entre Ríos. “A mediados del siglo pasado, mediante programas de control del Aedes aegypti, fue erradicado –escribe–, pero en 1997 volvieron a reportarse casos de transmisión autóctona. Desde entonces, es una enfermedad endémica, con relativamente pocos casos localizados mayormente en las provincias del norte. En 2009 se produjo un brote epidémico que provocó alrededor de 28.000 infecciones. Un segundo brote, en 2016, registró unos 49.000 casos y poco tiempo después, en 2020, ocurrió el último, que afectó a unas 57.000 personas”.
Los autores del trabajo atribuyen el alto nivel de prevalencia de anticuerpos contra el virus en el AMBA a la densidad poblacional: “facilita la transmisión, porque el mosquito tiene un alcance de alrededor de 100 metros –dice Flichman–, pero claro, si en esa cuadra vive un montón de gente, la posibilidad de causar infecciones aumenta respecto de lugares donde la densidad poblacional es muy baja. Además, al haber más humanos, hay más reservorios donde se junta agua, que ofrecen las condiciones que facilitan que el mosquito esté circulando”.
Un dato interesante es que el número de personas aparentemente infectadas es mucho más alto que el de casos diagnosticados, algo que se explicaría porque la mayoría son asintomáticos o tienen síntomas leves. “Como siempre, los asintomáticos son un problema epidemiológico importante, porque pasan desapercibidos para el sistema y son fuente de transmisión –subraya el investigador–. Los diagnosticados en el último brote fueron muchos, pero si un cuarto del área metropolitana se infectó, estamos hablando de más de un millón de personas. Incluso si la proporción fuera del 15% en lugar del 25%, serían más de 300.000. Por supuesto, que tengan inmunidad no quiere decir que se infectaron el año pasado, pueden ser de 2016 o de 2009…. Hay que sumar todos los brotes. Pero de todas maneras, hay una distancia importante entre los que fueron diagnosticados y los que tienen inmunidad”.
Andrea Gamarnik, de la Fundación Instituto Leloir y referente internacional en la biología del dengue, consideró muy positivo que se esté analizando en qué situación nos encontramos con respecto a esta virosis, que en 2020 causó un brote importante y cuyo estudio quedó relegado, como tantos otros, por la pandemia. Gamarnik se sorprendió por la alta prevalencia que arrojó el análisis del AMBA. “Es muchísimo”, opinó.
En la actualidad, existe una vacuna contra la enfermedad aprobada en la Argentina y también en otros países, pero la Organización Mundial de la Salud la indica solamente para aquellos que ya la tuvieron. Esta indicación se fundamenta en que no protege un ciento por ciento contra los cuatro serotipos. Entonces, si uno genera anticuerpos contra todos, pero luego se infecta con alguno contra el cual la protección es de un 50%, es como si tuviera una segunda infección, pero con inmunidad no protectiva, lo que en lugar de ayudar puede complicar. “La OMS sugiere utilizarla en lugares donde la prevalencia sea del 70% (acá es de menos del 20%)”, explica Flichman.
Y concluye: “Estos resultados son un llamado de atención que debería aumentar la conciencia ciudadana. Si uno tiene macetas u otros recipientes, tiene que tratar de que no quede agua. Por más campañas que se hagan, si no empezamos a cuidarnos todos, es muy difícil prevenir. Tratemos de evitar la primera infección”.
Según la OMS, en las últimas décadas aumentó enormemente la incidencia del dengue en el mundo. Según una estimación, se producen 390 millones de infecciones por año, de las cuales 96 millones tienen síntomas de distinta gravedad. El número de casos notificados se multiplicó por ocho en las dos últimas décadas, desde 505.430, en 2000, a más de 2,4 millones en 2010 y 5,2 millones en 2019. Antes de 1970, solo nueve países habían sufrido epidemias de dengue grave. En la actualidad, la enfermedad es endémica en más de 100 países de África, América, el Mediterráneo Oriental, Asia Sudoriental y el Pacífico Occidental.
Entre los coautores del trabajo figuran Federico Di Lello y Gabriel García, también de la cátedra de Virología de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA, y Alfredo Martínez, de Cemic. “Ellos se pusieron al hombro la coordinación de decenas de centros que nos enviaron las muestras en tiempo y forma”, afirma Flichman.