Lo que el COVID nos dejó: aciertos y errores que arroja el balance de la pandemia

Ni la cuarentena más larga, ni el mayor número de muertes por cada 100.000 habitantes; qué conclusiones surgen de la revisión de lo realizado en la Argentina

20 de marzo, 2025 | 00.05
Lo que el COVID nos dejó: aciertos y errores que arroja el balance de la pandemia Lo que el COVID nos dejó: aciertos y errores que arroja el balance de la pandemia

Corrían los últimos días de 2019, cuando empezaron a diseminarse por el planeta noticias sobre una misteriosa neumonía de causa desconocida surgida en la ciudad de Wuhan, China. 

Según medios estatales de ese país, la infección se confirmó por primera vez el 31 de diciembre en esa ciudad habitada por más de 11 millones de personas. Ese mismo día se informó a la oficina de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La mayoría de los afectados tenía vinculación o residía en las proximidades del mercado mayorista de mariscos y animales silvestres de Huanan. Un grupo de expertos, encabezados por Xu Jianguo y convocados para detectar el origen de la enfermedad determinó que se trataba de un nuevo tipo de coronavirus

El mercado de Wuhan (National Geographic)

El 3 de enero de 2020, China notificó a la OMS que ya había 44 pacientes diagnosticados con fiebre, dificultades respiratorias y lesiones invasivas en ambos pulmones, 11 de ellos, graves. En esos primeros días, se creyó que la transmisión de persona a persona no era significativa. Menos de dos semanas más tarde, Tailandia dio a conocer el primer caso en un viajero proveniente de esa ciudad y el 30 de enero siguiente, la OMS declaraba la emergencia de salud pública de importancia internacional.

Un hombre de 43 años que había estado en Milán, y en otras ciudades de Italia y España fue el primer caso notificado en la Argentina. Lo que siguió es historia conocida. El planeta literalmente se detuvo. Hubo aislamientos forzosos, invasión de fauna silvestre en ciudades desiertas, suspensión de clases, espectáculos y tránsito urbano, ayudas económicas de excepción para trabajadores que no podían ganarse el sustento y compañías forzadas a interrumpir su producción, escenas que no hubiéramos imaginado ni en nuestras peores pesadillas (como camiones frigoríficos en las puertas de hospitales neoyorquinos), disputas entre países desesperados por obtener insumos básicos escasos (barbijos, jeringas o viales para vacunas), hospitales de campaña, politización de las medidas de salud pública… 

Camiones frigoríficos en hospitales de Nueva York

Cinco años más tarde, la luctuosa contabilidad sanitaria arroja más de 690 millones de casos de la enfermedad en 260 países y territorios, y casi siete millones de fallecidos registrados, aunque estimaciones indirectas calculan que esa cifra podría ser tres veces mayor y rondaría los 20 millones

Pero en medio de un cóctel de mezquindades, miserias y desinformación, también hubo lugar para hechos notables. Por supuesto, uno de ellos fue el desarrollo de múltiples vacunas en menos de un año, algo nunca antes visto. En el plano internacional, las revistas científicas levantaron sus muros de pago para que el conocimiento circulara sin barreras. En nuestro país, se obtuvieron en tiempo meteórico kits para medir anticuerpos, se reconvirtieron laboratorios para hacer diagnóstico, equipos de científicos y científicas de todo el país unieron fuerzas para monitorear la circulación de las variantes del virus, se ensayaron nuevos fármacos, se analizaron posibles tratamientos y los resultados de los estudios de las vacunas que se estaba desarrollando, se diseñaron barbijos con mayor capacidad filtrante que se transfirieron a la industria privada y métodos de testeo agrupado para reducir costos y tiempo, se puso online para uso público y gratuito el diseño de detectores de dióxido de carbono para hacer medición indirecta del riesgo de transmisión del virus en ambientes cerrados, se hicieron millones de simulaciones para diseñar cuarentenas intermitentes y programadas, se hizo análisis de datos para pronosticar picos de casos y las medidas de control más adecuadas… Y hasta se desarrolló una vacuna íntegramente made in Argentina, liderada por Juliana Cassataro en la Universidad Nacional de San Martín, un hecho único e histórico en la región.

Andrea Gamarnik y equipo, con el test CovidAR

Para Leda Guzzi, que fue en esos tiempos aciagos vocera de la Sociedad Argentina de Infectología, la pandemia dejó en claro que el precario equilibrio ecológico que habitamos, y las condiciones de vida y convivencia con el reino animal llevan a que los virus puedan “derramarse” fácilmente de animales a humanos y viceversa.

“Nunca debemos subestimar el poder de expansión de un virus nuevo para el que la humanidad no tiene anticuerpos –reflexiona Guzzi–. No respetan fronteras en un mundo globalizado. Esta certeza requiere de la acción coordinada y colaborativa de los países, buscando el bien común y uniendo fuerzas en pos de objetivos, cómo mitigar la transmisión, disponer recursos humanos y físicos para el diagnóstico y el tratamiento, la investigación y el desarrollo de vacunas y fármacos activos, entre otros. Tampoco hay que subestimar los mecanismos de transmisión. Es preferible ir de más a menos. Por ejemplo, en la pandemia se demoró mucho en aceptar la transmisión del SARS-CoV-2 por aerosoles y esto llevó a perder oportunidades de prevención”.

Muertes por Covid según la región (Ourworldindata.org)

La especialista también subraya que la identificación, aislamiento y seguimiento de contactos es clave para contener una epidemia, debe organizarse minuciosamente y disponer de recursos para eso; es fundamental la comunicación clara, asertiva y veraz, y las medidas de salud pública, sobre todo aquellas que afectan las libertades individuales, deben tener un principio y un final que deben explicarse con claridad una y otra vez.

La cuarentena, por ejemplo, fue una medida imprescindible para evitar la diseminación de la epidemia, mientras se preparaban los recursos para enfrentar el peor momento –destaca Guzzi–. Salvó miles de vidas. Especialmente cuando se sabía poco del virus y su impacto clínico, y cuando la población no contaba con anticuerpos ni se vislumbraba una vacuna. Sin embargo, ‘con el diario del lunes’, creo que hubieran sido más eficaces cuarentenas intermitentes con un principio claro y un final”.

Con respecto a lo realizado en la Argentina, aunque hay cosas que podrían haberse mejorado, Tomás Orduna, exjefe de medicina tropical y del viajero en el Hospital Muñiz, considera que en general se actuó correctamente. “Las cosas se hicieron bien para la falta de conocimiento que había en el mundo sobre un patógeno nuevo, desconocido y con altísima transmisibilidad interhumana –subraya–. Y lo muestran estudios internacionales como el publicado en The Lancet: nuestra cuarentena, que comenzó a regir el 20 de marzo de 2020 (después de una alerta que pedía distanciamiento social el 12 de ese mes) nos permitió atrasar el primer gran impacto desde el otoño de ese año a la primavera. Si no hubiésemos hecho eso, no hubiéramos podido capacitar al sistema sanitario. En esos aproximadamente seis meses, pudimos incorporar 4000 nuevas camas de terapia intensiva con respiradores que resultaron ser una herramienta fundamental para los pacientes críticos y graves. Se armó una ‘mesa intersectorial de oxígeno’ que, a diferencia de lo que lamentablemente ocurrió en países hermanos, como Perú, Bolivia y México, permitió proveer de oxígeno al 99.99% de las personas que lo necesitaron, tanto en el hospital público como en los de obras sociales o sistemas prepagos. Nadie tuvo que ir a comprar oxígeno ni a pagar por un respirador. En el trabajo de The Lancet, uno de cuyos autores es el argentino Luis Cámera, se muestra que nuestra cuarentena quedó en un lugar intermedio entre las más largas, como la China, y las más cortas y débiles, como la de Suecia”. 

Muertes por Covid por millón de personas (Ourworldindata.org)

Con respecto a la cantidad de muertes por millón de habitantes, la Argentina también quedó en un lugar intermedio. “Con una salvedad: somos, junto con Canadá, los dos países que tuvieron la menor caída de esperanza de vida hasta 2022”, afirma. Un trabajo de Alfredo Calcagno, doctor en Economía por la Universidad de París y de larga actuación en la Organización de las Naciones Unidas, comparó datos surgidos del World Mortality Dataset y mostró que, si bien cada muerte es una tragedia, los números en este aspecto ubican a la Argentina en los últimos lugares de la tabla. 

Orduna también rescata el plan de vacunación: “Fuimos uno de los primeros países de América Latina en empezar a vacunar [México, Chile y Costa Rica comenzaron el 24 de diciembre de 2020, la Argentina, el 29] –subraya–. El ‘vacunatorio VIP’ es una mancha como puede existir en cualquier familia. Pero la vacuna rusa fue excelente, su provisión se interrumpió por la guerra con Ucrania. Incluso tuvimos la posibilidad de fabricarla prácticamente acá. Luego llegaron las vacunas a ARN, que tienen una plasticidad maravillosa para producirlas en poco tiempo. Son excelentes, pero la rusa también era buena. Cuando llegó la poderosa segunda ‘ola’, en otoño de 2021, nosotros, si no hubiéramos empezado cinco meses antes a vacunar, hubiéramos tenido un panorama infinitamente peor, desolador”.

También Rodrigo Quiroga, doctor en ciencias químicas y profesor de bioinformática en la Universidad Nacional de Córdoba, incluye la campaña de vacunación entre las cosas que mejor se hicieron. “Se conformaron rápidamente equipos para trabajar de manera coordinada y se establecieron mecanismos de asesoramiento científico bastante eficaces en algunas provincias”, menciona. 

Exceso de muertes por Covid (Eric Calcagno)

Por otro lado, entre lo que se hizo mal, considera que faltaron comités de toma de decisiones en el nivel nacional que incluyeran no solo infectólogos, sino también sociólogos, politólogos, psicólogos. Incluso piensa que una materia que quedó pendiente fue institucionalizar la conformación de estos grupos multidisciplinarios para que estuvieran disponibles en el caso de tener que afrontar una futura crisis sanitaria. 

Debido a la politización, y la alta circulación de noticias falsas y conspiranoicas, la próxima pandemia va a ser mucho más difícil –comenta–. Creo que se va a exacerbar la politización de las medidas de salud pública y eso hará mucho más difícil implementar algún tipo de aislamiento o disminución de la movilidad. Es un problema, porque resulta la herramienta más eficaz; en particular, en los momentos más álgidos. Igual que el control de los ingresos por las fronteras. Se manejó bien en un momento, pero después se bajaron los brazos, no hubo forma de mantenerlo en el tiempo, lo que hubiera sido muy positivo hasta la llegada de las vacunas. Además, dejamos caer en desuso medidas que sabemos que funcionan y no solo para el Covid, sino para todas las enfermedades respiratorias, como es el uso de de barbijos. Hoy sabemos que la principal función del barbijo no es la de evitar contagio por superficies, sino la de disminuir la expulsión de virus en aerosoles. Para eso, los que ajustan bien en la cara, incluso los quirúrgicos funcionan bastante bien, son económicos y tenemos un montón. Sin embargo, no sostuvimos su uso ni siquiera en las salas de guardia de los hospitales o en el transporte público cuando uno tiene tos y está mal de la garganta”. 

El barbijo diseñado por investigadores del Conicet

Con respecto al rol de la Organizacion Mundial de la Salud (OMS), que algunos discuten y acerca de la cual el gobierno manifestó su intención de retirarse, para Quiroga estuvo “bien” en líneas generales, “con la salvedad de su demora en aceptar la transmisión por aerosoles –detalla–. Creo que ése fue el punto débil y no lo achacaría a la organización en general ni a sus directivos, sino a ciertas personas que influyeron en comisiones particulares. Eso demoró todo y causó grandes problemas. Si hubieran sido más rápidos para actuar con la evidencia disponible, se hubiera evitado la confusión respecto de si servían o no los barbijos, y se podrían haber salvado muchas más vidas. La ciencia depende de la ‘falsabilidad’ de hipótesis, que cambiamos cuando surgen nuevas evidencias que las refutan. La demora llevó a una merma de la  aceptación social de una herramienta fundamental”. 

Consultado por El Destape, el dramaturgo estadounidense Christopher Bailey, responsable de la iniciativa Arte y Salud de la OMS, explica que “Hay una confusión acerca de la autonomía de los países. La OMS sólo interviene a petición del estado miembro. Servimos a sus intereses. Reunimos la evidencia y presentamos, basándonos en la evidencia, el que creemos que es el camino más efectivo a seguir en colaboración con las autoridades locales. Pero si lo implementas o no depende totalmente del país. No tenemos autoridad para imponer nada. Hay un solo tratado que la OMS ayudó a negociar y fue creado por los propios estados miembros. Es el marco para el control del tabaco. Es el único que tiene algún tipo de capacidad de aplicación por ley. Y ahora mismo estamos negociando otro contra las pandemias, que es extremadamente importante. Pero, repito, no es la OMS la que impone nada. Son los Estados miembros que se unen para enfrentar y coordinar una posible amenaza común, gestionarla de manera efectiva y limitar el sufrimiento y la pérdida de vidas. Los problemas globales que nos afectan a cada uno de nosotros localmente, requieren coordinación global a través de la OMS y agencias técnicas hermanas. Si un país individual se retira de esa conversación, no será parte de la solución. En realidad, pierde poder. No se trata sólo de si la Argentina necesita a la OMS, el mundo necesita a la Argentina, ahora no es el momento de huir”.

Y agrega: “Ninguna organización es perfecta todo el tiempo. Siempre estamos aprendiendo. Es la esencia del método científico. La ciencia no es algo que exista como un ideal platónico, es algo vivo basado en nuevos conocimientos que se van sumando. Cuando ocurre un evento traumático, tenemos la tendencia de ‘matar al mensajero’. Creo que una de las cosas que podríamos hacer mejor es anticipar y gestionar ese tipo de reacciones emocionales. La ciencia tiene que ser objetiva, pero la forma en que la practicamos no tiene porqué serlo. Podemos ser más humanos. La pandemia fue una experiencia traumática para todos, pero la respuesta no es rechazar la ciencia y las personas que intentan ayudarte, sino trabajar juntos. Eso es lo que tenemos que fomentar”.

Ante la pregunta de si podríamos haber hecho mejor las cosas,  Orduna contesta que, con lo que hoy se sabe, sí, sin duda. Por ejemplo, haber permitido el acompañamiento de las personas que estaban en cuadros críticos o en sus minutos finales. “Es uno de los cuadros más dolorosos que dejó la pandemia –lamenta–. No solo la muerte, sino el no poder despedirse del deudo. Permitir la despedida o el acompañamiento cuando ya sucedió la muerte me parece que es algo de lo que debería revisarse, aún a expensas de algún contagio”. 

También considera que habría que repensar la suspensión de clases, que aunque inicialmente fue fundamental y adoptada en todo el mundo, debería adaptarse a cada provincia, a cada institución, porque no todas tienen las mismas características. 

Los chicos pasaron meses sin poder ir a clase por la pandemia

Sin embargo, aunque la pandemia nos dejó muchas enseñanzas, los especialistas no son muy optimistas frente a las amenazas que acechan, como la gripe aviar. 

“Es clave contar con un liderazgo sólido, con bases científicas, formado y con alta capacidad de gobernanza para liderar la respuesta a una pandemia o epidemia de semejante magnitud –afirma Guzzi–. También es indispensable la solidaridad dentro de la comunidad, y entre comunidades y países. La distribución equitativa, por ejemplo de las vacunas, es un imperativo ético. Y dado el rol central de las vacunas para quebrar la curva de morbimortalidad, necesitamos contar con prototipos de plataformas vacunales que rápidamente puedan adaptarse a nuevos patógenos. Los ensayos clínicos y los procesos regulatorios deben adecuarse al contexto de emergencia”.

“Soy pesimista sobre la reacción ante una nueva pandemia, especialmente si es un virus que se transmite por aerosoles –dice Quiroga–, porque creo que va a haber gran resistencia social a muchas de las medidas de salud pública. Si la mitad de la población no quiere acatarlas, las posibilidades de frenar la propagación inicial de la enfermedad va a ser prácticamente imposible. Por eso, creo que en la medida de lo posible se debería ir trabajando con tiempo. Hay que estar preparados y eso lleva mucho trabajo, que me parece que no se está haciendo”. 

“Las amenazas que se advierten en el horizonte nos encuentran muy mal –concluye Orduna–. Con todo lo decepcionante desde el punto de vista económico o social que puede haber sido la anterior gestión, era de un signo político que siempre pensó en los más necesitados y en la que la salud pública era un estandarte, como lo marcó Ramón Carrillo en los años cuarenta. Si ahora surgiera una epidemia grave, sería peligrosísima para la población”. 

En la revista Science, Maria Van Kerkhove, que encabezó durante más de dos años las conferencias públicas que ofrecía la OMS por la pandemia, advierte que el mundo está bajando la guardia ante los nuevos patógenos. “Los laboratorios se vieron amenazados. Las personas sufrieron amenazas. Los gobiernos no quieren ser los que digan: 'Ey, encontramos algo nuevo".