Crearon barbijos, estuvieron en la primera línea de combate y difundieron información clave: 5 historias a 5 años de la pandemia

Cumplieron roles clave durante la pandemia y, en conversación con El Destape, toman la palabra. Médicos que tuvieron que estar en la primera línea, científicos que buscaron alternativas para proteger a la población y periodistas que informaron en medio del caos repasan cómo fueron los primeros años de la llegada del coronavirus.

Crearon barbijos, estuvieron en la primera línea de combate y difundieron información clave: 5 historias a 5 años de la pandemia Crearon barbijos, estuvieron en la primera línea de combate y difundieron información clave: 5 historias a 5 años de la pandemia

La irrupción de la pandemia de coronavirus, hace 5 años, tomó por sorpresa al mundo entero al menos hasta el 4 de mayo de 2023, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) dejó de considerarla una emergencia de salud pública de preocupación internacional. En el medio, en Argentina se ensayaron respuestas ante una situación excepcional, los barbijos y acoholes en gel se agotaron en las farmacias y las colas en los centros de testeos alcanzaron cuadras enteras. El rol de los médicos intensivistas pasó a estar en el centro de la escena, ante el colapso de los sistemas de salud; el trabajo de los científicos argentinos fue reconocido por lograr lo que antes parecía ciencia ficción, un superbarbijo, y los periodistas tuvieron la difícil tarea de informar a la población sin caer en lugares comunes ni brindar datos imprecisos que generaran una mayor sensación de desesperación. 

Esas escenas que se replicaron durante los primeros años de la pandemia del SarsCov-2 fueron protagonizadas por personas que enfrentaron a ese entonces virus desconocido desde sus lugares.

David Barbieri cuenta que inclusive ahora ve llorar a médicos cuando les pregunta cómo vivieron la pandemia. Atrás quedaron los aplausos en los balcones, pero muchos de ellos no pueden olvidarse de los momentos que vieron al sistema sanitario crujir, padecieron el miedo a enfermarse y contagiar a otros desde la primera barrera de contención. 

Un grupo de científicos liderado por Silvia Boyanes quiso darle más herramientas a los profesionales de la salud que trabajaban extensas jornadas de trabajo y crearon así el "superbarbijo". Se terminó democratizando, como cuenta Alicia Vergara, becaria posdoctoral, y Silvia pudo ver cómo paulatinamente las calles se llenaban de los "barbijos del Conicet" que ellos habían creado. El objetivo concreto, según recuerda Lucia Fama, era confeccionar un objeto que fuera accesible, "que no fuera para las elites". 

Todo eso tuvo que relatarlo desde los medios Nora Bär, que ante la desinformación que circulaba, buceaba en un "océano de informaciones contradictorias" para poder elegir qué contar y cómo. " Todos somos infectólogos", era el chiste interno que se escuchaba por entonces entre los periodistas científicos. 

Desde El Destape elegimos repasar la pandemia con todos ellos, con quienes estuvieron de frente con el virus. 5 historias, a 5 años. Ellos toman la palabra.

Silvia Boyanes, doctora en ciencia física e investigadora superior del CONICET

Silvia Boyanes, quien lideró el equipo detrás del proyecto de barbijos ATOM PROTECT se conmovió cuando empezó a contar por la calle la cantidad de "barbijos del Conicet" que veía. Habían nacido como una  iniciativa para atender a las necesidades de los servicios de salud en Argentina pero se convirtió en la mascarilla más elegida por los argentinos para cuidarse del Covid-19.

"Nos emocionaba cuando empezamos a ver que la gente los pedía, quería más, que se agotaban. Todos nosotros nos pusimos rápidamente al servicio de la comunidad a ver qué podíamos hacer", subrayó en diálogo con El Destape al repasar esos días en los que los argentinos hacían una auténtica procesión por farmacias para dar con el "superbarbijo", en momentos en que aún no había ninguna vacuna disponible para protegerse. 

Mientras el sistema sanitario empezaba a mostrar sus primeros signos de tensión, los científicos se reunieron para crear un barbijo médico que aliviara un poco más la situación del personal de salud. "Lo que nosotros podíamos hacer era diseñar eso. O sea, diseñar los productos que iban a ir en las telas para poder hacer que ese barbijo sea altamente eficiente desde el punto de vista bactericida y desde el punto de vista virucida, sin riesgo. Diseñamos las cosas, hicimos las primeras pruebas, lo mandamos al Inti, averiguamos en ese interín cómo se certificaba, conseguimos la empresa para que lo haga, fueron los chicos a la empresa, por eso también yo siempre destaco que ahí se ve de verdad quién es noble, a quién le importa el país y a quién le importa pasarla bien", explica Boyanes. 

El proceso no fue simple, pero en dos meses los científicos argentinos encontraron la forma de sacar al mercado un producto capaz de inactivar al virus a partir de activos químicos. Todo fue posible gracias a un convenio de investigación y desarrollo entre la empresa KOVI (una pyme textil de La Matanza), el CONICET, la UNSAM y la UBA.  "Los becarios fueron fundamentales para ese proyecto, porque fueron los que vinieron al laboratorio, no 8 horas, de 8 de la mañana a 11, 12 de la noche y fueron a la planta a trabajar todos esos días. El sistema científico en un todo, desde los que trabajábamos diseñando y diciendo esto así sí, esto así no, cambiá esto, fíjate que le falta tal cosa, hasta los que estaban en situ con las manos en la masa haciendo las cosas", recordó sobre el aporte que cada uno de ellos hizo para que el proyecto se concretara. 

La segunda versión que hicieron, el  N95 Plus (que incorporó una tercera capa de tela no tejida, con mayor capacidad de filtrado y un ajuste nasal) alcanzó una barrera física que le otorgó una eficiencia del 99,9% para filtrar gotitas. 

Alicia Vergara, becaria posdoctoral 

Alicia Vergara es becaria posdoctoral y doctora en Ciencia y Tecnología mención Química. Con su labor, contribuyó al desarrollo de los barbijos ATOM PROTECT, como también en el escalado de la empresa Kovi.

De todo lo logrado destaca la democratización de su uso, cuya venta fue accesible para toda la población: "Representan cómo la ciencia puede mejorar aún más la calidad de vida de la gente, porque no fue un barbijo para cierto sector, fue un barbijo para múltiples personas", cuenta, sobre su uso. Incluso, lograron enviar muestras a Venezuela, país que destacó lo que habían logrado los científicos.

Vergara subraya que, en el laboratorio en el que trabaja, perteneciente al Departamento de Física, siempre estuvo en claro el horizonte y los efectos que generaba la creación de una pieza clave como lo fue el barbijo en tiempos de crisis sanitaria: "Hacemos ciencia para la gente", se decían.

Con ese legado latente, cree que en los tiempos que corren no hay que bajar los brazos, sino ir por más: "A pesar de cualquier circunstancia, vamos a seguir trabajando, vamos a seguir haciendo desarrollos. Fue un honor, no solamente desde el punto de vista de un becario, sino también como migrante venezolana, poder contribuir de cierta manera con Argentina".

Lucía Famá, profesora del departamento de física e investigadora principal del Conicet

Lucía Famá es profesora del Departamento de Física e investigadora principal del Conicet. Su rol en la confección del barbijo ATOM PROTECT consistió en el asesoramiento sobre mezclas antibacterianas, empiricidas y fungicidas, necesario para generar las capas protectoras clave que lleva la mascarilla.

Recuerda cómo fueron los primeros días de pandemia, cuando el miedo por el virus y el desconocimiento de cómo protegerse de él eran moneda corriente: "Estábamos toda la sociedad, y me incluyo, desesperados por conseguir barbijos que fueran protectores de verdad", rememora.

De los primeros días de trabajo, cuando comenzaba a analizar mezclas y a investigar cómo acelerar su desarrollo de forma eficiente, rememora: "Lo que pensábamos en ese momento era: 'Hagámoslo rápido, hagamos algo bueno que tenga muchas cosas que fueran de posible ataque al virus y que sirviera para la población, que no fuera para élites".

Participar en su confección fue, para Famá, un momento clave en su carrera como científica: "Me pareció sublime poder contribuir desde mi trabajo para el Estado, para el Conicet, para la Universidad de Buenos Aires en un producto como ese", enfatiza. En aquel entonces, la reacción ante la existencia del barbijo fue unánime: "Lo llamaban barbijo Conicet y decían: 'Wow, qué grande, qué buena la sociedad que tenemos, científicos que hacen por la patria esto, que trabajan por dos mangos con 50 por hacer esto'... Cómo el mundo se da vuelta en poco tiempo, ¿no?".

Hoy, cree, la situación es completamente diferente, con un gobierno que desfinancia en salud y ciencia y promueve discursos que incitan al odio. "Todo el valor que se le dio en cierta época a las y los científicos del Conicet y sus desarrollos, sus productos a la calle están totalmente tirados a la lona. La falta de presupuesto que hay actualmente es muy trágico para nosotros para poder seguir trabajando. Lo hacemos, lo hacemos como lo hicimos en la pandemia frente a un virus que podía castigarnos, pero bueno, ya sabemos que no siempre se puede", subraya.

David Barbieri, médico intensivo

David Barbieri es médico intensivo y combatió la pandemia poniéndole el cuerpo. Como tantos otros colegas, estuvo en la primera línea de fuego cuando los casos abrumaban y el desconocimiento de un virus incierto llenaba hospitales y centros médicos.

"Una de las primeras cosas que me acuerdo tiene que ver con algo que nos fueron educando cuando nosotros éramos chicos que es que estudiamos para esto, nos necesitan y tenemos que salir. Salíamos con el temor de, por un lado, saber que nos podíamos contagiar y que podíamos no poder contarla después y, por el otro, contagiárselo a otras personas", recuerda, sobre los primeros días.

La primera ola tomó a Barbieri y a sus colegas con muy poco desarrollo en infraestructura. Su hospital tenía una sola sala de ocho camas y pasó a presentar, hacia el final de la pandemia, cuatro terapias intensivas. Para lograrlo se necesitó tiempo, en un contexto poco proclive para tenerlo: "Hubo que hacer espacio de tiempo para que se pudieran desarrollar estas estructuras de respaldo. El sistema de salud crujió, pero no se rompió".

Barbieri enfatiza en el rol clave que emprendieron por aquellos días, pero también en las secuelas que dejó tanta exposición y trabajo arduo para ganarle al COVID: "Cuando yo tomo los concursos, los exámenes para los diferentes cargos, una de las preguntas que hago es: '¿Cómo te pegó la pandemia?'. A mí se me largan a llorar casi todos, porque se terminan quebrando y llorando", cuenta.

Los efectos se repiten con un gran denominador en común: la sensación de que no recibieron el reconocimiento que ameritaba. "A todos les dejó una gran angustia, una sensación de soledad en ese momento y de impotencia para el ahora, porque muchos se sintieron en el ojo de la tormenta y de todos en ese momento, pero a fines prácticos nunca sintieron el reconocimiento suficiente", expresa. 

Sobre este punto, cree que no basta solo con un reconocimiento económico: "Hablo del reconocimiento afectivo por parte de la sociedad en general. Ninguno de nosotros estaba preparado para semejante cantidad de sufrimiento junto".

Nora Bar, periodista científica 

Nora Bär, periodista científica con más de 4 décadas de trayectoria en la cobertura de temas de ciencia, salud y tecnología, combatió la infodemia desde su lugar. Mientras el exceso de información falsa generaba confusión y creaba un caldo de cultivo riesgoso, ella apostaba por la rigurosidad. El proceso que se desencadenó tiene su origen, para ella, en las características propias que mostró esta enfermedad de la que poco o nada se sabía.  "Para mí la pandemia fue un laboratorio a cielo abierto de lo que hay que saber para reportar en materia de ciencia y salud", subrayó en diálogo con El Destape e insistió en que "el hecho de que el virus fuera justamente un patógeno desconocido promovió" estas prácticas de comunicación peligrosas. 

"Por ejemplo, los diarios que dedicaban sus primeras páginas a la política, la economía, reemplazaron todas esas secciones y a lo mejor tenían 15 20 páginas solamente hablando de los distintos aspectos de la pandemia y llegó un momento en que eso, acompañado por el fenómeno de las redes sociales, hizo que en algún momento, nosotros, entre colegas y compañeros de trabajo, decíamos, ´Todos somos infectólogos´", amplió la periodista.

Las redes sociales como propagadoras de la información, muchas veces falsa, también aceleró el proceso de infodemia. "Hay que decir que en las redes sociales la voz de todos tiene el mismo valor", ponderó Bär. La Organización Mundial de Salud señala al respecto que la infodemia puede intensificar o prolongar los brotes cuando las personas no están seguras de qué hacer para proteger su salud. "Con la creciente digitalización —la expansión del uso de las redes sociales e internet—, la información puede difundirse con mayor rapidez. Esto puede contribuir a llenar más rápidamente los vacíos de información, pero también puede amplificar los mensajes perjudiciales", 

"Por un lado, uno puede pensar, "Ay, qué democrático." Pero cuando se trata de temas de salud, eso es un arma de doble filo, porque pareciera tener la misma autoridad la persona que escuchó un chisme de un vecino que los los especialistas, los infectólogos, los biólogos y lamentablemente para cada tema se necesita gente entrenada en evaluar las evidencias", evaluó la periodista, quien admite que para ella también la pandemia representó un desafío profesional: "Los economistas opinan sobre los resultados de los ensayos de vacunas y realmente había que estar muy entrenado para poder elegir dentro de ese océano de informaciones contradictorias cuáles eran las más certeras y las que podían contribuir a disminuir los efectos de la pandemia".