Tunja es un municipio colombiano, capital del departamento de Boyacá, situado a 115 km al noreste de Bogotá. Presenta una gran cantidad de zonas rurales y elevada producción agrícola-ganadera. En la Universidad Juan de Castellanos, los científicos trabajan para llevar soluciones a los productores, con el objetivo de mejorar la calidad, pero sin perder de vista el impacto ambiental. En esta línea, un grupo de investigadores del Investigación en Producción Animal y Tecnologías Agroalimentarias (INPANTA) dialogó con la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes.
“Tenemos varias líneas de investigación, entre ellas una enfocada a la nutrición animal”, dice Yesid Orlando González Torres, director del INPANTA. El científico explica que se concentran en la búsqueda de alternativas a la alimentación de las diferentes especies que se producen. En Boyacá, gracias a la diversidad de climas, la producción es variada: aves, ganado e industria láctea. “Buscamos alternativas a las comunes que son el maíz y la soja, y así contribuir a la seguridad alimentaria. La producción de papa y zanahoria, que es muy abundante en la zona, genera muchos desechos que se vuelven contaminantes y nosotros les damos un uso en la alimentación”, relata González Torres.
Mismos animales, modelos diferentes
“El modelo de producción de Boyacá es diferente al argentino”, destaca el especialista. En Argentina se maneja una enorme cantidad de animales concentrados en un mismo espacio, mientras que en Boyacá tienen un sistema de pastoreo libre. No son estancias enormes con muchos animales que liberan grandes cantidades de metano y dióxido de carbono, sino que son más pequeñas y la alimentación se basa en forrajes y no en cereales.
“Sin embargo, también tenemos problemas de contaminación”, alerta González Torres. Se trata de un aspecto inevitable ya que, por procesos normales, las vacas liberan gases de efecto invernadero. Por este motivo es que el científico explica que existe otra línea de investigación dedicada a volver más eficientes a los rumiantes. “La idea es modificar su alimentación y las bacterias que se encargan de la digestión para que haya menos liberación de gases indeseables”, agrega.
Entre las investigaciones que se realizan en el INPANTA, también se evalúan prebióticos y probióticos para mejorar la nutrición de aves. Bajo esta premisa, también se utilizan desechos de los cultivos que, al convertirse en harina, pueden ser suministrados en la producción apícola, sin bajar el rendimiento y logrando valores similares a la alimentación convencional.
Un químico de saco y corbata
Diego Hernando Angulo Flores es químico y se ocupa, entre otras tareas, del control de calidad. “Utilizo técnicas instrumentales como cromatografía líquida, espectrofotometría UV, absorción atómica y electroforesis para evaluar la calidad de los productos”, describe quien en 2006 trabajo en la Universidad Nacional de La Plata y se declara fan de Los Redonditos de Ricota.
El experto realiza tanto la síntesis de nuevos materiales absorbentes para mejorar las pruebas de control de calidad, como de productos de interés en la industria a partir de tecnologías complejas. Del grupo de científicos es el único que viste con camisa y corbata ya que, según sus palabras, es quien tiene que salir a ofrecerle a los productores y empresarios el conocimiento generado en el grupo de investigación.
Angulo Flores no solo se dedica al control de calidad: actualmente trabaja en el estudio de un fármaco que él mismo sintetizó y que podrá ser utilizado como medicamento oncológico en cáncer de mama y próstata. Pese a ser un avance promisorio, por el momento no puede dar mucha información ya que se encuentra en medio del proceso de patentamiento.
Con un ojo en el ambiente
El entomólogo Johan Hernán Pérez constituye la incorporación más reciente al equipo. Durante su formación, Pérez utilizaba insectos como biomarcadores para la evaluación del estado de los ecosistemas: “Estudiaba mariposas diurnas como marcadores de ecosistemas rurales y peri rurales”, explica.
Al INPANTA llegó para estudiar la calidad del agua mediante el análisis de los invertebrados que allí estaban ya que su presencia o ausencia funciona como “parámetro de calidad”. En la actualidad, está evaluando los contaminantes en el agua de riego ya que, al afectar las pasturas de los animales, pueden perjudicar también la calidad de la leche.
Los tres científicos coinciden en que el mayor desafío que se les presenta es que los trabajadores rurales acepten las nuevas tecnologías. “En Boyacá son muy tradicionalistas y la mayoría de la gente que trabaja en el campo tiene edad avanzada y es muy difícil cambiar sus costumbres”, destaca González Torres. Angulo Pérez cuenta que, hasta el momento, pequeños productores de leche y queso han aceptado sus tecnologías para mejorar la producción y el control de calidad.
Esto es solo el comienzo. El objetivo es que las tecnologías no solo se extiendan en Boyacá sino en todo Colombia. Al menos, eso es lo que intentará el equipo a través del químico ricotero, carismático, de saco y corbata.
Con información de la Agencia de Noticias Científicas