Luego de un año de su primera parte, o del primer informe titulado “Rosario, sueño de paz”, el Observatorio de Política Criminal, dirigido por el criminólogo bonaerense Ariel Larroude, publicó la segunda parte de este informe, donde toma y analiza las lamentables cifras de la violencia en la ribereña ciudad como también analiza la profundización y sostenimiento de esa violencia en el tiempo. Por décimo año consecutivo, Rosario es ubicada como la urbe con mayores índices de violencia lesiva, superando en seis veces la media nacional de homicidios.
El informe explica su título, “Dejar matar, dejar morir”, abordando dos aspectos del análisis de la situación en Rosario. Por un lado, el “Dejar matar”, donde la connivencia de las fuerzas policiales santafesinas con las organizaciones delictivas, donde “han potenciado la disputa violenta entre bandas dedicadas al narcotráfico y sus procesos de diversificación criminal, para que ésta se desarrolle sin control en los barrios vulnerables de la ciudad, aprovechando así los márgenes de ganancia que cotidianamente deja esta confrontación”, acompañado por una estrategia errática del Estado, el cual no abordó la problemática de los consumos desde una mirada integral de salud pública, sino que más bien siguió la línea punitivista de la represión del narcomenudeo, mas no el narcotráfico en su estructura (“dejar morir”).
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El triste conteo
La ciudad de Rosario registró, durante el año 2022, doscientos ochenta y siete (287) homicidios dolosos, dando una tasa de 22 muertes dolosas cada cien mil habitantes, la más alta de su historia. A esto hay que sumar que, por décimo año consecutivo la ciudad se ubicó como la ciudad más violenta del país, casi sextuplicando la media nacional que para el año 2022 arrojó una tasa de homicidios de 4,6 muertes cada cien mil habitantes, muy lejos de otras metrópolis de similares características como la Ciudad de Buenos Aires, Provincia de Buenos Aires (4 homicidios cada 100 mil habitantes y Córdoba Capital, con 3 homicidios cada 100 mil habitantes).
“Otro de los datos importantes es que durante 2022, de 10 homicidios dolosos 9 se cometieron con un arma de fuego. Esta cifra vuelve a poner a la ciudad de Rosario en crisis respecto al fácil acceso de la población a este tipo de armamentos”, añadió.
Así mismo, si se hace un repaso por los homicidios dolosos registrados en el mapa de la ciudad el año pasado, se vislumbra una distribución equitativa de la violencia letal a lo largo del territorio rosarino: “donde no hay preferencias cardinales, en tanto la totalidad de las muertes se esparcieron en toda la periferia lindante al distrito centro, lugar que no ha tenido registros homicidas preocupantes en la última década”.
Larroude recoge los datos publicados por el Observatorio de Seguridad Pública del Ministerio de Seguridad de Santa Fe, y advierte que “casi la totalidad de las muertes violentas registradas en la ciudad de Rosario durante 2022 guardan relación con las disputas entre organizaciones criminales las cuales, vale agregar, no deben ser entendidas como estructuras vertebradas y organizadas, sino tal como hemos explicado en la primera parte del informe, estas resultan ser células horizontales e invertebradas compuestas en su mayoría por jóvenes de la periferia rosarina”.
Por otro lado, el paper da cuenta de lo informado por El Destape en anteriores ediciones, como lo es el crecimiento de la participación de las mujeres en la proporción de las víctimas de la violencia con armas de fuego. En este último punto, la cantidad de personas heridas por balaceras durante el año 2022 llegó a 740 personas, la cual es la más alta de los últimos 4 años, “y es la que nos hace entrever que no hay más cantidad de registros homicidas en la ciudad de mera casualidad”.
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Otra que maldita policía
En el cuerpo del texto se cita al ex ministro de Seguridad santafesino Marcelo Saín, quien analiza que “en nuestro país no hay emprendimiento criminal abocado al narcotráfico que no tenga al menos algún grado de protección o cobertura policial o en el que la policía no participe como actor central”. El informe de Larroude hace un especial hincapié en la necesaria participación de la policía local en el desarrollo de los emprendimientos narco del territorio provincial. El involucramiento de agentes de policía en las actividades de la criminalidad organizada le quitó la capacidad a la fuerza de poder sostener una persecución a estos delitos y, más aún, de prevenirlos y combatirlos.
Sobre este tema, el informe es claro: “La tesis que sostenemos en este informe concluye que en Rosario ese pacto dado entre la policía, la delincuencia y el poder político no se ha quebrado ni agrietado, sino que, por el contrario, se ha dinamizado y ha adquirido formas mucho más promiscuas y peligrosas”, las cuales habilitan, acondicionan y potencian la violencia letal más allá de “índices delictivos tolerables”.
Según Larroude, “la atomización policial y la multiplicidad de bandas que pugnan poder en la ciudad, crearon el cóctel explosivo que hoy tiene en vilo a la ciudad, en tanto resulta imposible investigar y atravesar este tipo de criminalidad si las estructuras securitarias encargadas de ello se encuentran fragmentadas y, en muchos casos, en connivencia con la misma delincuencia que por mandato legal deberían reprimir”. A estos elementos, el analista le agrega la falta de liderazgo de las propias estructuras criminales, “las cuales hoy internamente se encuentran disputando poder y la cantidad de emprendimientos delictivos que estas ostentan, la travesía para pacificar la ciudad se vuelve insostenible”.
¿Anticipo o excepción en el escenario nacional?
Larroude se pregunta, en uno de los subtítulos de su paper, en tanto analiza la posibilidad de que, como dijera el concejal rosarino Juan Monteverde, militante y líder del partido de izquierda territorial, la ciudad es un espejo de la realidad nacional: una ciudad embudo que absorbe lo que llega a ella para después, desde sus puertos, ser el principal emisor de exportaciones del país (el 80% de los cargamentos nacionales sale de las costas de la ciudad), mas su estructura económica de productora de servicios la ha hecho endeble ante los embates de la macroeconomía nacional, y es “una ciudad tomada por el miedo”.
En “Dejar matar, dejar morir”, el criminólogo compara la situación de Rosario con la de Capital Federal: “El 72% de los homicidios dolosos cometidos en los barrios vulnerables de la ciudad (Capital) guardan relación con disputas por mercados ilegales, fundamentalmente por la venta de drogas, lo que significa que 7 de cada 10 homicidios dolosos ocurridos en las villas de la CABA están relacionados con la disputa por el comercio de estupefacientes”. En Rosario, el número es el mismo (72,1% en el 2022), con la diferencia de una repartición mucho más democrática de estos crímenes violentos en el territorio.
“Esta cuestión puede resultar una bomba de tiempo para los habitantes de la ciudad de Buenos Aires, en tanto la posibilidad de que la problemática de violencia vinculada al narco se acreciente y penetre más en las estructuras policiales como en otros barrios de la ciudad, dinamizando así la expansión de la violencia de las bandas criminales, está latente”, destaca Larroude.