Sandra Lorenzano tenía tan solo 16 años cuando tuvo que exiliarse de Argentina a México por la dictadura militar, en 1976. Al dolor por dejar su país de forma repentina, se le sumaba el desarraigo, sentimientos que canalizó en Herida Fecunda, su último libro, ganador del Premio Málaga de Ensayo por decisión unánime del jurado. En él, narra su historia, pero, como también aclara, "aparecen las historias de otros miles de migrantes" que tuvieron que enfrentar una situación similar. Saldrá a la venta en marzo.
“Me fui a vivir a México en el año 76 y sigo”, detalla en diálogo con El Destape con voz pausada, neutral, pero con rasgos de tonada argentina. Cuando tenía 16 años, emigró con sus hermanos y padres, que debieron hacerlo porque “eran cercanos a grupos políticos de izquierda, siempre defendiendo una opción no armada”. En ese entonces, conocían militantes de otras organizaciones y el clima de época no ayudaba a que pudiesen proyectar una vida en una Argentina sumida en el terror: "Tengo una tía desaparecida, la madre de mis primos que, a pesar de que eran muy chiquitos, también los desaparecieron por un tiempo. Ella vivía en la clandestinidad cuando la secuestraron, no se han encontrado sus restos", rememora.
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Entre el desarraigo y dolor, y tras la finalización de la dictadura en 1983, Sandra se considera afortunada de haber podido exiliarse: “Peor les fue a los que no pudieron escapar a la muerte. De alguna manera quienes nos exiliamos escapamos a una posible muerte, desaparición, cárcel o tortura”, subraya. Sin embargo, las heridas de la decisión de haber dejado tu país calan hondo, al punto de que "estás en tu casa, en cualquier lugar y al mismo tiempo no estás nunca en ningún lado": "Quienes nos quedamos afuera hicimos una elección y tiene que ver con que crecimos en otro lado. Sabemos que siempre, entre exilio y desexilio, hay una especie de círculo".
Actualmente, Sandra tiene un doctorado en letras en la UNAM, en donde es catedrática, además de coordinar el proyecto “Cultura y migración” de UNAM-UNESCO-Universidad Autónoma de Madrid. Vivir con el peso del exilio sobre los hombros, tal como ella aclara, perdura, pero la vida continúa: “Aunque esa herida, esa tristeza, está presente siempre, también es verdad que fueron muchos años de estar construyendo en otro país. En México me formé, estudié, trabajo y tengo una hija, en este casi medio siglo tengo una vida”, reflexiona. Aparte de Herida Fecunda, también es autora de otras obras como Aproximaciones a Sor Juana, Vestigios, Saudades, Fuga en Mí menor y La estirpe del silencio.
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Cuando sus padres volvieron ya corría el año 86 y el Gobierno radical mostraba las primeras fracturas económicas, pero no fue ese el motivo que la llevó a quedarse en México. “En ese momento terminé la carrera, estaba casada y embarazada de mi hija”, recuerda, aunque tuvo su segundo tiempo en el país, durante tres años, en Tilcara, en la Quebrada de Humahuaca. La decisión de ir a Jujuy tiene un sentido: es natural, para ella, moverse mucho "por los márgenes", sobre todo después de haber vivido desde muy chica el dejar su país. “Me gusta mucho esta sensación de estar cruzando umbrales o de moverte en esos resquicios. Creo que quedé colocada ahí ya con el exilio, con una mirada, como decimos las feministas, oblicua, que es un concepto que adopté porque siempre estás un poco adentro y un poco afuera”.
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El exilio, una herida que cicatriza
“Te diría que en el caso de mi hija fue lo menos complicado, porque creció con estas historias. No era ella la única hija de exiliados, pero ella le aclaraba a quien venía: ‘Bueno, cuando ustedes vayan a mi casa van a ver que mi mamá habla un poco diferente’”, relata sobre cómo transmitió su historia, la que luego estaría en los libros. Es que Sandra, como muchos otros escritores, eligió el camino literario para tratar la herida.
Herida Fecunda no es el primero que escribe sobre el exilio, pero sí es la primera vez que reúne muchas de las ideas propias que tenía sobre el tema, incluidas las de escritores, poetas y pensadores con los que dialoga que la acompañaron en la realización del libro. Por ejemplo, en Saudades, una obra anterior, toma el concepto portugués que hace mención a la nostalgia por lo que vivimos, pero también por lo que no pudimos vivir, idea que le parece fascinante porque representa lo que sucede cuando dejás tu país: “Sobre todo a partir del exilio, esta pregunta de ‘qué hubiera sido de nuestra vida de no habernos ido o de no haber tenido que irnos’, o qué pasa con las familias cuando un desaparecido no hubiera sido un desaparecido, que es un poco la pregunta de esa novela”, señala.
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A pesar del sufrimiento de los primeros años tras abandonar Argentina, cree que la elección de arribar a México fue atinada ya que, en aquel país, las dictaduras del Cono Sur eran muy conocidas: “Fue uno de los países que nos recibió inmediatamente, pero siempre hay que explicar un poco todavía cuando alguien me dice: ‘Bueno, porque tú eres Argentina’. Yo digo que soy argenmex, un gentilicio que hemos inventado para explicar que somos un poco de aquí y un poco de allá”.
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El rol de las escritoras y una mirada al futuro
Por el premio recibió saludos de personalidades destacadas de la literatura, como Claudia Piñeiro, quien es amiga desde hace muchos años. Sandra considera que actualmente “todas coinciden en cuestiones básicas, tenemos vínculo con el feminismo, tenemos que ver mucho con eso y opinamos sobre el tema de la violencia de género”. De hecho, ella escribió una novela sobre violencia de género que se llama La Estirpe del Silencio, que narra la historia de Rita Hayworth y la violencia intrafamiliar, del padre y del sistema contra ella.
“Tenemos muchas cosas en común en este sentido. Después, cada una tiene su propia lengua literaria, creamos nuestra propia forma de escribir, nuestra propia poética. Hay un acuerdo de base que tiene que ver con lo ético, lo político, con la defensa del derecho a decidir sobre el propio cuerpo de las mujeres”, remarca.
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Inevitablemente, a Sandra todo lo que sucede en la Argentina le llega. Se muestra muy preocupada y triste: "No es un buen momento para aquello que me interesa, no es un buen momento para los derechos humanos, es un momento preocupante por la memoria, justamente, porque ha costado mucho construir una democracia respetuosa, incluyente, que defienda los derechos humanos por sobre todas las otras cosas”.
“Hace un tiempo yo decía, hablando del exilio, 'somos hijas e hijos de la derrota'. Y mi padre, que es muy sabio, decía ‘no, somos hijas e hijos de la resistencia’. Creo que hay que pensarlo así, nos toca estar otra vez del lado que resiste”, concluye.
Sandra próximamente volverá a su vida en México, su hogar desde hace casi 50 años, el que le abrió los brazos durante la dictadura y que, una vez más, le dará consuelo tras ver a la Argentina en un panorama gris. Planea escribir algún día sobre su vida en Tilcara y, quizás, también deba mirar de cerca este nuevo proceso y planear una próxima novela. Mientras, para quien quiera saber las consecuencias de la exclusión, de qué pasa cuando se aplican con represión las políticas más duras, su libro Herida Fecunda será tan revelador como ilustrativo.