“Para mí somos la generación de fingir demencia. Lo digo posta. Es como que el país se está prendiendo fuego, y vos vas a un boliche y el boliche está lleno”. Así arranca el video de Camila Ramírez (@rzcamila) que se hizo viral en otras redes sociales como Instagram y Twitter. Es que la tiktoker transmite con mucha simpleza la realidad cotidiana que atraviesan las generaciones más jóvenes que en medio de la crisis inflacionaria tienen serias dificultades para afrontar y proyectar el futuro.
“La gente se compra champagne y se compran mesas que valen una fortuna. No sé, capaz que alquilás, pero te comprás un buzo que vale 15.000 pesos. Es como que ninguno de nuestros gastos tiene sentido alguno. Como que se yo a veces pienso que es un delirio lo que estoy gastando, y después me pongo a pensar y tampoco es que gano una fortuna. O sea, como que ya fue, me la deliro en el disfrute y listo. Total, lo que gano no me alcanza para nada, no me voy a hacer una casa”, agregó la usuaria en su reflexión que terminó siendo una suerte de voz ampliada.
Si bien todavía no están disponibles las cifras oficiales del Indec, consultoras privadas y el propio gobierno calculan que la inflación de julio terminará estando entre 6,5 % y 8%, por lo que los aumentos acumularán aproximadamente 45% para 2022 y casi 70% interanual. El mayor impulso está dado por el aumento en el rubro alimentos, situación que impacta directamente en la mesa de lxs argentinxs y en mayor medida sobre los sectores de menores recursos que dedican una porción significativa de sus ingresos en las necesidades básicas.
Pero en una sociedad tan compleja como la nuestra no todos los sectores reaccionan igual ante un mismo proceso socioeconómico. Por los efectos de la post pandemia en el mundo y particularmente en Argentina de la crisis económica, se observa que una porción de la sociedad, que podría identificarse como la juventud de sectores bajos y medios urbanos, parece vivir una suerte de limbo del consumo y las experiencias, desvinculado del contexto social general. Este fenómeno se concreta en la compulsión por las compras, salidas nocturnas muy costosas, viajes relámpagos todos los fines de semana, colas larguísimas al aire libre en cafés de autor en pleno invierno, y restaurantes colapsados casi en cualquier día de la semana.
Restaurantes llenos, boliches exclusivos y shows agotados
Las salidas nocturnas, los boliches, y las fiestas son otro de los consumos culturales donde más se refleja este fenómeno. Desde que se dejaron atrás las restricciones de la pandemia, el movimiento nocturno en las grandes metrópolis se multiplicó exponencialmente y desde los jueves a la noche ya se observan los lugares llenos a pesar de la crisis. Como explica el psiquiatra y comunicador Santiago Levin, expresidente de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA), en su libro “Volver a pensarnos”, el lado B de la pospandemia es la cara maníaca del duelo: “Queremos comernos el mundo, aprovechar todo para recuperar el tiempo perdido, hacer mil fiestas, tomar todas las vacaciones. Agotamiento y euforia, a veces por episodios y a veces todo junto”.
Según el Indec, el sector gastronómico hotelero lidera el crecimiento de la actividad económica en la Argentina, con una suba del 44,3% interanual. Además según la última Encuesta de Indicadores Laborales (EIL) del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación fue el área más importante en relación al crecimiento del empleo registrado: mostró un aumento de 2,4% interanual.
En este sentido un análisis reciente de la consultora Ecolatina subraya que en la Ciudad de Buenos Aires los locales gastronómicos ya se recuperaron de las pérdidas provocadas por la pandemia y ostentan ventas superiores a 2015. El estudio remarca que nos encontramos ante el punto más alto de consumo gastronómico en siete años, escenario que se complejiza aún más si tenemos en cuenta los precios que en general no bajan de los $2500 o $3000 por persona.
En el mundo de la noche, como efecto aletargado de las medidas preventivas, se volvió tendencia en esta temporada la reserva de mesas o espacios privados. Los precios de estos espacios exclusivos varían según el target del boliche, la ubicación o lxs artistas invitados. Como indica Camila en el video “la gente se compra champagne y se compran mesas que valen una fortuna”. En los boliches más célebres de la Ciudad de Buenos Aires una mesa para entre 10-13 personas puede costar más de $350.000, de los cuales se devuelve el 50% en consumiciones. De la carta los que más se venden son los champagnes, como el Veuve champagne que sale $50.000 mil.
La sensación es que la plata en las manos quema y cuanto antes se gaste mejor. Hace unos meses la banda británica Coldplay llegó a vender en pocos días 550 mil entradas para los diez shows que brindará en noviembre de este año en el Monumental. Dua Lipa agotó en cuestión de horas las entradas para los shows que dará los días 13 y 14 septiembre en el marco de la gira "Don’t Start Now'', a pesar de que costaban cerca de $12.000. Green Day con Billy Idol, los Guns N’Roses, Demi Lovato, Rosalía, Bad Bunny , y el Primavera Sound Buenos Aires con entradas que van desde $19.900 hasta $50.000. En Argentina, en este contexto, se venden más entradas que en otros países, incluso más que Brasil. Ante el efecto inflacionario y un tipo de cambio real que se va retrasando, las entradas para shows internacionales se vuelven una inversión atractiva.
“No sé, capaz que alquilás, pero te comprás un buzo que vale 15.000 pesos”, dice la tiktoker. Su comentario no es nada casual. El rubro encabeza las subas dentro del IPC del Indec, con cerca de un 75% de aumento interanual. A pesar de los insólitos precios, los comerciantes afirman que en general la temporada otoño-invierno arrojó buenas ventas y se recuperó la dinámica pre-pandémica. Es que muchas personas prefieren invertir en ese “capricho” o prenda que desean antes de que la plata se les esfume entre las manos. Sobre esto el índice Prisma de agosto indicó que los sectores que más aumentaron sus transacciones con tarjetas fueron viajes, turismo y aerolíneas con 97%, restaurantes 63% y vestimenta con un 54%.
“Vivir como si no hubiese un mañana”, el efecto financiero de la imprevisibilidad
Julieta Bonfill es licenciada en Economía y directora de MODO Finanzas. Explica que uno de los efectos menos visibles de la inflación, pero más profundos, es la pérdida de credibilidad de la moneda nacional y lo que podemos comprar con ella. Esto conlleva además un fenómeno conocido como distorsión de precios relativos: “Una docena de viajes en colectivo cuesta lo mismo que un café. Los resultados de esta comparación entre servicios públicos y otro tipo de consumos nos pueden parecer ridículos y se debe en parte al intento de controlar la inflación a partir de la intervención gubernamental en la regulación de precios. Sin ánimos de juzgar la política en sí, esto genera un desfasaje tal que nos paramos frente a las góndolas o vidrieras y, aunque la primera impresión que nos llevamos es que ‘todo está caro’, terminamos dudando de nuestro propio criterio”.
Con respecto a este espíritu de consumo carpe diem, ‘vivir como si no hubiese un mañana’, la fundadora de MODO lo ve como una reacción entendible en un país con un alto grado de imprevisibilidad: “Los jóvenes que pueden ahorrar no lo quieren hacer, desanimados por un peso que pierde valor a una razón del 80% anual, por lo que aprovechan para cambiar la laptop y participar del turismo interno o de eventos de entretenimiento. Es decir, bienes y experiencias que literalmente mañana ya no saben cuánto puede llegar a costar o incluso si van a estar disponibles siquiera debido a las limitaciones en las importaciones, ni hablar si hay cuotas sin interés disponibles o un plan como el PreViaje”
No obstante Bonfill identifica que esta tendencia termina profundizando la precarización de nuestra situación económica personal y, de forma agregada, la del país. “Al no desarrollar la disciplina y hábito del ahorro, por más insignificante que el monto nos parezca, nos vemos imposibilitados a concretar proyectos de vida, tales como un viaje, un posgrado, un auto o ni hablar de una casa, sin mencionar que no contamos con un “colchón” que nos permita afrontar el mínimo previsto (en el mundo de las finanzas personales conocido como “fondo de emergencia”).
“Hoy en día para un joven de clase media resulta muy lejana la posibilidad de contar con un crédito hipotecario para acceder a su primera vivienda, ya que los inmuebles tienen precios en dólares versus salarios en pesos que cada mes equivalen a menor cantidad en moneda dura. Mismo los créditos UVA se discontinuaron, porque es muy difícil comprometerse a pagar una deuda que ajusta por inflación, pero los bancos tampoco es que van a ofrecer una alternativa con la que ellos pierdan plata", analiza la licenciada. "Desde el lado de los profesionales que nos dedicamos a la educación financiera, el mensaje viene siendo resumidamente que cada uno tiene que arremangarse y ocuparse de ordenar la economía personal y capacitarse en materia de alternativas de inversión disponibles, para aprender a proteger el poder de compra de los ahorros, depender lo menos posible de las políticas públicas del gobierno de turno e ir construyendo un futuro de tranquilidad económica”, finaliza.