Nuestro país se enfrente a la llegada de la “segunda ola” de Covid-19. Durante 2020 se creyó, incluso por parte de epidemiólogos y especialistas, que la pandemia iba a durar unas semanas, luego unos meses y que para octubre o noviembre (de 2020) la situación iba a estar medianamente controlada. En definitiva, habíamos preparado nuestra psiquis para algo mucho más corto. Sin embargo, en abril de 2021 los niveles de contagios y muertes se acercan a los máximos desde el comienzo de la pandemia, incluso con varios países con el proceso de vacunación avanzado.
Ante esta inminente nueva instancia de la pandemia, con el agravante de la aparición de nuevas cepas más contagiosas, letales y con el panorama regional más que complicado, El Destape habló con el médico psiquiatra y presidente de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA), Santiago Levin, con la Magister en Salud Mental y miembro del Equipo directivo de la Escuela de Psicología Social de Santa Fe Dr. E. Pichón Riviere, Mercedes Martorell, y el sociólogo Daniel Ferestein para ver cómo afecta esta situación tan sostenida en el tiempo en la salud mental.
“Gastamos todas las energías y utilizamos todos los recursos durante la primera ola pensando que ya terminaba y cuando llegamos a este momento sentimos que no podemos afrontarlo con la gravedad que merece”, advierte Martorell.
Para el psiquiatra Santiago Levin, esta pandemia está teniendo un comportamiento similar a la pandemia de 1918, la llamada “Gripe Española”, que también tuvo dos etapas. Pero hace un siglo, estos fenómenos se vivían sin tanta información y sin tanta presencia constante del tema en las mentes. “Esta es la primera pandemia de la historia de la era digital”, resalta.
Este virus, además de tener un componente biológico, tiene un componente comunicacional que, entre otras cosas, se caracteriza por la presencia permanente en los celulares, tv, dispositivos y en nuestras mentes. Para Levin, este “no es un asunto menor” en cuanto a cómo repercute.
Martorell coincide con este punto y agrega que el constante flujo de información sobre este tema “aturde y genera mucho temor o, por el contrario, negación”. Claro que esto ocasiona un daño en la psiquis de las personas pero, aclara, que la pandemia afecta a cada persona de una manera particular.
Por eso, el problema de hoy es otro en relación al año pasado y tiene que ver con cómo incorporar dentro de nuestra vida cotidiana a la pandemia como un elemento que no vamos a poder sacarnos de encima tan rápido. “No va a durar para siempre, pero está durando mucho más de lo que estábamos preparados”, sostiene Levin.
En ese sentido, admite que los psiquiatras de APSA hicieron un esfuerzo muy grande por no salir a alarmar a la población. “Nos pareció que era nuestra responsabilidad cuidar la serenidad pública. Nos concentramos en diseñar una campaña sobre temas orientados a los vínculos con los chicos, con los viejos y trastornos del sueño en vez de salir a decir que se venía una catástrofe en la salud mental”. Sin embargo, en mayo del año pasado, el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, sorprendió a los psiquiatras del mundo llamando a todos los países miembro de las Naciones Unidas a invertir en salud mental para prevenir la ola de aumentos de consultas por trastornos mentales. “Eso está sucediendo, va a continuar y es una parte del fenómeno”, afirma Levin.
Cómo repercute en los vínculos
Una de las particularidades de una pandemia es que nadie está exento de contagiarse y enfermarse. Podría decirse que ‘estamos todxs en la misma’. Sin embargo, la figura de un otro como posible portador del virus y por ende posible fuente de contagio generó ciertos cambios a la hora de vincularnos que profundizaron mucho las distancias. “Se habló de distanciamiento social cuando tendrían que haber dicho distanciamiento físico”, opina Martorell. Por eso, la especialista recomienda fortalecer los vínculos a través de los medios que sean posibles.
“Está estudiado que con la pandemia se han actualizado síntomas y duelos viejos no cerrados. Por lo tanto, hay un nivel de padecimiento no por la segunda ola, sino por lo que ha hecho emerger de la historia vital de cada una de las personas. Es recomendable comunicarse con los afectos y que las personas no se queden solas con ese daño, que busquen ayuda, y traten de hablarlo”, enfatiza.
Es por eso que es esperable transitar estos momentos con cansancio y desanimo producto de tanta incertidumbre. “Todos los parámetros de la vida entran en cuestión y en una especie de sin sentido”, indica Martorell.
La comunicación es una herramienta fundamental para esta etapa
Lxs especialistas coinciden en la necesidad de reforzar este aspecto de cara a esta segunda ola y remarcan cómo se hizo evidente que a muchos medios, que juegan para intereses económicos y políticos muy particulares, les conviene que le manejo de la pandemia fracase.
“Hay un descrédito generalizado en la comunicación en la política mundial. Hoy el problema no es de información. Lo que está en la base y no sólo en Argentina sino en general, es que vivimos en un sistema social y económico que promueve el pensamiento individual, la meritocracia, la idea de salvarse solamente uno. Hace mucho tiempo que faltan narrativas colectivas que nos enseñen y nos acompañen a armar un pensamiento del conjunto. Lo que yo llamo la solidaridad de rebaño. Porque pandemias hubo muchas antes que esta. Y el modo de salir de este tipo de coyunturas es con la cooperación”, asegura Levin.
Y continúa: “Estoy convencido de que cuando termine esta urgencia se va a poder ver con más claridad el aspecto comunicacional de la pandemia. Y sería mi mayor admiración que los políticos comprendan que tan especifico como una vacuna es una política de comunicación para que el conjunto comprenda la importancia de cuidarnos como modo de amor hacia los demás. El barbijo mal colocado es falta de amor hacia los demás, no falta de información”
Para Ferestein también es fundamental recomponer la validez de respuestas comunitarias, tanto desde el aparato estatal como también desde los movimientos sociales y medios de comunicación para resaltar la importancia de la cooperación y la responsabilidad.
“Estos tipos de anudamiento de lazos sociales fueron destruidos durante muchos años. Es un desafío que va mas allá de la pandemia y que incluso tiene que ver a la hora de abordar el crecimiento brutal de la pobreza durante las últimas décadas. La pandemia puede ser una oportunidad para que primen las peores tendencias que se han venido construyendo y también puede ser una oportunidad para parar la pelota e intentar una apuesta por salidas menos individualistas”, concluye.
La angustia que emerge con la pandemia
Levin considera que los seres humanos somos los únicos capaces de experimentar una realidad muy angustiante que es la posibilidad de la muerte. Y explica que en épocas favorables este miedo es posible manejarlo un modo más cómodo como, por ejemplo, con viajes, vacaciones, asados multitudinarios, cumpleaños, con el amor, la atracción sexual, los instantes raros de felicidad, etc.
“Todas esas cosas distraen un poco esa angustia de muerte. Pero hay situaciones adversas que la traen de vuelta y la pandemia es una de ellas. Se hace patente que todos y todas tenemos un final de nuestra existencia biológica. En psicoanálisis se llama angustia de muerte y es una de las más difíciles de metabolizar y sobrellevar. La pandemia no la genera, la pone en negro sobre blanco”, señala.
En ese sentido, Levin aconseja informarse bien y ejercer al máximo la solidaridad.
“Hay que elegir fuentes oficiales, evitar las fake news, las noticias escandalosas y pensar en el otro. Salir de ese núcleo intimísimo propio del tengo miedo, me voy a morir y conectarse con el otro que está enfrente”, sintetiza.