Rosario: aumentó 30% la gente en situación de calle bajo la pandemia

La economía informal sufrió el aislamiento, y muchos se quedaron sin hogar. Consumos, salud mental, conflictos intrafamiliares y dificultades para acceder a vivienda completan el cuadro.

24 de julio, 2020 | 18.29

Las consecuencias económicas de la pandemia tienen un innegable impacto en la degradación del tejido social. La pérdida de las múltiples formas de empleo y la brusca reducción del ingreso, particularmente en los sectores populares que viven de lo que se produce en los márgenes informales de la economía, tuvo como correlato en Rosario el aumento de un 30% de la cantidad de personas que viven en la vía pública, justo cuando esa forma de vida se ha convertido en una de las más vulnerables por el riesgo sanitario que implica.

Muchas personas que viven de la economía informal de la calle, cartoneros, cuidacoches y vendedores ambulantes, han tenido una merma de ingresos en la etapa del aislamiento, y eso se refleja en los números: en los cinco refugios de la ciudad hoy se alojan 160 personas, y según los registros del municipio en abril se vacunaron contra la gripe cerca de 400 que viven en esa situación.

Las dificultades para el acceso a la vivienda, los corrimientos y movimientos en los barrios que generó la época de aislamiento, y las pesadas conflictividades intrafamiliares fueron las causas que empujaron a más gente a irse a vivir a la calle como forma de salirse de esos problemas. Además, muchas personas que viven en lugares donde hay escasez de trabajo buscan venir a grandes urbes como Rosario en búsqueda de una posibilidad de empleo y por la omnipresente cobertura de salud.

Este proyecto lo hacemos colectivamente. Sostené a El Destape con un click acá. Sigamos haciendo historia.

SUSCRIBITE A EL DESTAPE

Tomando nota de este fenómeno, las autoridades diseñaron un nuevo dispositivo que haga frente a esta demanda. Mientras el año pasado solo había refugios de invierno, donde la gente concurría voluntariamente a pasar la noche, este año se desplegaron albergues de 24 horas para hacer la cuarentena. Es que lugares habituales donde se resguardaban los indigentes, como la Terminal de Ómnibus, hoy están cerrados y sin actividad.

Aquí la cobertura estatal y de las instituciones es mucho más cálida que en otras provincias, por lo que muchos que se quedaron varados al comenzar el aislamiento, eligieron quedarse. Todos, los que duermen en las instalaciones municipales y los que deciden quedarse en la vía pública, reciben asistencia alimentaria a través de la heroica tarea de los ex combatientes de Malvinas. Desarrollo Social le da los insumos, y los veteranos preparan y distribuyen las raciones calientes. En algunas iglesias les dan ropa, jabón y dentífrico. Los que tienen oficios, como pintor o albañil, consiguen changas. Los otros venden cuentos, pañuelos, o barren veredas.

Juan

En los últimos meses se detectaron tres casos de hombres que vinieron en bicicleta, desde grandes distancias, persiguiendo el sueño maltratado de una vida mejor. El más resonante fue el de Juan, un hombre de 53 años que pedaleó los más de 200 kilómetros que separan Rosario de San Andrés de Giles, una pequeña localidad de 22 mil habitantes ubicada en el norte de la provincia de Buenos Aires.

Un día de junio, habiendo perdido su trabajo en la industria metalúrgica, Juan decidió tomar su bicicleta desvencijada y poner rumbo hacia Rosario. Según confió luego a una voluntaria de una parroquia donde le daban de comer, vino sabiendo en que la situación epidemiológica era mejor en la Cuna de la Bandera, y en busca del amparo de la cobertura de salud y social estatales.

Cargado solo con dos mochilas, demoró una semana en llegar vía ruta, donde los controles no detienen a personas caminando o en bicicleta. Ya en Rosario, pidió ayuda en un refugio y lo hisoparon. El resultado fue negativo. Se desilusionó rápido, porque aquí tampoco había trabajo. Pasó dos noches en la calle, y lo robaron. Luego fue detectado por los equipos de territorio y lo llevaron a un refugio municipal. Así transcurrió los días, buscando una changa, almorzando en una iglesia y cenando y durmiendo en el albergue.

El 19 de julio le volvieron a hacer el test. Esta vez fue positivo. Hubo que aislar a 80 personas con las que había tenido contacto, que por el momento son negativos. Lo internaron en el hospital Carrasco, el efector público designado para internaciones COVID-19, donde evoluciona favorablemente. Cuando obtenga el alta, será de nuevo albergado. Los voluntarios le tramitaron la IFE (Ingreso Familiar de Emergencia) con la esperanza de que lo ayude a salir a flote hasta que logre trabajar.

Según fuentes del municipio, son muchos los relatos similares. Personas que vienen de afuera a las grandes ciudades, buscando trabajo o una forma de sobrevivir. Así sea vivir pidiendo en la calle, creen que es mejor calidad de vida que las que tienen en sus lugares de origen. "Las historias de la mayoría de los que terminan en la calle tienen que ver con situaciones de violencia de distinto tipo, con cuestiones de trabajo, de salud mental, y también hay muchos casos de consumo y policonsumo que varían con la edad: los más grandes con el alcohol, y los más jóvenes con distintos tipos de drogas", explica el secretario de Desarrollo Humano Nicolás Gianelloni.



En los cinco dispositivos, ubicados en distintas zonas de la ciudad, un equipo multidisciplinario acompaña a los albergados para trabajar estas problemáticas. Es que los casos en los que parte de la causa de haber llegado a la calle tiene que ver con los consumos es alta, con un peso cada vez mayor sobre el total. Y las circunstancias sociales no muestra que el proceso se vaya a detener en un futuro inmediato. Hay muchos más Juan allá afuera.