Por falta de una firma, está empantanado el más ambicioso proyecto astrofísico local

El Observatorio Qubic se inauguró a fines de 2022 y se esperaba que fuera el primero en detectar los “restos fósiles del Big Bang”, pero está parado y no pueden ingresar fondos europeos porque no se firma un memorándum.

06 de agosto, 2024 | 15.06

El 24 de noviembre de 2022 la mayoría de los medios locales y varios internacionales dieron la noticia de que un telescopio único ubicado a 4980 metros de altura, en Alto Chorrillos, Salta, comenzaba a rastrear el cielo en busca del tenue resplandor del nacimiento del cosmos, antes de que se iluminaran las primeras estrellas

El Qubic (siglas en inglés que corresponden a Q & U Bolometric Interferometer for Cosmology) se diseñó y se instaló a 20 km de San Antonio de los Cobres para verificar la teoría de que el universo se expandió a velocidad de vértigo en una fracción infinitesimal de segundo después de la explosión inicial, una hipótesis planteada hace varias décadas, pero que hasta ahora no pudo probarse experimentalmente

Durante la inauguración, en la que participaron investigadores, y funcionarios nacionales y provinciales, se escucharon repetidamente las palabras “logro”, “orgullo”, “admiración”. Y también se dijo en voz alta algo que se comenta por lo bajo desde hace más de dos décadas, cuando el físico argentino Matías Zaldarriaga planteó su hipótesis de que el estallido debería haber generado ondas gravitacionales primordiales, que si esto se confirmara podría ser motivo de un Nobel

El proyecto es producto de una colaboración internacional en la que tienen un papel protagónico Francia, Italia y Argentina. El instrumento, diseñado por el investigador del Centre National de la Recherche Scientifique Jean-Christophe Hamilton, funcionó perfectamente en Alto Chorrillos durante alrededor de seis meses, pero luego empezaron a surgir problemas. Para resolver varios de ellos (como la provisión comprometida por la Argentina de subsistemas indispensables para su operación) es necesario que ingresen fondos de los países europeos, pero eso no puede hacerse sin que termine de firmarse un documento conocido como “memorándum de entendimiento” (MOU, según sus siglas en inglés). Y aunque esto debería haberse resuelto en febrero, todavía es imposible concretarlo. 

“Avanzamos con las partes involucradas, que son la Comisión Nacional de Energía Atómica, la Provincia de Salta y el Conicet, pero no logramos que nos responda la Subsecretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología –explica una alta fuente del Conicet–. Una vez por semana nos dicen que ya están por firmar, que necesitan un OK de ‘legales’… Pero no firman. Y hasta que no esté listo el memorándum, la parte europea no puede girar la plata y no hay dinero para trabajar en el proyecto”. Para ilustrar la inoperancia contra la que deben enfrentarse, agrega que de los 73.500.000.000 de pesos que tenían a principios de año, sólo ejecutaron 1.900.000.000 que fueron en su mayor parte a limpieza, seguridad, servicios y en general mantenimiento del Polo Científico de Godoy Cruz y Paraguay. “O sea, ejecutaron el 2,6% del presupuesto, que mantuvo el mismo número que el año pasado, aún con la inflación de estos primeros seis meses”, remata.

Para complicar aún más las cosas, se produjeron entredichos en la propia colaboración. Desde la parte francesa, aducen que el Instituto de Tecnologías en Detección de Astropartículas (ITeDA), de la CNEA, que coordina el proyecto por la Argentina, decidió unilateralmente cerrar Qubic durante casi un año, y cuando quisieron reiniciarlo (en marzo), se encontraron con que las juntas de los conectores ya no eran estancas porque se había dejado el instrumento sin control de temperatura (hay que mantenerlo constantemente refrigerado). Que desde entonces la CNEA, que debía encargarse del mantenimiento criogénico, no avanzó en las reparaciones y hubo que encargar a Francia nuevos conectores a un precio bastante elevado, que no se entregarán hasta dentro de varias semanas o incluso meses.

Como se trata de detectar, entre otras cosas, diferencias infinitesimales de temperatura, el telescopio, que puede comandarse a distancia, tiene que funcionar a apenas 300 milikelvin por encima del cero absoluto (-273 ºC; para hacerse una idea, la materia gaseosa que se encuentra entre estrellas y galaxias tiene una temperatura de 3 Kelvin). Para mantenerlo tan frío, está encerrado en una carcasa cilíndrica de casi dos metros de alto y 1,6 m de diámetro, dentro de la cual se baja la presión y se encienden los criostatos [dispositivos que permiten mantener temperaturas muy bajas], que funcionan con un circuito cerrado de helio líquido. 

Mientras tanto, Alberto Etchegoyen, representante argentino en la colaboración, asegura que el criostato llegó dañado, se encontraron dos bridas con fugas de vacío, lo que impide su puesta en funcionamiento. "Actualmente, este repuesto se está fabricando en Francia y ambas se están intentando reparar en Argentina. Se estima que estará operativo nuevamente en septiembre", afirma.

Por otra parte, Etchegoyen comenta que se están desarrollando nuevos detectores criogénicos diseñados por los científicos y técnicos de ITeDA en conjunto con el Karlsruhe Institute of Technology (Alemania) que se probarían en Qubic. A su juicio, serían mejores que los existentes, podrían utilizarse en un segundo bolómetro y también podrían ser usados para el Laboratorio ANDES (Agua Negra Deep Experiment Site), que se instalaría en el Túnel de Agua Negra proyectado entre San Juan y Chile.

Pero Hamilton insiste en que Qubic no es un banco de pruebas, sino que fue pensado para observar el universo primordial y que el desarrollo de detectores, aunque interesante desde el punto de vista académico, no tiene ningún interés para el proyecto, que ya dispone de buenos detectores desarrollados en Francia. “Cambiarlos es técnicamente imposible, porque toda la arquitectura de frío es muy específica y, además, los nuevos están muy, muy lejos de poder ensayarse”, afirma.

Jean-Christophe Hamilton (de sombrero) durante la inauguración del Qubic

El Qubic fue desarrollado por 130 colaboradores desde 2008, a los que la Argentina se sumó en 2016. “Está técnicamente preparado para observar –destaca Hamilton–, no hacerlo o no avanzar por no firmar el MOU es incomprensible”. La Argentina también está en deuda con una serie de subsistemas que se comprometió a entregar. Por ejemplo, una torre de 50 m de altura en la que instalar una fuente de calibración (adquirida por Francia a 130.000 euros y entregada a la Argentina con el instrumento en 2021). También, un sistema mecánico para acompañar los tubos que deben alimentar con helio el sistema de refrigeración (cable carrier, en inglés), que debió estar listo en 2022. En su lugar, se habría avanzado en un sistema más complejo y costoso que no estaría disponible antes de 2025. “Mientras lo esperamos, las observaciones de Qubic serán muy limitadas por los modestos movimientos que podemos hacer con la montura sin este sistema”, detalla Hamilton. También están faltando otros elementos que tienen que ver con la logística, como un buen vehículo 4x4 y mejor alojamiento para los técnicos, que están motivados, pero deben enfrentar condiciones exigentes en la montaña.

El telescopio ya debería estar rastreando el cielo en busca del eco del Big Bang y las huellas de ondas gravitacionales primordiales que, según la teoría más aceptada, se produjeron en los primeros instantes del universo, cuando a la explosión inicial le siguió una inflación exponencial. Combina por primera vez la interferometría con la bolometría. La interferometría es una familia de técnicas que consisten en combinar la luz u otras ondas electromagnéticas provenientes de distintos receptores para obtener una imagen de mayor resolución. La bolometría mide la cantidad total de radiación electromagnética que viene de un objeto. Funciona midiendo su temperatura.  La teoría dice que si la ‘inflación’ existió tienen que haberse generado ondas gravitacionales primordiales y que su huella tiene que poder medirse con este dispositivo. 

La idea de la interferometría bolométrica surgió de la voluntad de combinar las ventajas de ambas técnicas, algo que no se había hecho hasta ahora, contó Hamilton, el “padre” del instrumento, en la inauguración. “Estuvimos años tratando de ver cómo hacer las dos cosas al mismo tiempo y diseñar los subsistemas –explica– con colegas de Italia, Irlanda, Francia, Estados Unidos. Fue un trabajo grande, muy difícil, porque teníamos que inventar una nueva manera de observar el cielo. Si tenemos éxito con éste, vamos a construir otros”. 

“Lo que nosotros queremos detectar ocurrió en teoría a los 10−35 segundos después del nacimiento del cosmos (es decir, 0, seguido de 34 ceros y un uno) –explicó en esa oportunidad la astrónoma Beatriz García–. En ese instante inimaginable, el universo sufrió una expansión exponencial. Nadie sabe por qué, pero allí ocurrieron cosas. No las podemos observar con telescopios ópticos, porque en ese momento la materia se estaba generando a partir de la energía y estaba todo acoplado. No había fotones, las partículas de luz estaban atrapadas en una especie de plasma denso de materia y energía hasta que se desacoplaron, unos 400.000 años después. Según una predicción del físico argentino Matías Zaldarriaga, en ese período se generaron ondas gravitacionales primordiales que sí podrían detectarse. Es una de las predicciones de la teoría del universo inflacionario no probadas hasta el momento”. 

Zaldarriaga llegó a la conclusión de que, si existieron, deben haber dejado una “huella” digital en la radiación de fondo cósmica (la luz extremadamente tenue que nos llega desde todas las direcciones y la más antigua que existe). "El universo no se olvida de cómo empezó, quedan rastros que podemos estudiar", explicó el domingo último en El Destape Radio.  

Decir que la instalación del Qubic fue un desafío mayúsculo es poco. Trabajar en la Puna es muy difícil: hay poco oxígeno, la gente se cansa mucho y se corren riesgos de salud importantes. Pero se esperaba que ese esfuerzo rindiera frutos valiosos. Según las estimaciones, en tres años de observación ya se contaría con datos confiables.

El proyecto no solo ubica a la Argentina en el horizonte de la ciencia actual, sino que promueve la formación de recursos humanos y el desarrollo de tecnología de vanguardia. Los retrasos sufridos hasta ahora son lamentables, pero podrían empezar a subsanarse si las instituciones argentinas involucradas firmaran el MOU y comenzaran a fluir los fondos europeos. En este caso, se podría avanzar… incluso aunque no haya plata. 

Antena melliza a la del LLAMA que está operando en Chile

Otro proyecto astronómico en riesgo 

En 2017 se anunció con bombos y platillos la llegada de una enorme antena destinada al observatorio LLAMA (Large Latin American Millimetre Array), un proyecto binacional en el que participan investigadores de varios institutos del Conicet y colegas brasileños destinado a estudiar la evolución del universo, agujeros negros, formación de galaxias y estrellas, fenómenos solares. 

También ubicado en el valle salteño Abra Alto Chorrillos, a 4825 metros sobre el nivel del mar, su gestión estaba en manos del ex Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación, de la Universidad de San Pablo y la Fundación de Apoyo a la Investigación del Estado de San Pablo (Fapesp, Brasil).

En sus inicios, el proyecto tropezó con un infortunio, dado que el camión que llevaba los equipos (solo el costo de la antena asciende a ocho millones de dólares) sufrió un accidente, se dañó una pieza y debió ser repuesta. 

Ahora el disco está armado y falta subirlo al pedestal, pero es imposible avanzar porque las actuales autoridades de la subsecretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología no responden. No hay con quién hablar, comentan algunos integrantes de la comisión directiva. Aunque pidieron una reunión, nadie los escucha. Les informaron que algunos proyectos iban a seguir y otros iban a estar en pausa por una cuestión presupuestaria. Ellos explicaron que no es un proyecto para poner en pausa, porque la antena está a medio armar a 4800 metros de altura y porque hay un compromiso con Brasil. Tampoco le contestan los correos electrónicos a la Agencia Fapesp, que es una de las instituciones que pone el dinero. Y, para agravar las cosas, en la Puna no se puede trabajar durante todo el año, hay ventanas climáticas: de septiembre a diciembre, y de marzo a mayo. Si no se hace ahora, habrá que esperar un año más.

Una vez montada la antena, resta colocar y calibrar los instrumentos, una tarea que lleva alrededor de otro año. Los incumplimientos, como establece el convenio firmado en diciembre pasado, podrían dar origen a importantes multas. “Habría que pagarle a Brasil tanto dinero o más del que se necesita para finalizar LLAMA”, subrayan.

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