30 de agosto, 2021 | 14.41

Los aportes de la ciencia argentina en la lucha contra el coronavirus

Alrededor de cinco mil investigadores presentaron proyectos; se financiaron 200 que dieron lugar a tests de anticuerpos y diagnóstico, metodologías de rastreo, desarrollo de tratamientos y vacunas, análisis de datos y simulaciones, y estudios sociales. Se publicaron 412 trabajos argentinos en revistas indexadas por la base Scopus

En marzo de 2020, pocos días después de detectado el primer caso de coronavirus de la pandemia que trastocaría nuestras vidas, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, el Conicet y la Agencia I+D+i crearon la Unidad Covid-19 para coordinar el aporte de las capacidades del sistema científico local al control de la crisis. La respuesta fue abrumadora: alrededor de 5000 investigadores presentaron proyectos, se financiaron 200, se establecieron colaboraciones que pasaron por alto la natural competencia entre instituciones, y de la suma de ese conocimiento y un trabajo que con frecuencia se extendió de lunes a lunes durante meses, surgieron decenas de instrumentos que resultaron vitales para enfrentar el desastre sanitario, económico y social. “Y no solo eso –puntualiza el ministro de Ciencia, Roberto Salvarezza–: además, en este tiempo se publicaron 412 trabajos científicos argentinos en revistas de la base Scopus [que indexa la producción académica de 140 países]”. 

Si suele repetirse que el Conicet es la “columna vertebral” del sistema científico local, esta vez fue también su corazón. “Más de 70 institutos y cientos de investigadoras/es, personal de apoyo y becarios de todo el país orientaron sus esfuerzos hacia proyectos y actividades para luchar contra la pandemia en todas sus dimensiones”, agrega Ana Franchi, presidenta del organismo. Las soluciones que crearon van desde tests para medir anticuerpos y hacer diagnóstico, nuevas metodologías para monitoreo de casos positivos, detección del virus en aguas residuales, desarrollo de tratamientos y vacunas, análisis matemáticos y de datos, simulaciones que permitieron prever con anticipación qué tipo de escenarios podían presentarse, instrumentos informáticos para registrar y administrar ocupación de camas de terapia intensiva, y 19 estudios sociales que investigaron desde los efectos del aislamiento social preventivo en la infancia, hasta la aceptación o no del confinamiento, los discursos sociales en torno de la pandemia, factores de riesgo de femicidios, estrategias de cuidado en contexto de pobreza urbana y rural, y el impacto de la pandemia en las mujeres.

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Solo para mencionar algunos, cuarenta y cinco días después de detectado el primer caso local de Covid, el equipo de Andrea Gamarnik en la Fundación Instituto Leloir ya había desarrollado un test para medir anticuerpos contra el virus, el CovidAR. Elaborado en escala por el Laboratorio Lemos, se entregó gratuitamente a hospitales y centros de salud de todo el país y ya llevan entregados más de un millón y medio de kits que se usaron para hacer estudios de seroprevalencia (porcentaje de personas que tienen anticuerpos por haber estado expuestas al virus o haber sido inmunizadas), efectividad de vacunas, duración de la inmunidad, poder neutralizante de los anticuerpos frente a variantes del virus y vacunación heteróloga (con diferentes fórmulas). 

En materia de diagnóstico, a mediados de mayo Adrián Vojnov y su equipo del Instituto César Milstein/Conicet-Fundación Pablo Cassará obtuvieron la aprobación de su Neokit, del que ya fueron producidas tres millones de determinaciones y que ofreció un tecnología de bajo costo y fácil de maniobrar para el testeo y detección de Covid-19. 

En la Universidad Nacional de San Martín (Unsam), el grupo liderado por Diego Comerci desarrolló el ELA-Chemstrip, que permite detectar el SARS-CoV-2 con alta sensibilidad y especificidad acortando tiempos, reduciendo costos y sin necesidad de personal altamente calificado. 

Otros kits de diagnóstico fueron las tiras reactivas creadas por investigadores del Conicet junto con la compañía biotecnológica Caspr Biotech, y el desarrollado por Valeria Levi y Valeria Genoud, de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, licenciado a la empresa argentina Inbio Highway para su comercialización, que inactiva los hisopeados nasofaríngeos/orofaríngeos y de ese modo permite tratar las muestras de forma más económica, rápida y segura. “El tiempo se redujo de seis horas a alrededor de una hora y el costo de seis dólares a uno”, explicaron las científicas. Y todo lo hicieron sin financiación específica, gracias a la colaboración de laboratorios de diferentes centros y al trabajo desinteresado de estudiantes y becarios. 

Gabriel Rabinovich y su equipo del Instituto de Biología y Medicina Experimental del Conicet desarrolló una plataforma única en Sudamérica para estudiar una rama poco explorada de la inmunidad llamada “de memoria” o “celular”, la de linfocitos T que son los que organizan toda la respuesta inmune. La Covid-T permite comparar la magnitud y naturaleza de la activación de linfocitos T específicos de este coronavirus con los diferentes esquemas de vacunación que se están aplicando en el país. 

En esta línea, hace algunas semanas la Anmat aprobó una solución de inactivación de muestras y preparación para la detección del SARS-CoV-2, Inactiv AR, lograda por el equipo liderado por Alberto Kornblihtt y Ezequiel Petrillo, y que integran científicos y científicas del Ifibyne, el Inbirs, el Iquibicen y el Anlis-Malbrán. Es fácil de utilizar, reduce desafíos logísticos, no requiere de grandes equipamientos y es compatible con la detección por PCR como con los métodos rápidos desarrollados en el país (ELA Chemstrip y Neokit). 

Nuevo test NeoQ

Y usando piezas destinadas a otros usos, un grupo liderado por Roberto Etchenique, docente de Exactas/UBA, presentó a comienzos de julio un sistema más rápido y eficiente para detectar no solo si el virus está presente o no en una muestra, sino también para cuantificar su carga sin dar lugar a la ambigüedad que puede introducir la interpretación del operador del equipo. Es un sistema de múltiples espectrofotómetros en paralelo con control de temperatura muy estricto y comunicación en tiempo real con la computadora u otros dispositivos. Se llama NeoQ.

Otras tecnologías

Para auscultar la evolución del coronavirus y seguirles las huellas a las variantes de mayor preocupación, un centenar de investigadores de todo el territorio se unieron en el Consorcio Interinstitucional para la Secuenciación del Genoma y Estudios Genómicos de SARS-CoV-2, PAIS, que analiza continuamente muestras tomadas al azar de varias jurisdicciones para detectar la circulación de los distintos linajes.   

Silvia Goyanes, investigadora del Conicet, y directora del Laboratorio de Polímeros y Materiales compuestos de la UBA, creó las telas tratadas con activos antivirales, bactericidas y fungicidas para barbijos de uso social que se transfirió para su confección a la pyme textil Kovi SRL (nombre comercial: Atom Protect) y de los que ya se vendieron tres millones de unidades. También, 25 investigadores del Instituto de Ciencias Veterinarias del Litoral diseñó y testeó con éxito un prototipo de respirador artificial como alternativa de los modelos comerciales en caso de que estos no dieran abasto en una situación de saturación del sistema de salud. 

En cuanto se demostró que el virus se transmite por aerosoles y que, cuanto más “respirado” está el aire en ambientes cerrados, mayor es el riesgo de transmisión, el físico Jorge Aliaga, ex decano de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, armó con piezas de acceso fácil medidores de dióxido de carbono de bajo costo cuyo diseño está en Internet a disposición de quien desee reproducirlos. Los dispositivos fueron luego fabricados en la Universidad de Hurlingham para su entrega gratuita a escuelas de la Provincia de Buenos Aires. Junto con Andrea Pineda, del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera, difundieron los principios básicos de la propagación del virus y analizaron las medidas correctas para evitar su transmisión.

Ensayos clínicos

También se realizaron ensayos clínicos en miles de pacientes. Con estos estudios se probaron vacunas internacionales, como la de Pfizer/BioNTech, en el conducido por Fernando Polack y equipo en el Hospital Militar; y los que estuvieron a cargo de la Fundación Huésped: el de Fase 3 de Cansino, otro de esta inmunización en personas con VIH, como segunda dosis de Sputnik y el de la fórmula de Janssen. 

Además, hay por lo menos cinco proyectos en marcha para el desarrollo de vacunas anti Covid made in Argentina con diferentes plataformas, todos ellos en etapa preclínica, pero con posibilidades de comenzar con las fases clínicas a fin de año o el año que viene. Entre otros, los más avanzados son el de  Juliana Cassataro, en la Unsam (basado en proteínas recombinantes); el conducido por Osvaldo Podhajcer en el Instituto Leloir (con vector viral),  y el liderado por Guillermo Docena en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP, con fragmentos de la proteína S).  

Los investigadores diseñaron y ensayaron distintas terapias, y develaron mecanismos claves que le permiten al virus ingresar y multiplicarse en las células. Un equipo internacional coliderado por Lucía Chemes, del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas, logró dilucidar cómo ingresa y se reproduce el virus en las células. Otro del Conicet y el INTA obtuvo nanoanticuerpos de llamas capaces de neutralizar la infección por el coronavirus SARS-CoV-2 in vitro. El grupo liderado por Fernando Goldbaum, director científico de Inmunova e investigador del Conicet, logró, nueve meses después del primer diagnóstico de Covid-19 en el país, la aprobación de la Anmat “bajo condiciones especiales” del primer producto terapéutico contra el SARS-CoV-2 desarrollado íntegramente en la Argentina: el suero hiperinmune producido en equinos para pacientes adultos moderados a graves.

También se ensayaron posibles tratamientos preventivos y terapéuticos, como el uso de un spray nasal sin efectos adversos y bajo costo con  “carrageninas”,  proyecto liderado por Juan Manuel Figueroa, del Instituto de Ciencia y Tecnologia César Milstein del Hospital de Clínicas, Mónica Lombardo, del Cemic,, Ariel Dogliotti, del Instituto Cardiovascular de Rosario, Luis Flynn, del Sanatorio de Niños de la misma ciudad, y Osvaldo Uchitel, del Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias.

Sin olvidar que varios de los laboratorios que inmediatamente se reconvirtieron para hacer hacer posible el testeo masivo del coronavirus son conducidos por investigadores del Conicet, como el Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y Sida (Inbirs), una mención especial merece el equipo interdisciplinario creado por Guillermo Durán, director del Instituto de Cálculo, y Diego Gabervetsky, Vicedirector del Instituto de Ciencias de la Computación de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, que aglutinó a unos 60 investigadores y becarios no solo de estos dos centros, sino también de otros como el Inquimae, el Iquibicen, el Ifbyne, las universidades nacionales de San Martín, Quilmes, General Sarmiento, Litoral y Córdoba, y organismos como la Fundación Huésped y la Fundación para el Desarrollo Argentino. 

“Trabajamos en la aplicación de modelos matemático-computacionales y de ciencia de datos a problemas vinculados con Covid-19”, cuenta Durán, que asesora al gobierno de la Provincia de Buenos Aires y es candidato al decanato de Exactas para la próxima gestión. Entre otros desarrollos, participaron en la app “Cuidar”, el sistema de “testeo en pools” que permite usar una sola prueba para analizar múltiples muestras, y modelos para estimar el número real de infectados en los diferentes distritos de acuerdo con los fallecidos reportados y la distribución etaria de la población, un trabajo complejo en el que trabajó, entre otros, el biofísico Rodrigo Quiroga, de la Universidad Nacional de Córdoba.

Un equipo liderado por Rodrigo Castro, docente investigador de Exactas/UBA, reorientó los esfuerzos del Laboratorio de Simulación de Eventos Discretos (Instituto de Ciencias de la Computación, UBA-CONICET) para desarrollar un sistema diario automático de análisis de múltiples fuentes de datos que permite realizar simulaciones para barrer muchísimos escenarios posibles y así lidiar con las incertidumbres propias de una situación en la que se cuenta con información parcial y aplicar criterios de precaución en las estrategias sanitarias.

El grupo también organizó una serie de seminarios interdisciplinarios Covid, todos los jueves a las once, por los que desfilaron figuras de todas las áreas de la ciencia y de múltiples otros ámbitos del país, que ya suman medio centenar.

Las ciencias sociales, también

Apenas se decretó el aislamiento social y preventivo para frenar la expansión del coronavirus, un grupo de científicos del área de Ciencias Sociales y Humanidades del Conicet se organizó a contrarreloj para medir el impacto de la medida. Se creó una Comisión de Ciencias Sociales de la Unidad Covid-19, a cargo de Gabriel Kessler (Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios IDAES-Unsam) y menos de una semana después tuvieron listo un informe de más de cien páginas par analizar las políticas públicas implementadas, y más de 800 académicos y académicas contactaron a 1600 referentes  locales de todas las provincias para los principales problemas surgidos a partir del confinamiento. 

El doctor en historia y sociólogo Javier Balsa condujo junto con su equipo una serie de encuestas realizadas por el Instituto de Economía y Sociedad de la Argentina Contemporánea (Iesac) de la UNQ sobre las motivaciones y comportamientos colectivos que promovieron o conspiraron contra las medidas de aislamiento. En este momento se encuentra en marcha la primera encuesta nacional, en el marco de un proyecto dirigido por el mismo científico, que involucra un grupo en el que participaron 200 personas de 18 universidades, la Escuela de Gobierno del Chaco y el Inadi. 

Las sociólogas Sol Minoldo y Ana Garriga analizaron el impacto de la pandemia en las mujeres, que resultaron las más golpeadas por la pérdida de ingresos y de puestos de trabajo, la lenta recuperación y la sobrecarga de tareas de cuidado. 

Por su parte, Daniel Feierstein, profesor de la Universidad de Tres de Febrero y la UBA, está iniciando un proyecto en colaboración con los Hogares de Cristo para relevar los impactos objetivos y subjetivos de la pandemia en cinco barrios populares del país. 

Esta enumeración, seguramente incompleta, refleja los esfuerzos, muchas veces invisibles, que se hicieron en cada laboratorio, cada aula, cada centro de investigación. Para Durán, "Tenemos que prepararnos fuertemente para la pospandemia. Nada en el mundo seguirá igual, y la academia no es la excepción. Desde los lugares de gestión de las universidades públicas deberemos estar atentos a temas de salud mental, a organizar la docencia semi-presencial (la virtualidad vino para quedarse sin dudas), a disponer recursos para reparar equipos que estuvieron en desuso, a contemplar a la hora de las evaluaciones el esfuerzo hecho y las dificultades atravesadas por investigadores y docentes durante este año y medio".

Humberto Debat, integrante del grupo PAIS, resume el sentimiento que recorrió el sistema científico cuando dice: “A mí me llena de alegría el corazón ver a tantos colegas que pusieron toda su energía estos meses en ayudar en lo que fuera para intentar que esta pandemia se lleve la menor cantidad de vidas posible. Habla de la gran resiliencia y flexibilidad de nuestro sector, la gran capacidad de integración, creación y trabajo de nuestros científicos. Nadie nos dijo que teníamos que hacerlo, fue una obligación moral, tocar cuanta puerta había y decir: 'yo soy X, sé hacer Y, y estoy acá para ayudar, aprender y no dormir hasta que esta pesadilla se acabe'. Nos cambió la vida a todos. En el futuro, recordaremos muchos nombres que estuvieron cuando su país los necesitaba, y que en uno de los momentos más difíciles dejaron todo lo que estaban haciendo para luchar contra este virus”.