Huellas de dos especies de homínidos revelan que coexistieron hace 1,5 millones de años 

Es el primer vestigio que sugiere que distintos integrantes de nuestro árbol genealógico, muy distintos entre sí, pueden haber interactuado.

29 de noviembre, 2024 | 00.05

Hace un millón y medio de años, por lo menos dos especies de homínidos que caminaban erguidos deben haber visto los mismos amaneceres y atardeceres a orillas del Lago Turkana, de Kenia, las mismas cigüeñas e hipopótamos en sus aguas. Tal vez hayan compartido sus presas o competido por el alimento. Eso todavía es imposible saberlo, pero lo que es seguro es que fueron contemporáneos y vivieron en la misma geografía. Podemos afirmarlo porque un equipo de paleantropólogos norteamericanos descubrió por primera vez pisadas fósiles que corresponden a dos especies, Homo Erectus y Paranthropus boisei, que muestran que coexistieron y probablemente interactuaron entre sí. El hallazgo se publica en la edición de esta semana de Science (https://www.science.org/doi/10.1126/science.ado5275).  

Pasaron por allí con una diferencia de horas, o unos pocos días a lo sumo”, dijo al diario español El País el primer autor del trabajo, Kevin Hatala, investigador del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Alemania y de la Universidad de Pensilvania. “Pienso que ambas especies deben haber sido conscientes de la existencia de la otra en ese paisaje, y probablemente se hayan reconocido como diferentes”, le comentó a  la revista Live Science

Vista aérea de las pisadas (Foto: Louise Leakey)

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Ya se habían encontrado pisadas fósiles en el Este de África, pero nunca de dos especies impresas en el barro con horas de diferencia. Los hallazgos previos provenían de sitios distantes a miles de kilómetros y su datación había sido imprecisa. “La evidencia de homínidos fósiles contemporáneos con comportamientos de locomoción diferentes son extremadamente difíciles de encontrar”, afirma en un comentario que acompaña el artículo William Harcourt-Smith, del Museo Norteamericano de Historia Natural.

La sucesión de huellas analizada por Hatala y colegas mide aproximadamente ocho metros e incluye unas doce correspondientes a un individuo y tres, a otros. Ofrece nuevos y fascinantes indicios sobre la evolución humana

Estratos excavados. A mayor profundidad, mayor antigüedad

“Esto confirma la alta frecuencia de coexistencia de distintos linajes a lo largo de la evolución de los homínidos –explica Rolando González-José, investigador principal del Conicet y exdirector del Centro Nacional Patagónico–. Esa es una historia que se está contando hace 1,5 millones de años, pero que se repite en otros tramos de la filogenia de los homínidos, y derriba las hipótesis clásicas sobre una evolución de tipo arborescente, en la que se generan ramas que luego no se tocan”.

Según explica González-José, las huellas fósiles son vestigios que tienen pros y contras. “Un individuo humano puede dejar hasta 200 millones de pisadas –destaca–; es decir, que son un registro fósil mucho más abundante que cualquier otro rastro de su existencia. Las huellas, además, tienen la característica de que cuando son encontradas en el mismo sedimento, indican que fueron hechas prácticamente en el mismo momento, porque la estabilidad del sedimento blando en el cual quedan impresas no dura más allá de dos o tres días. Esa es la principal fortaleza de este trabajo, pero lo importante es lo que nos informa acerca de la coexistencia evolutiva de homínidos muy distintos, tales como Homo erectus y Paranthropos boisei,  conviviendo en la misma zona, un sitio riquísimo que es la cuenca del lago Turkana, en Kenia, prolífico en la cantidad de fósiles que nos ha dado”.

Pisada de Homo erectus (Foto: Kevin Hatala)

Desde el punto de vista anatómico y morfológico, ambas especies de homínidos son bien distintas. “H. erectus es uno de los primeros representantes del linaje al cual pertenece nuestra especie, Homo sapiens. Ya hay registro de ella en África hace entre dos y dos millones y medio de años –comenta el investigador argentino–. P. boisei es totalmente diferente. Se los llama ‘cascanueces’ por ser formas homínidas con mandíbulas y una estructura masticatoria muy fuerte (de allí su nombre popular). También comienza a observarse en el registro fósil desde hace entre 2,5 y 2 millones de años, hasta hace 1,3 millones de años antes del presente. Por lo tanto, hay ahí una superposición, pero nunca antes habíamos tenido un registro directo del mismo sitio arqueológico. Es decir, se sospechaba la coexistencia de ambas formas, porque el fechado de los distintos restos más o menos se solapaban. Pero en esta ocasión lo que se está reportando es una evidencia directa; es decir, dos tipos de huellas, una de las cuales pertenecería a las formas robustas del género Paranthropus, y otra, a las formas gráciles ya del linaje al que pertenece nuestra especie, Homo erectus”.

En su comentario, Harcourt-Smith recuerda que este año se cumple medio siglo del descubrimiento de la célebre “Lucy”, el esqueleto extraordinariamente conservado de hace 3,2 millones de años que confirmó que la capacidad de caminar sobre dos piernas (bipedalismo) fue uno de los primeras adaptaciones importantes de los homínidos. “En los siguientes 50 años –escribe–, el número de especies de homínidos se triplicó, y varios estudios revelaron diferentes tipos de bipedalismo. Sin embargo, no quedaba en claro si ocurrieron simultáneamente y en el mismo espacio geográfico”. 

El sitio de la excavación (Science)

El hallazgo de Hatala y colegas sugiere que varias de esas diferentes especies pueden haber actuado en el mismo hábitat. Aunque hoy solo hay una especie del género Homo, los homínidos que nos antecedieron fueron un grupo diverso que surgió de numerosos experimentos evolutivos a lo largo de siete millones de años. Todo indica que especies que vivieron en la misma época eran capaces de bipedalismo pero con diferentes combinaciones de rasgos humanos y simiescos.

“En las últimas décadas, el estudio de la evolución humana dejó algunas lecciones bien consolidadas –explica González-José–. Una de ellas es que en el pasado la diversidad de homínidos no solo era más alta de lo que pensábamos, sino que los eventos de solapamiento en el tiempo y en el espacio eran más frecuentes de lo que creíamos. Cuando estas coexistencia se estudiaron en formas más modernas, como Homo neanderthalensis, Homo sapiens o las formas denisovanas, hasta se pudo comprobar el intercambio de genes. Es decir, que existieron eventos de hibridación, de entrecruzamiento reproductivo, que dejaron su huella en el genoma de los humanos actuales. Algunas poblaciones europeas presentan hasta un 10% de material genético que también se observa en Homo neanderthalensis, cuando ese ADN antiguo pudo ser estudiado. No es el caso de P. boisei y H. erectus, en los que la fosilización más antigua es total. Por lo tanto, se perdió la chance de rescatar material genético de esos restos. Pero las huellas sí han proporcionado una evidencia directa de la coexistencia”. 

Nunca sabremos si hubo hibridación –concluye–. En principio, uno tendería a pensar que no, porque son formas morfológicamente muy diferentes. Pero estas pisadas no dejan duda de que evidentemente coexistieron a orillas del lago Turkana, en Kenia, hace 1,5 millones de años estas formas tempranas de homínidos”.