La escena se desarrolla en la estancia La Matilde, al NE de Santa Cruz y a unos 100 km de Puerto Deseado. Corre 2020, poco antes de la pandemia, y el paleontólogo Matías Motta, del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia (MACN) está comiendo una mandarina durante un alto en la campaña cuando, revisando unas lajas que se apilan desordenadamente en los bordes de una pequeña excavación, casi no puede creer lo que ven sus ojos: impresas en una losa de arenisca, advierte partes del cráneo, ojos, nervios y columna vertebral de un renacuajo que precede a los actuales anuros [grupo que incluye a anfibios sin cola, como sapos, escuerzos y ranas] en 165 millones de años.
"No es sólo el renacuajo más antiguo conocido, sino que además está excepcionalmente conservado, algo muy difícil porque la mayoría de sus tejidos son blandos”, explica Mariana Chuliver, bióloga de la Universidad Maimónides de Buenos Aires y primera autora del trabajo que hoy publica Nature (https://www.nature.com/articles/s41586-024-08055-y).
No es que este lejano ancestro, denominado Notobatrachus degiustoi, fuera una incógnita para la paleontología. De hecho, se conoce desde 1957 por los estudios del argentino Osvaldo Reig en numerosos esqueletos de individuos adultos hallados en la misma estancia. La especie tiene gran importancia por su antigüedad, ya que conserva rasgos “primitivos” que no existen en las ranas y sapos actuales. Pero además, su hallazgo permitió demostrar que América del Sur fue un escenario clave en la evolución temprana del grupo, explica Federico Agnolín, coautor del trabajo.
“Su descubrimiento llevó a Reig a proponer por primera vez que había grupos de animales que se habían originado en el hemisferio sur –cuenta–. A mediados del siglo pasado, la mayoría de los investigadores sostenía que todos los grupos de vertebrados se habían originado en el Norte y de ahí habían migrado hacia el Sur. Incluso se hablaba del ‘efecto Sherwin Williams’, la pintura que chorrea al sur...”
Los anuros se caracterizan por tener un ciclo de vida dividido en dos fases muy diferentes: una larval acuática (renacuajo) y una adulta generalmente terrestre. Los renacuajos alcanzan la etapa adulta reproductiva luego de atravesar profundos cambios en un corto período de tiempo conocido como “metamorfosis”. Los adultos ponen huevos en el agua y esos huevos eclosionan dando lugar a los renacuajos para reiniciar el ciclo. De Notobatrachus se habían encontrado ya más de un centenar de individuos adultos muy bien preservados, incluyendo no solo el esqueleto articulado sino también improntas de músculos y otros tejidos blandos. Pero faltaban renacuajos.
El equipo de investigadores del Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN),la Fundación Azara y la Academia de Ciencias de China había ido a La Matilda a buscar dinosaurios emplumados similares a los que se encuentran en el país asiático, ya que las rocas de sus canteras son similares, pero se encontró con este ejemplar único. Para asistirlos en el análisis convocaron a Chuliver, bióloga que trabajaba en anuros del presente.
“Para comprender la evolución del ciclo de vida de los anuros es necesario el estudio integral tanto de la fase larval como adulta –explica la científica. Y agrega Agnolín–: Sin embargo, la escasez de renacuajos en el registro fósil hizo que los orígenes y evolución temprana de la fase larval fueran enigmáticos”.
A diferencia de la árida estepa de hoy, la Patagonia de esas épocas era un ambiente de abundante vegetación y cursos de agua. Las rocas donde fue recolectado el material son del Período Jurásico y se formaron por la acumulación de sedimentos en ambientes lacustres, frecuentemente cubiertos por cenizas emanadas de volcanes cercanos. Una de sus lejanas descendientes, la “rana paradójica” (Pseudis paradoxa, que debe su nombre a que, al revés de lo que ocurre en la mayoría de los casos, disminuye de tamaño al volverse adulta), vive en lagunas, lagos y pantanos en los que el agua puede alcanzar los 24 grados.
El ejemplar recuperado mide alrededor de 16 cm, aproximadamente lo mismo que los individuos adultos de su especie.
“Tiene una doble relevancia: por un lado, corresponde al registro más antiguo de un renacuajo fósil a nivel mundial, y por otro, se destaca por su preservación, ya que permite observar el contorno del cuerpo, los ojos, nervios, toda la columna vertebral, elementos del miembro anterior, de la cintura pélvica y el miembro posterior e incluso el aparato hiobranquial [que sostiene las branquias], que ofrece información importante sobre su alimentación y estilo de vida –explica Mariana Chuliver–. Hicimos análisis filogenéticos [gracias a la supercomputadora del Centro de Computación de Alto Desempeño de la Universidad Nacional de Córdoba (https://ccad.unc.edu.ar/)] y confirmamos que se trata de una especie basal dentro del árbol de parentesco de los anfibios anuros. Pudimos determinar que está muy próximo al inicio de la metamorfosis y observar que en términos morfológicos era muy similar a los actuales. Pero no ocurría lo mismo con el tamaño. Tanto los adultos como el renacuajo de esta especie eran gigantes”.
Según Agustín Scanferla, investigador del Conicet en la Fundación Azara, “La exquisita conservación del esqueleto hiobranquial permite confirmar que se alimentaba por filtración, atrapando partículas del agua, un mecanismo ejecutado por la acción continua de una bomba bucal, tal como sucede en renacuajos de especies actuales”.
Martín Ezcurra, también autor de la publicación, e investigador del MACN y de la Universidad de Birmingham, subraya en el comunicado de la institución que “Las relaciones de parentesco encontradas para el renacuajo de Notobatrachus eran las esperadas si consideramos la anatomía de los adultos, pero lo que resultó una gran sorpresa fue la gran similitud que tiene el nuevo ejemplar con algunos de los renacuajos que viven en la actualidad. Estos análisis mostraron que la forma corporal larval de los anuros sufrió relativamente pocos cambios durante los últimos 160 millones de años”. Sin duda, el ciclo de vida con dos fases de estos vertebrados que sobrevivieron al cataclismo que extinguió a miles de especies hace 65 millones de años fue muy conservador, aunque también muy exitoso, ya que llegaron desde la “Era de los Dinosaurios” hasta nuestros días.
Ambos investigadores agradecieron no sólo al resto de los autores (Fernando Novas y Mauro Aranciaga Rolando, del MACN, Martín D. Ezcurra del MACN y la Universidad de Birmingham, y Xing Xu, de la Academia de Ciencias China), sino también a una multitud de colaboradores, como Gabriel Lío, a cargo de la recreación artística, Nahuel Vega, del Laboratorio Argentino de Haces de Neutrones/CNEA), Violeta D’Urso, de Citedef, Marcelo Isasi, personal técnico del MACN en el equipo de Novas, el matrimonio Rutherford, dueños de la Estancia La Matilde, y empresas que colaboran suministrando insumos para el trabajo de campo y para hacer las copias, entre otros.
Y concluyeron: “A pesar de las dificultades, esto muestra que los argentinos estamos publicando en las revistas de máximo nivel internacional. Jugamos en primera. Nos medimos con las mentes más brillantes del mundo. Es importante que se sepa que en la Argentina se hace ciencia de altísima calidad”.