En la Argentina, uno de cada diez chicos de entre 5 y 15 años trabaja

Esto afecta su escolarización, su desarrollo y su salud; en el ámbito rural, el número se duplica y llega casi a la mitad en adolescentes de 16 y 17 años 

09 de junio, 2023 | 00.05

Aunque desde hace más de 15 años es un hecho penado por la ley, la última Encuesta sobre Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes realizada por el Indec revela que en el país uno de cada 10 chicos de entre 5 y 15 años realiza por lo menos una actividad productiva. Esa cifra se duplica en el ámbito rural y se multiplica aún más en los adolescentes: entre los de 16 y 17 años, es del 31,9% del total del país y, en las áreas rurales, del 43,5%, lo que representa un aumento de siete puntos porcentuales respecto de noviembre de 2020, ya que la mitad comenzó a trabajar durante la pandemia.

El problema es complejo; en especial, porque para gran parte de la sociedad estas tareas están naturalizadas. No se consideran ni inadmisibles ni una violación de los derechos de los niños. “Mejor que trabajen, así no roban o se drogan”, “tienen que acostumbrarse a ayudar”, “así se educan en la cultura del esfuerzo” son algunos de los argumentos que se esgrimen para justificarlas.

Pero la verdad es bien distinta. El trabajo infantil no solo aumenta el ausentismo y lleva a retrasos en la escuela (con lo cual, paradójicamente, esos chicos a la larga se verán excluidos de mejores oportunidades laborales), sino que hasta pone en riesgo su salud, su seguridad y su vida, ya que los expone a tareas para las que no están preparados.

Para visibilizar esta situación, con el apoyo del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación, la Oficina de País de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para la Argentina lanzará en los próximos días la campaña “Prestá atención. El trabajo infantil pasa cerca tuyo”, una iniciativa que recorrerá distintas provincias y que propone, mediante dispositivos de realidad virtual, mirar el problema con los ojos de los protagonistas. En La Rioja, empieza este domingo 11 de junio en el Parque de las Juventudes (frente al monumento a Facundo Quiroga) y podrá verse hasta el martes 13. En paralelo, también funcionará un domo en la Plaza Vaticano de CABA, ubicada junto al Teatro Colón, entre el lunes 12 y el miércoles 14 de este mes. Quienes se acerquen podrán conocer tres historias basadas en casos reales de chicos y chicas que son víctimas del trabajo infantil.

Se denomina así a “las actividades que realizan niños y niñas por debajo de la edad mínima de admisión al empleo, que en la Argentina es de 16 años –explica Gustavo Ponce, punto focal de trabajo infantil, trabajo forzoso y trata de personas de la OIT Argentina–. Se toman en cuenta dos criterios: uno es la edad y el otro, el tipo de actividad, porque no es lo mismo poner la mesa o lavar un plato que cuidar a los hermanos todos los días porque los padres tienen que dejarlos solos”.

Es decir, que se considera trabajo infantil toda actividad económica y/o estrategia de supervivencia, remunerada o no, que realicen los chicos por debajo de la edad mínima legal para trabajar. La evidencia muestra que es peligroso y perjudicial para su bienestar físico, mental o moral, interfiere con la escolarización y es causa de abandono temprano de la escuela. También son consideradas trabajo infantil la mendicidad y otras estrategias de supervivencia.

Entre las actividades más comunes que realizan se encuentran las de participar en el levantamiento de cosechas, cortar y apilar ladrillos, vender panes en el barrio, cortar el pasto, hacer mandados, cuidar a sus hermanas o hermanos menores, llevarlos al médico, atender a animales domésticos, trabajar en la construcción, buscar y acarrear agua y leña.

Por supuesto, entre otras múltiples dimensiones, una de las principales causas del trabajo infantil es la pobreza y la falta de empleo decente para los padres. Alrededor del 60% de los chicos y chicas que trabajan lo hacen dentro de su ámbito familiar o con personas cercanas.

“Es muy común que estos chicos se levanten muy temprano, realicen una cantidad de actividades, vayan a la escuela y se queden dormidos en clase, o falten en época de cosechas –dice Ponce–.  No es que estudien o trabajen, sino que hacen ambas cosas. Claramente, hay una colisión entre el derecho a la educación y el mundo del trabajo... También vimos en la última encuesta que de los chicos que atraviesan trayectorias educativas problemáticas, el 38% realiza una actividad productiva. Es una de las mayores causas de repitencia y de abandono de la escuela, especialmente en la secundaria”.

Y esto no es todo. Diversos estudios muestran también que este acceso temprano al mundo del trabajo fija estereotipos de género. “Hay una división laboral que asigna a las niñas las tareas vinculadas con lo doméstico, y a los varones el mercado o la construcción”, destaca Ponce.

El artículo 32º de la Convención sobre los Derechos de los Niños se refiere específicamente a la protección frente al trabajo infantil. Allí se expresa que “Los Estados Partes reconocen el derecho del niño a estar protegido contra la explotación económica y contra el desempeño de cualquier trabajo que pueda ser peligroso o entorpecer su educación, o que sea nocivo para su salud o para su desarrollo físico, mental, espiritual, moral o social”. También se aclara que constituye una de las formas más extendidas de vulneración de derechos, y como tal debe ser erradicado. Pero aunque en la Argentina la ley dispone que los que se benefician económicamente del trabajo de chicos y chicas pasen de uno a cuatro años de prisión, en una década y media hubo solo dos sentencias.

Se calcula que en el mundo hay 160 millones de niñas, niños y adolescentes que trabajan. Mientras la mendicidad es una de las caras de este fenómeno, tal vez la más visible en el ámbito urbano, en el nivel global el 70% se da en el campo. La campaña de la OIT intenta derribar mitos y cierta visión muy difundida que le encuentra beneficios a este fenómeno.

“Lo que vemos es que el trabajo infantil todavía tiene un nivel de tolerancia muy alto –subraya Ponce–. De ningún modo queremos culpabilizar a los padres, sino generar conciencia sobre estas prácticas nocivas. Hay que despojarlas de la pátina romántica tan extendida que lleva a considerar que es mejor que trabajen así se impregnan de la cultura del esfuerzo y no roban. No, el trabajo infantil daña. Expone a los chicos a riesgos para su salud, interfiere con la escolarización, les quita tiempo de juego. Queremos desbaratar esa certeza de que el trabajo infantil es positivo y aleja a los chicos del mundo de las drogas. Lo bueno es que estén estudiando, no trabajando”.

Mitos sobre el trabajo infantil

  • “Es importante ayudar en casa”
  • La ayuda tiene relación con tareas que se distribuyen entre los convivientes y que se vinculan con el aprendizaje de reglas, principios y valores que desarrollan la solidaridad dentro de la propia familia. Pero cuando dicha colaboración requiere una cantidad de horas que se superpone al tiempo destinado a las actividades escolares, y cierta calidad de responsabilidad porque se realiza una tarea crítica como es el cuidado de la vida de hermanos y familiares mayores, es trabajo.
  • “El trabajo infantil templa el carácter”
  • Muchas veces se valora la realización de tareas peligrosas, se destaca el “ser guapo”, “aguantar” y “hacerse hombre”. Sin embargo, el trabajo infantil afecta los procesos de maduración y formación de la personalidad en las áreas de autonomía y toma de decisiones. También expone a chicos y chicas a la obligación de seguir determinados comportamientos y normas rígidas, sobre los cuales no tienen ningún poder ni control.
  • “Favorece la maduración de los chicos”
  • La iniciación temprana en el mundo del trabajo atenta contra los normales procesos de desarrollo y maduración, y les impone responsabilidades excesivas y cargas inadecuadas para su grado de madurez física y mental. Además, les sustrae tiempo para actividades que les proporcionan placer, como el juego y otras que comparten con sus pares.
  • “Es mejor que un chico trabaje, en lugar de que robe o se drogue”
  • Este mito es funcional a los procesos de control social y a cierta mirada sobre dos diferentes tipos de infancias, donde los niños y las niñas de las clases pobres tienen como mejor alternativa el insertarse tempranamente en el mundo del trabajo, para no caer en conductas perjudiciales para sí mismos y para su entorno. El problema del consumo de sustancias, tanto como el de la delincuencia, tiene múltiples determinantes, que exceden el fundamento de la “disponibilidad de tiempo ocioso”
  • “Está bien que tengan dinero para sus gastos"
  • A corto plazo, resulta un logro. Pero a largo plazo, la búsqueda de dinero es un obstáculo sostener la trayectoria escolar que permitirá la adquisición de capacidades más calificadas y experiencias más enriquecedoras para un mejor desarrollo. Son los adultos (responsabilidad compartida de padres, comunidad, instituciones y Estado) los que deben proveer al bienestar y disfrute de los niños y niñas.

(Extractado del manual sobre El trabajo infantil y su impacto en la salud, Organización Internacional del Trabajo, 2015)