En el fatídico año 2000, mientras los investigadores se iban del país a raudales, el bioquímico Norberto Zwirner emprendía el camino inverso. Tras obtener un doctorado en Dallas, se volvía de los Estados Unidos para seguir estudiando en la Argentina una molécula llamada MICA, presente en tumores.
Una tarde, estaba buscando una estudiante para su equipo del Instituto de Biología y Medicina Experimental (Ibyme) y conoció a la jovencísima Mercedes Fuertes, que debía realizar su tesina de licenciatura. “Llegué, hablamos, me explicó qué necesitaba, a mí me interesó y pensé que se iba a tomar un tiempo para decidir. Pero cuando nos estábamos despidiendo me preguntó si ya podía empezar –recuerda Fuertes–. ¡Fue rapidísimo!”.
A lo largo de estas dos décadas, gracias a sus investigaciones sobre cómo se expresa MICA en diferentes tumores, dónde se encuentra y cómo se modula, lograron desarrollar un anticuerpo monoclonal [producido por un solo tipo de célula del sistema inmune] con resultados promisorios para el tratamiento del cáncer. Hoy, ese monoclonal dio lugar a un acuerdo, el primero en su tipo firmado en América latina, entre el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación y la biofarmacéutica GSK, que les otorga una licencia para su uso como potencial tratamiento oncológico. No solo es la primera licencia que GSK acuerda con un organismo de ciencia y tecnología de la región; también es la primera empresa del rubro que obtiene una licencia en Sudamérica para anticuerpos monoclonales. El convenio contempla un pago inicial al Conicet, otros que se irán realizando según los resultados del desarrollo clínico y regalías sobre futuras ventas de cualquier medicamento desarrollado sobre la base de este anticuerpo o a cualquiera de sus derivados.
“Es una enorme emoción –confesó Zwirner ayer, durante la ceremonia, en la que estuvieron presentes las máximas autoridades del sistema científico y de GSK, además de colegas, que aplaudieron calurosamente–. Hace muchos años empezamos a trabajar en la ciencia básica de MICA y luego nos interesamos en la validación de nuevos blancos moleculares en inmunooncología. Diseñamos un proyecto para estudiar si podía resultar un blanco terapéutico y nos presentamos a una convocatoria de Trust in Science, el programa público-privado de GSK. Obtuvimos el subsidio y los resultados fueron cada vez más alentadores. Terminamos demostrando que sí es un blanco interesante y parte de estos resultados fueron recientemente galardonados con el Premio Bicentenario de la Academia Nacional de Medicina. Transitamos un largo camino desde la investigación muy alejada del paciente, y ahora nos encontramos ya acercándonos al tratamiento de personas. En todo este largo recorrido, la etapa inicial fue realizada principalmente con fondos del Conicet y del Ministerio de Ciencia. El aporte de Trust in Science va mucho más allá de lo económico: nos enriquecimos mutuamente con discusiones periódicas a través de teleconferencias, en un modelo de interacción que es ejemplar y que nos permitió llegar a donde estamos hoy. Siento que estamos recorriendo en primera persona el trayecto que va del gen al paciente. Pero esta etapa que nos falta no podría lograrse sin el aporte de empresas privadas, como es GSK, porque requiere mucha infraestructura y recursos”.
Por su parte, Fuertes recordó que Zwirner le propuso generar un anticuerpo monoclonal que reconociera [es decir, que se “pegara” a] la proteína que estaba estudiando y que había sido descrita poco antes. “La descripción y caracterización de este anticuerpo me acompaña desde la mitad de mi vida –contó–. Y gracias a los estudios que hicimos en el laboratorio, pudimos ver que esta proteína está en las células tumorales, pero no en las sanas, lo que hace que nuestro anticuerpo también sea especialmente atractivo, porque puede distinguir las células tumorales de las sanas. Creo que, en parte, eso es lo que despertó el interés de GSK. Cuando ellos se involucraron, la historia del anticuerpo dio un salto, porque iniciamos una colaboración constante. Modificaron el anticuerpo original para mejorar su capacidad de unirse a las células tumorales, pero también a las del sistema inmune. Y nosotros en el laboratorio pudimos ver que efectivamente nuestro anticuerpo servía como un puente que hacía que el sistema inmune pudiera reconocer los tumores y que esto retardaba su crecimiento”.
Y más adelante destacó: “No puedo poner en palabras lo que me enorgullece haber llegado a este momento, la felicidad que me da, el agradecimiento que tengo hacia el Conicet, el Ministerio de Ciencia, la UBA y, muy fundamentalmente, a mis hijos, mi familia… Espero que esto sirva también para visibilizar el rol de las mujeres en la ciencia, para que inspire a niñas o jóvenes que están pensando en iniciar una carrera científica, que sepan que nosotras podemos”.
La colaboración con Trust in Science se inició en 2016, cuando los científicos ya habían podido demostrar que el anticuerpo contra MICA era terapéutico.
“Fue algo muy rápido. Me preguntaron si tenía un anticuerpo monoclonal. Les contesté que sí. Entonces quisieron saber si estaba patentado. No, contesté. Y nos pusimos a trabajar”, recuerda Zwirner.
La diferencia entre el monoclonal anti-MICA y otros que se utilizan en la actualidad es que estos últimos afectan la capacidad de la respuesta inmune: o la “sobreactivan” o impiden que se frene. “El nuestro no va por ese lado –explica el científico–, por lo que esperamos que los efectos adversos que se ven con esas otras terapias no se observen con éste, ya que se une a la célula tumoral y no al tejido sano. La célula tumoral queda ‘marcada’ por el anticuerpo, lo que facilita su detección y eliminación por el sistema inmune”.
La licencia otorga a GSK la propiedad del producto para optimizarlo mediante técnicas biotecnológicas y convertirlo en un fármaco que pueda ser inyectado en un paciente. “Ya se hizo la humanización y ahora ellos buscarán que se una mejor, con más afinidad, a la célula tumoral –destaca el científico–. En ese proceso hay etapas que se llaman de-risking (en inglés, reducir el riesgo) para no generar efectos adversos, que no pierda actividad y que sea estable”.
Una vez cumplidos esos requisitos, se presentará toda la documentación a las entidades regulatorias (la FDA, en los Estados Unidos; la EMA, en Europa; la Anmat, en la Argentina) para iniciar estudios clínicos.
A partir de los resultados ya obtenidos en el laboratorio, los investigadores estiman que podría comenzar a probarse en cáncer renal, porque ya demostraron que la molécula MICA se encuentra presente en esos tumores gracias a una colaboración con cirujanos de Cemic y del Hospital Alemán, que les proporcionaron las muestras de pacientes operados.
“GSK tiene que decidir qué modalidad elige –aclara Zwirner–, porque en ingeniería de anticuerpos, uno puede establecer diferentes enfoques. Puede utilizar un anticuerpo liso y llano, o ‘colgarle’ una ‘mochilita’, una toxina que éste entrega al tumor. En cualquiera de esos casos, nos enviarán el producto que estén desarrollando y nosotros lo validaremos en estudios in vitro. Nuestros resultados se contrastarán y complementarán con lo que ellos hacen en sus centros de investigación”.
Aunque siempre hay espacio para la incertidumbre, ambos científicos están convencidos de que el anti-MICA se convertirá en una nueva terapia oncológica. “Hay detalles que no podemos revelar, pero que lo hacen único –cuenta Zwirner–. Uno mira la literatura y encuentra varios anticuerpos monoclonales con la misma molécula, pero éste tiene propiedades especiales que lo hacen muy atractivo. Sí, somos optimistas”.
Y ambos también subrayan que agradecen la posibilidad de haber estudiado en universidades públicas y de hacer ciencia como se practica en la Argentina. Zwirner es doctor en bioquímica, egresado de la Universidad Nacional de La Plata, y Fuertes, doctora en biología por la Universidad de Buenos Aires.
“Mi padre era inmigrante y yo pertenezco a la primera generación de universitarios de mi familia. Mercedes hizo su tesis de licenciatura, se quedó a hacer su tesis de doctorado, se fue a un posdoctorado en Chicago en un laboratorio de primera, y volvió al laboratorio –mencionó Zwirner–. Es una satisfacción, porque habla del ambiente que uno va generando a lo largo de los años”.
Gastón Domíngues Caetano, gerente general de GSK Argentina, destacó que este año GSK Argentina cumple 100 años ininterrumpidos en el país. “Este logro nos impulsa a seguir trabajando de manera colaborativa en la investigación y el desarrollo de nuevos medicamentos –subrayó–. Es mi deseo y un objetivo que éste sea el primero de muchos acuerdos. Y creo que es posible porque Argentina tiene un diferencial que es su capital humano, que posee los más altos estándares mundiales”.
Por su parte, la presidenta del Conicet, Ana Franchi, comentó que el acuerdo es al mismo tiempo un logro y una esperanza. “Un logro porque llegamos a este punto con mucho trabajo. Mercedes habló de más de 20 años, 11 en colaboración con GSK. Son muchísimos y cuando uno empieza no sabe adónde va a llegar. Alcanzar este punto es fantástico. La esperanza es porque deseamos que este anticuerpo sirva para que las personas vivan más y mejor. También festejamos la calidad de nuestros investigadores e investigadoras, nuestros becarios, el personal técnico y administrativo, sin los cuales no podríamos hacer nada. (…) Estas oportunidades no las podemos perder. Más que nunca se está demostrando que la ciencia es soberanía”.
El ministro Daniel Filmus destacó que “hay una serie de coincidencias virtuosas: la cooperación internacional; la articulación entre lo público y lo privado que permite escalar los hallazgos; entre la investigación básica y la medicina traslacional; la coordinación interinstitucional entre el Mincyt, el Conicet, la Agencia I+D+i y las universidades; y la importancia de la ciencia como política de Estado, como se ve en este caso de una investigación que llevó más de 20 años. Esta es una de nuestras preocupaciones de fondo: generar políticas que promuevan perspectivas de mediano y largo plazo para que nuestras investigadoras e investigadores puedan desarrollar sus carreras y talento en el país de un modo federal”. Y remató: “Es un golazo. Que sea el primero de muchos. Seguiremos trabajando para que esto dé resultado”.
"Estoy feliz con este acuerdo y que hayamos podido firmarlo con instituciones públicas", sintetizó la directora médica de GSK Argentina, Rosana Felice.