Fundado en 1987, a lo largo de casi cuatro décadas el Hospital de Pediatría Garrahan viene abriendo caminos e implementando prácticas de vanguardia en el tratamiento de las dolencias infantiles, especialmente en las más complejas. Es un centro público de alta complejidad y de referencia en América latina donde se forman más de mil profesionales en 30 especialidades. Todos ellos tienen que adquirir competencias en la comunicación con el niño y su familia, una destreza tan importante y delicada como las decisiones terapéuticas.
Para explorar la utilidad de las herramientas más modernas, en este momento están desarrollando un proyecto sobre psicoprofilaxis para médicos y pacientes en conjunto con el Instituto de Investigación Biomédica de la Facultad de Ingeniería de la UBA (Fiuba) y la compañía tecnológica Quarev, que fue aprobado por el Comité de Ética del hospital.
“Es algo muy, muy interesante –cuenta Sergio Lew, de la Fiuba–. Más allá de lo que tiene que ver con su conocimiento de las enfermedades y procedimientos, los médicos se entrenan en habilidades ‘blandas’, que son las que tienen que aplicar cuando deben interactuar, por ejemplo, con chicos o chicas que sufrieron problemas de abuso, interrupción temprana del embarazo o prevención del embarazo adolescente. Hace muchos años, en el hospital se implementó el role playing; es decir, se actuaban las diversas situaciones. Pero a los médicos les resulta muy difícil pensar que tienen delante a un adolescente, si en realidad enfrentan a un actor de 60 años. Aplicando las técnicas de realidad virtual, médico y actor pueden ensayar los casos más complicados como si estuvieran verdaderamente en un consultorio. Las prácticas empezaron hace alrededor de un año y el resultado es excelente”.
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El mismo sistema permite prevenir el stress que los pequeños pacientes padecen al despertar de una cirugía. “Los chicos que van al quirófano tienen terror, porque no saben qué les va a pasar –agrega Lew–. Con el casco de realidad virtual, pueden hacer un recorrido en 3D por la sala de operaciones, recorrer la terapia intensiva y volver a la habitación. Todo sin moverse de la cama. Incluso les hicieron una aplicación para el teléfono”.
Juan Carlos Vassallo, director asociado de docencia e investigación del Hospital Garrahan, donde lidera y promueve nuevas propuestas de capacitación, coincide. Aún sin resultados definitivos, la experiencia de la mayoría de los residentes que intervienen en este programa piloto es muy favorable.
“Es importante explorar estos desarrollos innovadores, y ver si son útiles para después escalarlos –comenta Vasallo–. Todavía no tenemos conclusiones publicadas, pero estamos encantados con lo que se hizo hasta ahora. Nos entusiasma, porque nos parece que esto puede aportar en educación médica, pero además es muy accesible y económico”.
El objetivo de uno de estos “pilotos” es enseñar comunicación efectiva a los profesionales que atienden a niños/as y sus familias. “En general, los profesionales aprenden a comunicarse con los pacientes de una manera un poco anárquica, viendo cómo lo hace otro –explica Vasallo–. El hospital tiene desde hace muchos años un programa que incluye simulación con actores que actúan escenarios, como el consultorio, la guardia, la terapia intensiva o lo que fuere. Cada situación le exige al médico desplegar ciertas herramientas, como ser empático, respetuoso, escuchar al paciente y su familia, lograr acuerdos, respetar la autonomía... El problema es que esto con actores va fenómeno, con un padre, con una madre, hasta con un adolescente. Pero si el profesional tiene que hablar con un niño de cinco años con trastorno del espectro autista o con uno de siete que padece bullying en la escuela, o con uno de diez víctima de maltrato familiar, o de 12 sobre prevención de abuso o de embarazo adolescente…”
Según explica Vasallo, hay situaciones en las que uno no puede saber cómo va a reaccionar un niño. Con esta herramienta, se genera un consultorio virtual que hace sentir al profesional que se está capacitando como si estuviera en el mundo real. El médico que está en entrenamiento se pone el casco y enfrente tiene un chico de siete años acompañado por el padre o la madre, pero son avatares. El profesional pregunta y el chico responde, aunque el que contesta en realidad es un actor que tiene puesto a su vez un casco de realidad virtual y sigue un guión preparado por los especialistas del hospital.
“Hicimos una prueba piloto en un curso de prevención del embarazo adolescente, y ahora estamos validando los resultados con los instrumentos que tiene la investigación de las ciencias de la educación para evaluarlo”, destaca Vasallo.
El programa está pensado para profesionales en formación, médicos, pediatras, enfermeros, terapistas, cirujanos, anestesiólogos y en este momento están realizando una prueba piloto con residentes de pediatría, de los que en el hospital hay más de 300. Una vez que se hizo el ensayo, se reúnen los que participan en el curso con un psicólogo o especialista experimentado del hospital, y se hace una devolución sobre el desempeño con énfasis en aquellas conductas que fueron adecuadas o reflexionando sobre las que se tienen que mejorar.
“Estamos muy entusiasmados, porque esto nos abre la posibilidad de entrenar a los profesionales en algo que no podíamos hacer bien –confiesa Vasallo–. De otro modo, el médico tiene que aprender sobre el error y es mejor generar espacios de entrenamiento en los que adquiera competencias, pero sin riesgo para los pacientes”.
Otra vertiente del uso de realidad virtual es el ensayo de situaciones “de traslado”. En este caso, el médico simula que va en la ambulancia, se baja y se enfrenta a tres pacientes. Tiene que identificar la condición de riesgo de cada uno y seleccionar la intervención adecuada. Luego, el programa le “devuelve” lo que hizo y le sugiere lo que debería haber hecho. “Es entrenamiento para tomar decisiones de ‘triaje’ [o clasificación según el riesgo clínico] –explica Vasallo–. Este es un ensayo ‘autoadministrado’; es decir que el médico lo puede realizar en soledad. Después le llega un informe donde se pone en valor qué aspectos tiene que tener en cuenta en cada caso”.
Y concluye: “Aprender del error es un concepto nuevo, pero lo interesante de esto es que no se hace sobre un paciente, algo que hoy va siendo cada vez menos aceptable desde el punto de vista ético”.