El 8 de septiembre de 1990 desapareció María Soledad Morales. La joven de 17 años, estudiante del último año de secundaria, había participado de un baile para recaudar fondos para el viaje de egresados. De esa fiesta, la joven catamarqueña fue a ver a Luis Tula, un hombre 11 años mayor que ella que se había convertido en “su gran amor”. Esa madrugada, María Soledad fue drogada, violada y golpeada y su cuerpo arrojado en un descampado al costado de la ruta. Después de eso se montaron innumerables muestras de impunidad para encubrir a “los hijos del poder”. Se perdieron pruebas, hubo testigos amenazados, encubrimiento policial y judicial y dos juicios para llegar a la verdad.
En medio, surgió la lucha real. La hermana Martha Pelloni que por entonces era la directora del colegio donde iba María Soledad y 17 de sus compañeras empezaron las “marchas del silencio”. Ese ruego de Justicia creció al punto tal que llamó la atención nacional y terminó con el Gobierno de Carlos Saúl Menem soltándole la mano a sus aliados entre los que estaba el gobernador de Catamarca, Ramón Saadi y el diputado Ángel Luque que fue echado del Congreso y su hijo terminó preso. Frente a esas jóvenes estudiantes, el poder catamarqueño intentó montar “las marchas de la verdad” para denunciar una “conspiración” contra Saadi. Finalmente, en la provincia, hubo intervención de los tres poderes y los informes reservados hablaban del poder del “clan Saadi” y la sumisión que a estos les ofrecía el poder policial.
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En la Justicia, el caso tuvo condena recién ocho años más tarde. Fue el segundo juicio. Lo insólito fue que el primero fue televisado y el segundo, que terminó con la condena de “los hijos del poder”, fue a puertas cerradas. La respuesta era lógica, en aquel primer juicio un camarógrafo logró grabar los gestos de complicidad de dos jueces a espaldas del presidente del Tribunal. Por esa imagen el juicio se suspendió, renunciaron los jueces y tras el escándalo el debate se derrumbó y hubo que esperar al segundo juicio.
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Fue en 1997 cuando la justicia determinó que María Soledad Morales había sido drogada, violada y asesinada. Allí se demostró que tras participar con sus amigos y compañeros de la fiesta en un boliche, María Soledad se encontró con Tula que la llevó a otro local bailable donde “los hijos del poder” la intoxicaron y violaron hasta que la joven entró en shock. La intentaron reanimar en una clínica y finalmente descartaron el cuerpo. En ese debate, Guillermo Luque, el hijo del ex Diputado catamarqueño fue condenado a 21 años de prisión por la violación y el crimen y Luis Tula, su amigo, fue sentenciado a 9 años de cárcel como partícipe secundario. Los dos salieron antes de prisión por “buena conducta”.
Por entonces hubo más acusados e investigados, desde jóvenes del pueblo hasta policías y el entorno de los políticos de turno, pero esas investigaciones judiciales nunca avanzaron. Por lo bajo siempre se creyó en una especie de pacto político que le pondría al caso el definitivo “cosa juzgada”.
El caso y el proceso judicial que marcó al país dejó además, como muestra, la importancia de la unión en el reclamo. Aquellas compañeras del colegio de María Soledad, un 14 de septiembre, marcaron un rumbo que fue creciendo en el reclamo de Justicia que podría ser el mayor antecedente de lo que conocemos como las marchas de “Ni Una Menos”. Por entonces y pese a la presión policial y política, los estudiantes catamarqueños primero y las familias después se sumaron a un pedido de Justicia que luego se convirtió en un reclamo nacional y con el tiempo, en una causa que está instalada en la memoria del país.