El sueño de la casa propia ha sido históricamente en Argentina uno de los imaginarios o mitos ordenadores de la vida de las personas, sobre todo de la clase media urbana. Hasta fines del siglo XX las personas crecían sabiendo que vivirían con sus familias hasta cumplir la mayoría de edad, conseguir un trabajo que les permitiera independizarse, o iniciar un proyecto de planificación familiar propio. El modelo social establecido y las imágenes que rodean la salida de la vivienda familiar funcionan como un mapa orientador del futuro. Sin embargo dicho escenario se ha modificado drásticamente durante los últimos 20 años y para cada nueva generación que nace las dificultades a la hora de independizarse, pensar en comprar una casa, o pagar un alquiler aumentan y se complejizan.
El momento de “irse de casa” e iniciar un proyecto personal representa un punto de inflexión y un momento vital definitorio en el tránsito hacia la adultez. Cuando las condiciones socioeconómicas no lo permiten la percepción es que en el medio se truncan o quedan suspendidos proyectos de vida, deseos, fantasías, vivencias y años que son imposibles de recuperar. Por eso resulta necesario empezar a pensar la problemática actual de la vivienda ya no como un tema del mercado inmobiliario o de índole estrictamente macro económico, sino como un derecho básico humano.
El rol de la dictadura y el avance del mercado por sobre la vivienda social
El problema de la falta acceso a la vivienda no se trata de un tema particular separado del resto de las dimensiones sociales. Por el contrario, es el resultado directo de un conjunto de variables sociales, económicas, políticas y culturales. Gervasio Muñoz, Presidente de la Federación Nacional de Inquilinos y referente de Inquilinos Agrupados, explica que hoy estamos ante la profundización de un sistema de acceso a la vivienda que estableció la dictadura y se profundizó con el alfonsinismo y el menemismo: “El sistema plantea la mercantilización absoluta y la privatización total del acceso a través de la desregulación del precio del alquiler, la naturalización de que la vivienda es solo para aquellos que la puedan pagar , y la dolarización de los precios”.
Asimismo Muñoz aclara que si bien es un problema mundial, a nivel local tiene sus propias características. “El modelo va de la mano con la economía volcada a los sectores financieros, que primero se quedaron con las tierras y luego fueron por las ciudades para llevar adelante la extracción de los recursos de los ingresos de las poblaciones urbanas. Por supuesto que colabora el estado y la ideología del endeudamiento, que en Argentina ocurrió con la derrota del Peronismo y la destrucción de vivienda social”. Como pasa con la riqueza, en nuestro país el de la vivienda no es un problema de oferta sino de distribución, y esto es un concepto clave.
En la Ciudad de Buenos Aires, la localidad donde más desigualdad se registra y más han subido los precios en el último año, hay una vivienda cada dos personas. “No faltan casas, lo que sucede es que están mal distribuidas con el único fin de especular para subir los precios”, sostiene Muñoz. Según un informe de la página web Zona Prop en los últimos doce meses los precios de los alquileres subieron en promedio 71,3 %, 25 puntos por encima de la inflación general que fue de 46 %. No es casual teniendo en cuenta que la gobernada por Rodríguez Larreta es una de las pocas ciudades del mundo donde no hay ningún tipo de regulación sobre el acceso a la vivienda, y el mercado inmobiliario funciona como agente expulsivo de los sectores de menos recursos. De hecho los propietarios e inmobiliarias deciden incumplir la ley de alquileres, que en teoría fue una conquista que se logró para mejorar la realidad de los inquilinos.
“En el mercado inmobiliario hay sectores económicos muy importantes como los que ya se conocen: Eduardo Elsztain, Calcaterra, TGL, Caputo, Constantini. Pero hay algo muchos más complicado que es la lógica de resguardo de valor, la inversión en vivienda que se ha transformado en una lógica cultural que hace muy difícil dar la discusión sobre la regulación estatal. Acá están involucrados el poder judicial, la clase política, los dueños de provincias, que son grandes tenedores de vivienda y tierras, y los medios de comunicación que diversifican sus negocios en el mercado inmobiliario. El problema más grave es que esa lógica se ha convertido en el sentido común de los que no tenemos vivienda. A veces los inquilinos parecen tener una mirada más cercana al propietario que al que nunca va a poder tener su casa propia”, indica Muñoz.
Cuando alquilar se transforma en la única opción posible
Pero el sistema inmobiliario especulativo también se combina con la crisis económica y el aumento en los niveles de desocupación y precarización laboral. El resultado explosivo es la vulnerabilización de cualquiera que intente acceder a una vivienda y la expulsión hacia los márgenes de grandes sectores de la población, entre ellos muchos jóvenes. Como muestran estadísticas oficiales la proporción de individuos propietarios de una vivienda a los 30 años viene disminuyendo desde fines de los 90’s, mientras crece de forma proporcional el promedio de edad de quienes acceden por primera vez a la casa propia. “A esto hay que agregarle que ya casi no hay herencias que rematar. Si hace 10 o 20 años era común que los padres vendan una casa grande y le compren tres departamentos monoambiente a sus hijos, eso hoy es cada vez más raro porque ya no queda nada para vender”, agrega el entrevistado.
Lo que se esta viviendo en Argentina es un proceso de inquilinización eterna, es decir la creación de una masa mayoritaria de inquilinxs cuyas condiciones socioeconómicas actuales y futuras no le permitirán el acceso, ni hoy ni nunca. 2020 fue el peor año en la historia en términos de actividad inmobiliaria y en la Ciudad de Buenos Aires se rompieron todos los records de caída. De 100 propiedades a la venta, sólo se vendió una. Sobre esto un informe de la consultora Invecq, que realizó un análisis sobre la relación entre salarios y precios de las propiedades a lo largo de la historia, indica que al día de hoy y con los precios de las propiedades dolarizados una persona necesita 25 años de salarios promedio para acceder a un departamento usado de 80 metros cuadrados en la Ciudad de Buenos Aires. Tal como se observa en la Encuesta Permanente de Hogares, entre 2003 y 2020 el porcentaje de inquilinxs a nivel nacional pasó de 14,3% a 19%, y la de propietarios se redujo de 72,3% a 67,5%. En el AMBA lxs inquilinxs son hoy el 18,1% de los hogares, mientras que en CABA pasó del 20 % al 40% en dos décadas. Si este proceso continúa veremos en los próximos años la conformación de ciudades completamente inquilinizadas, sobre todo las grandes metrópolis como Buenos Aires, Rosario, Córdoba, La Plata, Mar del Plata, Bahía Blanca, etc. Como apunta Muñoz “vamos hacia un modelo de ciudades de pocos dueños y muchos inquilinos. Hoy esas consecuencias se ven en los jóvenes menores de 40 años pero pronto lo vamos a ver en sectores más adultos”.
Consecuencias de la desocupación juvenil y precarización laboral
El trasfondo de todo esto está marcado además por las dificultades laborales y económicas que enfrenta gran parte de la juventud, básicamente porque se trata de la etapa vital donde se construyen y consolidan las herramientas educativas, profesionales, económicas y socioculturales que permitirán el desarrollo y crecimiento a largo plazo. La generación conocida como millennial, que abarca a personas nacidas entre 1982 y 1996 que hoy tienen entre 25 y 40 años, ha transitado sus inicios en el mercado y casi el total de su experiencia laboral en condiciones económicas desfavorables, sobre todo a partir de la crisis de 2001, situación que la puso en desventaja respecto a generaciones anteriores. Por su parte los centenials, o aquellxs nacidxs a partir del 2000, son al día de hoy lxs más condicionadxs ya que ingresan a un mercado fuertemente fragmentada e informalizado.
No es casual que la incidencia de la pobreza en la población juvenil de 15 a 29 años haya crecido de forma significativa en los últimos años y se ubique en el 49,6%.
Un informe del Centro de Estudios Metropolitanos (CEM) refleja que como consecuencia de la pandemia el desempleo en jóvenes de entre 18 y 30 años pasó del 20% al 26%. Por otro lado el documento analiza el factor de la informalidad en el deterioro de las condiciones laborales, en relación a características como altos niveles de vulnerabilidad frente a despidos, rebajas salariales, modificaciones en las condiciones laborales y todo tipo de arbitrariedades por fuera de los contratos. Hasta 2019 la tasa de informalidad de los asalariados adultos de 31 a 65 años, era del 29% y en los jóvenes menores de 30 de 51%, afectando especialmente a los jóvenes de 18 a 24 años, con 64% de informalidad, cifra que se profundizó durante el último año.
Hoy en día se destina, en promedio en todo el país, la mitad del ingreso total del hogar al pago del alquiler. En la Cuidad de Buenos Aires por ejemplo el costo del alquiler de un mono ambiente puede estar $ 27.000 pesos y un 2 ambientes un poco más de 37.000. Mientras tanto el salario promedio del mercado registrado es de 49.000, cifra que no contempla la situación de quienes hoy trabajan en la informalidad cuyos sueldos son marcadamente inferiores. En este marco en los últimos meses muchxs jóvenes se endeudaron, tuvieron que volver al hogar familiar, u optaron por suspender la posibilidad de irse a vivir solxs. Según una encuesta realizada por Inquilinos Agrupados en diciembre de 2020 el 42% de los inquilinos menores de 30 años tuvo que dedicar una porción más grande de sus sueldos para pagar el alquiler , el 41% debe al menos un mes de alquiler y el 36% cree que deberá dejar su casa en el corto plazo. La reducción del poder adquisitivo y la suba desregulada del precio de los alquileres precarizan cada vez más la situación de lxs inquilinxs y en muchos casos pone en peligro el mantenimiento de las viviendas. Si bien no toda la población vulnerable es joven, sí pareciera que hoy casi toda la población joven está vulnerabilizada por estos condicionamientos.
I Love Alquilar: mecanismos socio culturales de naturalización del inquilinato
“La flexibilización del acceso a la vivienda, el alquiler como metodología para flexibilizar el acceso donde por ejemplo estás de mudanza permanente, no sabés cuando llegará el día en que no puedas pagar más el alquiler y tengas que irte, donde no sabés en qué barrio vas a vivir ni cómo vas a hacer para seguir mandando a tus hijos a la misma escuela, etc., son mecanismos de profunda despolitización de los sectores que vivimos en esta situación – revela el Presidente de Inquilinos Agrupados – se fue creando de a poco un sector atomizado y despolitizado, al que le cuesta asumir su condición para modificarla”.
El mundo que vivimos está marcado por la desaparición de las visiones utópicas acerca del futuro. Crecer en el siglo XXI implica encontrarse con una realidad injusta, desigual y desfavorable y al mismo tiempo casi imposible de ser modificada, o por lo menos eso es lo que parece reflejar el sentido común de época. Las condiciones laborales cada vez más precarias y las transformaciones en la economía generan las bases materiales y simbólicas de un modelo de incertidumbre y fragmentación social. La vida cotidiana entonces se reduce a pensar la realidad como el hoy y el ahora, desde la experiencia individual y subjetiva, sobre todo durante la juventud. En este marco los nuevos formatos de entender la vivienda implican la naturalización del hecho que nunca se va a poder comprar una casa y el acceso a modalidades de inquilinato precarios. Pareciera que se ha perdido por completo la noción de vivienda como derecho, o en todo caso como un tema político a poner en debate.
“Por los condicionamientos del sistema mayoría de los jóvenes se tienen que quedar en la casa de los padres hasta muy grandes, no pueden desarrollar sus intereses y proyectos como aquellos que sí tienen resuelto el acceso a la vivienda. También sucede, sobre todo en los sectores medios empobrecidos, que se termina por romantizar vivir de a muchos en una casa, que pareciera ser hoy algo digno, piola y hasta divertido, cuando en realidad es producto de todo lo que venimos hablando. Vamos hacia una modelo como sucede en muchas ciudades de Europa, sobre todo en España, donde es raro que un joven viva solo, inclusive una pareja joven con hijos también tiene que compartir una casa o alquilar una habitación. Por supuesto que en los sectores más humildes se profundiza el hacinamiento y sobre todo la imposibilidad del desarrollo”, advierte Muñoz. La emergencia habitacional que experimenta este último sector social es clara y evidente e implica el reclamo por el derecho al hábitat. Sin embargo lo que sí se ha vuelto una novedad de estos tiempos es la crisis habitacional de lxs jóvenes profesionales de clase media, universitarios que no pueden saber dónde ni cómo estarán viviendo el próximo mes.