Si bien no hizo falta que el PRO votara con el Gobierno la no limitación de los DNU, sí acompañó a La Libertad Avanza con la falta de quórum para habilitar la sesión en Diputados. Contra todo pronóstico, después de las amenazas veladas de Mauricio Macri al oficialismo, el macrismo apostó por dar una nueva oportunidad a la turbulenta relación y, si bien las razones son varias, hay una que prevalece: los dos quieren ganar tiempo.
Se argumentó que el PRO no tenía alternativa y que, por historia y coherencia discursiva, no podía ponerse en contra del Gobierno a la hora de enfrentar estos debates. También se dijo que la limitación a la vigencia de los DNU debería hacerse después de las próximas elecciones para no complicar al gobierno. Pero, detrás de las dos razones, está la necesidad de no tirar por la borda la posibilidad de un acuerdo electoral.
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Para el macrismo, de haberse hecho la sesión, el voto amarillo hubiera sido meramente testimonial porque, si la oposición hubiera conseguido 129 voluntades para el quórum, se le iba a dar media sanción al proyecto de ley. Por lo tanto, no pareció correcto tensionar o romper una relación con el oficialismo para no conseguir ningún beneficio a cambio de ello. Con el fin de las sesiones ordinarias a la vuelta de la esquina (30 de noviembre) y el deadline para dictaminar (miércoles 20 de noviembre), dilatar los tiempos surgió como la mejor opción. Llegado diciembre, habrá receso en el parlamento y, según confirmó Guillermo Francos hace unos días, el gobierno no tiene intenciones de convocar a sesiones extraordinarias por lo que la próxima reunión será recién después del 1 de marzo del 2025. Tres meses de yapa.
Si la limitación de los DNU consigue media sanción en Diputados el jueves – algo nada sencillo, que depende mucho del cumplimiento de acuerdos con los gobernadores mediante Presupuesto -, el debate continuará en marzo del año que viene y, por lo tanto, recién entonces llegará el veto presidencial. En esa discusión, el PRO sí tiene previsto hacer valer el precio de su voto porque ningún veto puede sostenerse sin su acompañamiento. Por lo tanto, de diciembre a marzo harán lo posible para arribar a un acuerdo político que sea público, a cambio de las voluntades para impedir que se le limite el uso de los decretos al presidente.
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El acuerdo, para el macrismo, podría girar en torno a una alianza, un frente electoral o la forma que pueda llegar a tomar el pacto que, pese a todos los chispazos, todavía aparece como opción. Pero, sobre todo, tienen la intención de empezar a compartir la toma de decisiones con los libertarios, siempre entendiendo que el voto de oro está en manos de Milei. Algo que se le cuestiona no haber entendido al radicalismo durante la gestión Cambiemos.
Desde ese momento (marzo, reapertura de sesiones y nuevo veto) hasta el cierre de listas habrá una distancia de tan solo dos meses. Esa es la fecha estipulada para terminar de definir si la relación se rompe o se arregla, si van a ir en la misma lista o van a ir separados. El Destape contó, el domingo, cuál es el panorama que Mauricio Macri tiene en mente para las próximas elecciones. Para él, el PRO puede tener una performance de 13 puntos en Buenos Aires y de 20 en la Ciudad, con intenciones de ganar en Entre Ríos y Chubut, donde gobiernan.
La intención del PRO es que Javier Milei comprenda (y creen que lo hace, él y su triángulo de hierro) que el partido amarillo es la llave para ganar una elección o, sin ellos, perderla. De ir separados, el macrismo podría pelear terceros lugares en la provincia y ciudad de Buenos Aires con la consiguiente chance, para Unión por la Patria, de ganar en ambos distritos y dejar a los libertarios segundos. De ir unidos en un gran polo de derecha, el resultado sería el opuesto y se llevarían un triunfo.
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En el macrismo están convencidos de que una derrota ante el peronismo, con el consiguiente título periodístico del día después, sería letal para un gobierno débil en estructura política. Para lograr una confluencia, el gobierno debería entender, según la lectura amarilla, que la construcción de un espacio político implica matices, no diferencias. Pero en La Libertad Avanza hay quienes prefieren perder sin matices que ganar con ellos y dividir a los leales.
La pregunta válida que se hacen algunos dirigentes es si con manos obedientes, que se levanten a pedido pero no pueden defender leyes propias, alcanza o si también es necesario que alguien aporte argumentación, capacidad de oratoria, pueda negociar, tenga contactos y sostenga los proyectos para hacer un cambio cultural, no sólo una matemática parlamentaria. Hasta ahora, el oficialismo demostró no tener a nadie para hacer ese trabajo y, más allá de la cuestión numérica, tampoco pudo impulsar una iniciativa en soledad. Esta es una ventaja comparativa para el macrismo.