Construir un puente para pasar el verano, último desafío de la emergencia

El gobierno cree que en marzo se despejará el horizonte, pero el camino hasta esa fecha no está exento de peligros. Salud y economía, las claves para evitar otra crisis.

21 de noviembre, 2020 | 19.00

Fue una buena semana para el gobierno. La media sanción del impuesto a las grandes fortunas y el envío al Congreso del proyecto de interrupción voluntaria del embarazo, en el marco de una nueva manifestación multitudinaria de apoyo; el paso satisfactorio de la misión del Fondo Monetario Internacional por el país; la estabilización del mercado cambiario y la mejora de los índices de actividad junto a la suba sostenida del valor de los commodities que exporta la Argentina conforman un escenario propicio para encarar la recta final del año con otro semblante.

Las novedades locales y mundiales también muestran un horizonte despejado en materia sanitaria: por primera vez comienza a avizorarse un final para la pandemia, condición sine qua non para dejar atrás la depresión económica. A esta altura, los resultados de pruebas clínicas de media decena de vacunas confirman que es posible alcanzar un nivel de efectividad altísimo y los perfiles de seguridad también son alentadores. Pfizer se convirtió en el primer laboratorio que solicita la aprobación de emergencia en varios países, incluyendo la Argentina. Las primeras decenas de miles de dosis comienzan a distribuirse en el planeta.

Tanto el panorama político y económico como el de la salud tienen una premisa similar: hay que pasar el verano. Si la gestión logra mantener cierta calma hasta marzo el escenario será propicio para una recuperación vigorosa que deje al oficialismo bien parado justo a tiempo para empezar a dar la discusión de cara a las elecciones de medio término. Sin embargo, no será un camino exento de riesgos: la posibilidad de una social, económica o sanitaria, o una combinación de varias de esas opciones sigue siendo una amenaza muy presente que puede echar por tierra todo lo hecho hasta ahora.

El gobierno trabaja en una serie de medidas que funcionen como un puente para pasar sin sobresaltos los próximos meses hasta que el ingreso de dólares frescos de la próxima cosecha, la recuperación del poder adquisitivo de los argentinos y el final de la pandemia puedan clausurar definitivamente la etapa de emergencia y dar comienzo a una nueva normalidad que se parezca un poco más, aunque no sea idéntica, a lo que Alberto Fernández imaginaba que iba a ser su mandato cuando asumió en diciembre del año pasado.

La misión del FMI en el país concluyó el viernes dejando buenas sensaciones de ambos lados, a pesar del falso positivo que obligó al venezolano Luis Cubedu y a varios de sus interlocutores a pasar varios días aislados y a realizar de manera virtual los encuentros que se esperaba fueran presenciales. El comunicado que emitió el organismo al finalizar su visita tiene señales alentadoras, según evaluaban en el gobierno. Entre ellas, la inclusión de menciones explícitas a un “consenso económico y social” alrededor del acuerdo que se firme y la protección de los más vulnerables como una de las metas que guían esa negociación.

La carta al Fondo publicada por el bloque de senadores del Frente de Todos, que no se apartaba de la línea que planteó el presidente Fernández varias veces durante la campaña y ya en el gobierno, sirvió para marcar cuáles son los límites del gobierno argentino a la hora de sentarse en la mesa de diálogo. La decisión de poner cualquier acuerdo a consideración del Congreso no solamente busca marcar un contraste con la ejecutividad de los pactos que Macri firmó de manera inconsulta; también le pone un candado a reformas ajenas a la plataforma del Frente de Todos, que tendrá en el Poder Legislativo la última palabra.

Otro de los puntos destacados en la misiva de los Senadores, que denunció la presunta ilegalidad del acuerdo de 2018, realizado sin los controles mínimos por parte del Estado argentino y desoyendo las normativas del FMI, fue recogido por la comitiva. Una de las novedades más promisorias para el gobierno fue un compromiso a hacer una revisión técnica de aquel pacto. “Es lo más cercano a un mea culpa que se puede conseguir”, señalaban en Casa Rosada. El acuerdo difícilmente llegue antes del cambio de gobierno en Estados Unidos, pero hay optimismo en firmar una carta de intención entre sidras y pandulces.

La diferencia más importante entre los funcionarios que llegaron de Washington y los negociadores locales giró en torno al déficit fiscal previsto para el año próximo. Mientras que el Presupuesto 2021 que se convirtió en ley esta semana prevé que sea del 4,5 por ciento del producto, en el FMI insistían en un compromiso para reducirlo al 3,5, aunque aceptaron que ese margen no puede salir de un recorte de partidas sociales o de la obra pública. Nadie va a decirlo de forma explícita en ninguno de los dos equipos, pero ese punto del PBI equivale a lo que espera recaudar el gobierno a través del aporte extraordinario a las grandes fortunas.

El gobierno piensa vacunar a 10 millones de argentinos entre enero y febrero, confirmó Fernández esta semana. Mayores de 60 años, personas con comorbilidades que los pongan dentro de grupos de riesgo y profesionales de la salud en la primera línea de contención de la pandemia van a ser los primeros en ser inoculados con la vacuna rusa de Gamaleya y la germanonorteamericana de Pfizer y BioNTech. A partir de marzo, si no hay pasos en falso, estará disponible la inglesa, de Oxford y Astrazeneca, fabricada en el país, y podrían recibirse hasta 9 millones de dosis de otra vacuna a través de un programa de la OMS.

El objetivo es alcanzar a por lo menos un tercio, el más vulnerable, de la población antes de que comience la baja de temperaturas, cuando se espera que pueda haber un fuerte rebrote como el que se corrobora por estas semanas en el hemisferio norte. Sumado a las personas que estarán inmunizadas por haber cursado la infección, que para entonces podría representar otro tercio del país, eso alcanzaría no para que el virus deje de circular pero sí para que sus consecuencias más peligrosas estén conjuradas, lo que evitaría tener que volver a aplicar restricciones a la movilidad y la actividad económica.

A un año del paciente cero en Wuhan, por primera vez el mundo observa un horizonte sin pandemia. Los avances en materia de vacunas y tratamientos altamente efectivos, sumados a los estudios que detectan una inmunidad de largo plazo en quienes sobrevivieron a la enfermedad dan la pauta de que es posible encontrar una solución definitiva. Hasta que llegue, sin embargo, resulta imprescindible redoblar los cuidados: no solamente la amenaza no pasó sino que hoy está más fuerte que nunca, batiendo récords de infectados y muertes diarias a nivel global. El puente también tenemos que construirlo entre todos.