Con la imagen de Milei en caída, la derecha empieza a mover sus fichas electorales

Quienes votaron a Juntos por el Cambio en las elecciones generales de 2023 empezaron a mostrar su desencanto con la gestión nacional y bajó su nivel de aprobación. Lo que pondrá en juego cada fuerza política el año que viene y las posibles alianzas en distritos clave.

12 de octubre, 2024 | 00.05

Cuando se discutió la ley Bases, el gobierno agradeció públicamente los esfuerzos del PRO, de la UCR y de Hacemos Coalición Federal (ahora Encuentro Federal) para sancionar la primera norma de la gestión. Después de sostener el veto al financiamiento universitario, el mensaje de gratitud enviado por la Casa Rosada fue dirigido sólo al PRO. Los apoyos ciegos se diluyeron con el correr de los meses y el oficialismo empezó a tensar relaciones.

Por poner dos casos, Miguel Ángel Pichetto quiere que Luis Caputo, ministro de Economía, comparezca ante el Congreso para explicar el Presupuesto 2025, y que este incluya una mejora en los ingresos de la gente. La advertencia de modificaciones sustanciales a la ley está sobre la mesa. La UCR define la expulsión de los cinco diputados libertarios. “Va a suceder”, dijo un referente boina blanca. Si no es eso, será una reducción de sus responsabilidades, pero no saldrán indemnes de haber estado en contra de jubilados, docentes y estudiantes. También serán, cuatro, expulsados del partido entre octubre y noviembre.

Según un estudio de Casa3, la caída en la aprobación de la gestión nacional se explica, principalmente, por el desencanto del votante de Juntos por el Cambio en 2023. Si en junio el 82% aprobó el desempeño del gobierno, en septiembre el número bajó al 60%. Quienes votaron a Sergio Massa pasaron de un 88% de rechazo a un 96% en el mismo período, mientras que el sufragante libertario redujo su aceptación del 89% al 84%.

Mora Jozami, directora de Casa3, explicó que es lógico que “los primeros apoyos que se pierdan son los 'prestados', pero ambos electores tienen en común una resistencia muy fuerte al kirchnerismo”.

Sin embargo, todavía “es muy temprano para pensar estas cuestiones en clave electoral” y este movimiento no debería leerse como una recuperación de votos, porque el PRO no perdió ese apoyo, aunque parte de su electorado apoye la gestión de Javier Milei. “Para entender cómo pueden moverse, hay que entender cómo se va a dar la oferta electoral”, explicó Jozami. Si se mantendrá Juntos por el Cambio, si el PRO irá solo o si lo hará con LLA.

El año que viene, lo que fue Juntos por el Cambio pondrá en riesgo una cantidad sustancial de bancas en el Congreso, volviendo la estrategia electoral un factor clave para mantener la estructura y la firmeza mostrada hasta ahora. Sea cual sea el resultado, de todos modos seguirán siendo centrales para un gobierno que estará lejos de ostentar la mayoría.

El radicalismo deberá renovar 24 diputados y cuatro senadores, sobre un total de 33 y 13 respectivamente. El PRO arriesgará 23 bancas en la Cámara Baja y dos en la Alta, frente a los 38 y seis que posee actualmente en cada caso. La Coalición Cívica tampoco la tendrá fácil, ya que apostará 4 sillas de las seis ostentadas en este período y Encuentro Federal comprometerá la mitad, ocho de 16.

Al tratarse de elecciones legislativas, en cada distrito prevalecerá una lógica diferente. Mauricio Macri apuesta a que sus gobernadores manejen la lapicera en sus distritos, repartiendo renglones con La Libertad Avanza de acuerdo a la generosidad mostrada por los libertarios en otros territorios, como Buenos Aires.

En la provincia más poblada del país, Javier Milei tendrá el voto de oro, pero la negociación se desarrollará en mejores o peores términos según las condiciones que se establezcan. Los libertarios y el PRO aliado apuestan a repartir la boleta en base a cierto orden de prioridades o importancia dado que, a su entender, el espacio representado por Macri ya no es lo que supo ser.

De tener nombres propios, LLA iría en primer término, dejándole la segunda instancia al bullrichismo y, recién luego, al macrismo. En filas PRO puras, de Macri, descartaron este tipo de imposición. Para ellos, el bullrichismo está dentro del gobierno y no merece un lugar aparte a la hora de repartir candidaturas. 

Los amarillos reconocen su capacidad de daño en caso de una división interna. En Buenos Aires, para la oposición a Axel Kicillof es clave la unidad. De ir separados, el resultado podría volcarse hacia una derrota. Según calculó un optimista amarillo, una buena división de candidaturas indicaría nueve para el gobierno y seis para ellos, en lugares entrables.

Más allá de tratarse de una cuenta muy simplificada, ya que también habrá otros actores en el diagrama electoral, ambos pondrán en riesgo su número actual. Por Buenos Aires, en el PRO renovarán siete diputados, mientras que Milei arriesgará 10 sillas al haber ampliado el bloque con aliados de otros espacios.

La situación no se planteó menos sencilla en la Ciudad de Buenos Aires, el bastión M. Todavía no está definido el mapa electoral, si el PRO irá en alianza con La Libertad Avanza, si lo hará en soledad o si se plegará a la nueva versión de Juntos por el Cambio. No se vio, pese a ello, un macrismo en tercer lugar, sino conservando la banca del Senado puesta en juego. También apostarán tres diputados.

Apareció, casi como un camino lógico, la reedición de Juntos por el Cambio, pero sin libertarios ni bullrichistas. En la UCR, que apostará un senador porteño y dos diputados capitalinos, se barajan varias opciones para mantener presencia parlamentaria. Una de ellas, un acuerdo con un sector del peronismo, algo que pareció quedar descartado por la falta de conveniencia, la cuestión simbólica y la proyección a futuro.

Las otras alternativas, más viables y, a simple vista, con aceptación de otros espacios, pasan por armar un UNEN versión 2025, con el centro progresista, o resucitar a Juntos por el Cambio. Para esto último, será clave saber si el PRO romperá o no con La Libertad Avanza. Lo cierto es que, sin embargo, determinados actores no estarían dispuestos a cerrar un pacto con Macri, por lo que el ex presidente debería correrse o no aceptar el armado.

Al ser tan compleja la situación, se naipean muchas opciones a la hora de pensar candidaturas. Por un lado, que el bullrichismo esté representado, no por Patricia Bullrich sino por un dirigente de su confianza, como el diputado Damián Arabia que supo sobresalir en la Cámara Baja por su apoyo a la gestión de Milei. La ministra está cómoda con sus tareas en el Ejecutivo, en contra de las candidaturas testimoniales, pero con ganas de enfrentar a Macri si no arregla, va por afuera y se postula para empujar su boleta. Tanto para el bullrichismo como para el mileísmo, el PRO no tiene destino en soledad y quedará en un incómodo tercer lugar, detrás de LLA y el peronismo. 

El escenario, muy fragmentado, podría completarse con una opción de centro que lo lleve a Horacio Rodríguez Larreta, quien todavía no midió la conveniencia de lanzarse o no a una candidatura para el Senado. Mucho riesgo para, tal vez, nula ganancia. El ex jefe de Gobierno, cada tanto, es subido al ring por un Milei al que le conviene particionar a la oposición.

Martín Lousteau, que tendrá que renovar su banca en el Senado, podría migrar a Diputados, un territorio más seguro. Elisa Carrió quiere ser candidata, pero todavía es un potencial. En este tiempo, subió mucho el perfil con discusiones de alto impacto. Será una elección clave para la Coalición Cívica. Ninguno de estos espacios podría mantener su vigor parlamentario en soledad.

Una de las caras de este centro político es Miguel Ángel Pichetto, parte de una oposición que también puede captar a varios de los votantes libertarios. El ex candidato a vice de Macri apareció con los tapones de punta frente al gobierno de un Milei más cómodo confrontando con el kirchnerismo que con un sector que puede compartir algunas de sus ideas.

Hay conversaciones entre Pichetto, Larreta, Juan Schiaretti, Florencio Randazzo, Diego Bossio y otros para la construcción de un espacio de centro que tenga una buena representación de peronismo, ese que no se integró al kirchnerismo. El rionegrino tiene su propio sello, Encuentro Federal.