La nueva/vieja SIDE: una de espías, mega-ricos y tecnodéspotas

El presidente Javier Milei apuesta a la SIDE y a los medios de comunicación tradicionales para librar la batalla por el liderazgo de la derecha argentina. El aporte de los grandes empresarios multimillonarios de Silicon Valley.

28 de julio, 2024 | 00.05

La nueva SIDE, a la que el gobierno de Javier Milei acaba de darle un presupuesto nueve veces más grande que el que tenía la AFI, no es solamente una herramienta para una escalada represiva que se volverá necesaria a medida que se profundice el plan económico de miseria planificada, sino que se trata de la piedra fundamental sobre la que el presidente proyecta asentar su poder. La verdadera fase dos: la construcción de una usina de control, persecución y manipulación de la opinión pública al servicio de un régimen cuya inspiración abreva lejos de cualquier tradición democrática y puede tomar, rápidamente, las formas de una pesadilla.

El 16 de julio el gobierno nacional publicó un decreto que eliminaba la antigua Agencia Federal de Inteligencia (AFI) y creaba un nuevo organismo, con mayores atribuciones y un organigrama copiado del sistema norteamericano, que recuperaba el nombre histórico del área: Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE). No fue lo único que recuperaron del pasado. La nueva estructura abrigará a personal que formó parte de gestiones anteriores, algunos de ellos tristemente célebres. A cargo de todo quedó Santiago Caputo, asesor estrella sin cargo y único miembro de la mesa chica en el primer piso de la Casa Rosada que no se apellida Milei.

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Una semana más tarde se publicó un segundo decreto que le asignó a la SIDE un presupuesto extraordinario de 100 mil millones de pesos, lo que en la práctica implica aumentar nueve veces la cantidad inicial, que era de 15 mil millones y, a esta altura del año, ya estaba ejecutado en un 98 por ciento. Además, estos fondos se incorporan en condición de reservados, es decir exentos de control, bajo la excusa del secreto necesario para el desarrollo de ciertas operaciones de inteligencia. En total, el 75 por ciento de los recursos asignados al nuevo/viejo organismo tienen esta condición. En la gestión anterior era sólo el cuatro por ciento.

Nunca en 40 años de democracia el sistema de inteligencia tuvo tanto presupuesto, lo cual despierta una pregunta obligada. ¿Para qué? Hay varias respuestas, cada una más preocupante que la anterior. Una tiene que ver con el financiamiento del sistema de vocería paraoficial y hostigamientos de disidentes a través de las redes sociales (pero también en el mundo real, de carne y hueso), que tiene una pata formal funcionando desde el Salón de los Próceres de la Casa Rosada y otra inorgánica, tal como describió a la perfección un informe reciente del equipo de investigación de la Revista Crisis.

Uno de los referentes de ese sistema es el director de Comunicación Oficial de la presidencia, Juan Pablo Carreira, que responde en las redes al alias de Juan Doe. Otro, sin cargo, es Daniel Parisini, alias Gordo Dan. Los dos tienen acceso directo y cotidiano al despacho de Caputo. Los dos, también, participaron esta semana de la ceremonia de asunción de Juan Bautista “Tata” Yofre como director de la Escuela Nacional de Inteligencia. A pesar de que en esas actividades no suelen aceptarse invitados, por motivos obvios, los influencers se movieron como peces en el agua y hasta se sacaron selfies con algunos de los funcionarios presentes.

Antes de asumir como funcionario, Carreira era editor de La Derecha Diario, cuyo dueño es Fernando Cerimedo, un consultor político investigado por su participación en el golpe de Estado fallido contra Lula Da Silva en enero del 2023. Está acusado de haber montado una campaña de desinformación para incentivar a los seguidores de Jair Bolsonaro a que participaran del alzamiento. Esta semana, en su cuenta en X, Cerimedo anticipó que “ya viene algo grande que va a hacer periodismo en serio”. Horas antes, el portal La Política Online había publicado que parte de los fondos reservados de la SIDE se utilizarían para comprar un canal de aire.

Hay una explicación para ese interés en los medios de comunicación tradicionales. La principal batalla que avizoran Caputo y Karina Milei en el corto plazo es una interna feroz por el liderazgo de la derecha argentina. Y en esa batalla encuentran dos rivales: el expresidente Mauricio Macri y la vicepresidenta Victoria Villarruel. La influencia que ellos pueden ejercer sobre los canales afines al oficialismo compite con la de la propia Casa Rosada, al punto que últimamente se sorprendieron escuchando críticas en medios donde estaban blindados, e incluso en la boca de figuras con las que el presidente cree tener una amistad personal.

Los servicios de inteligencia son el medio natural para esa batalla, que sufrió su última y definitiva escalada cuando en el gobierno supieron que Villarruel propuso para presidir la Comisión Bicameral de Fiscalización de los Órganos de Inteligencia al senador Enrique Goerling Lara (Misiones), un hombre de estrechísima confianza de Macri. En el gobierno vieron esa jugada como la prueba de una conspiración entre ambos. Caputo se propone controlar la Comisión poniendo a presidir al peronista Eduardo Kueider y copándola con nuevos empleados, cuyos sueldos saldrían de los fondos reservados del mismo organismo que deben controlar.

La novedad en la última pelea entre Villarruel y Karina Milei fue que una parte del activismo oficialista en redes (rentado o no, organizado o viral) rompió lanzas por la vicepresidenta, desafiando la línea de Casa Rosada. La situación escaló al punto que la cuenta de X que se le adjudica a Caputo tuvo que salir de madrugada a ordenar la tropa. A partir de allí comenzó la debacle: en menos de 24 horas amenazó de muerte a otro tuitero, se jactó de portar armas y le dijo a Macri que “su tiempo ya pasó”, hasta que finalmente el usuario fue suspendido por amenazar con un video de rifles de guerra a un periodista, un dirigente opositor y un exfuncionario.

En esa diatriba final volvió sobre el rechazo a la democracia, un sistema que considera débil y mal orientado, incapaz de introducir en la sociedad los cambios que él considera necesarios. Se trata de un tópico común que este personaje ha visitado una y otra vez en las distintas encarnaciones que adoptó en la red social, sucesivamente o en paralelo, durante los últimos meses, bajo distintos alias. La cosmovisión que construyó a lo largo de ese derrotero, fuertemente arraigada en tópicos tomados de la ultraderecha neorreaccionaria o neofascista de Estados Unidos, es abiertamente autoritaria y violenta.

Caputo no solamente será el jefe político de la nueva/vieja SIDE. También es una de las dos personas que más influencian política y filosóficamente al presidente. La otra es su jefe de Asesores, Demian Reidel. Físico y economista, es coautor de la nueva teoría que, según Milei, “si sale bien” les va a valer el premio Nobel de Economía, y gurú del gobierno en los asuntos vinculados con Inteligencia Artificial. Reidel fue también el responsable de tender un puente con los grandes empresarios multimillonarios de Silicon Valley, de los que es declarado admirador. El más conocido de ellos es Elon Musk, pero no es el único.

De ese grupo debe prestarse atención al nombre de Peter Thiel. Estadounidense de origen alemán, hizo fortuna en los 90s administrando fondos de riesgo y la multiplicó la década siguiente haciendo inversiones en el incipiente mundo de las plataformas. Fue socio de Musk en PayPal, líder global en el mercado de billeteras digitales. También fue, en 2004, el primer inversor externo que apostó por Mark Zuckerberg en Facebook. Además, Thiel ha desarrollado un pensamiento político a través de ensayos y entrevistas, que pueden resumirse en su famosa frase de 2009: “Ya no creo que la libertad y la democracia sean compatibles”.

Thiel visitó dos veces a Milei en la Casa Rosada, en febrero y en mayo de este año. La primera visita no fue pública ni se anotó en el registro de audiencias pero figura en las planillas de visitas de Casa Rosada. Ingresó con su esposo, Matt Danzeisen, y el empresario argentino Alec Oxenford, a las tres menos veinte de la tarde del martes 27 de febrero y salió casi dos horas más tarde. La segunda visita, el 8 de mayo fue ventilada por Oxenford en sus redes sociales, aunque esta vez no quedó asentada por Casa Militar. “Thiel me dijo que cree que las ideas de Milei son tan relevantes a nivel mundial como lo son para Argentina”, posteó.

La salida de la trampa de la democracia, de acuerdo a lo que propone Thiel, pasa por “deshacerse de la política”. La privatización de la gestión de lo público, que dejaría entonces de ser público. El sistema de gobierno que imagina es el de una serie de ciudades-Estado gobernadas por empresas cuyos CEOs son señores feudales con poder absoluto sobre la vida y la propiedad de quienes viven allí. Como el tránsito entre estos feudos sería libre, la competencia para atraer a la población mejor calificada debería estimular a estos tecnodéspotas a dar mejores servicios a cambio de menos impuestos. Capitalismo sin democracia.

Acá es cuando la cosa se pone más espesa. Thiel es, literalmente, el patrón de JD Vance, flamante candidato a vicepresidente de Donald Trump. Vance primero fue admirador de Thiel, a quien escuchaba como estudiante universitario. Luego trabajó para una de sus empresas, el fondo de inversiones de riesgo Mithril Capital, donde comenzó a hacer fortuna. Cuando decidió abrir su propia empresa, fue Thiel el que le dio el fondeo inicial y los contactos para conseguir otros aportantes. Por último en 2022, cuando Vance decidió meterse en política, Thiel realizó la donación más grande de la historia para una campaña al Senado: más de 15 millones de dólares.

En ese momento, otro gran estratega de la ultraderecha de Estados Unidos, Steve Bannon, dijo: “No creo que se trate solamente de obtener una mayoría en el Senado. Creo que Peter quiere cambiar la dirección del país”. Dos años más tarde, Vance, su criatura, tiene serias chances de alcanzar la vicepresidencia de los Estados Unidos y quedar a un paso del Salón Oval, con un presidente octogenario, sin chances de reelección y con poco apego a las instituciones. Ese paso, que puede tener consecuencias terribles para todo el planeta, resuena especialmente ominoso en la Argentina, donde Thiel cultiva sus más solícitos discípulos.

Cabe preguntarse si la expectativa exagerada en un triunfo de Trump que muestra Milei se debe exclusivamente al acceso a dólares frescos para aliviar las fatigadas reservas del Banco Central o si hay algo más. El gobierno que ya entregó a Washington la gestión de nuestras relaciones exteriores y la política de defensa nacional está dando pasos decisivos para hacer lo mismo con el sistema de inteligencia, para volcarlo, como otras veces, contra la propia población y los intereses estratégicos del país. Suena como una pesadilla pero está sucediendo. Quizás como nunca desde 1983 corre riesgo el Estado de Derecho en la Argentina.

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