Acuerdo con el FMI: Argentina busca puntos de apoyo en un mundo en turbulencia

El gobierno endurece su posición ante el FMI mientras los tiempos se acortan. Estados Unidos, Rusia, China y un nuevo escenario global.

22 de enero, 2022 | 20.28

El diálogo entre Martín Guzmán y la línea técnica del Fondo Monetario Internacional por estas horas es permanente; hablan varias veces por día para reducir la distancia que separa, todavía, a las partes. El propio ministro de Economía reconoció esta semana que hubo “avances” respecto al cuadro que le había mostrado a los gobernadores en la Casa Rosada unos días antes. El tiempo, sin embargo, se acorta. A medida que se acerca el deadline de marzo, la incertidumbre provoca más distorsiones en la economía, como pudo verse esta semana en la que volaron las cotizaciones paralelas del dólar, presionando sobre la inflación. Una bomba de tiempo adentro de otra bomba de tiempo.

También se volvió más frecuente en las últimas horas la comunicación entre Alberto Fernández (en Olivos extremando cuidados por ser contacto estrecho) y Cristina Fernández de Kirchner (que está en Calafate). Son dos vías que corren en paralelo y que registran, al mismo tiempo, un nivel de actividad llamativo. Indicio de que se acercan momentos de definición. En el gobierno aseguran que quieren firmar un acuerdo pronto, incluso, si es posible, antes de que el presidente viaje, a principios de febrero, a Rusia y a China. Sin embargo, nadie exhibe demasiado entusiasmo por el resultado, que significará, en el mejor de los casos, un alivio temporario para la castigada economía argentina.

“Nadie quedará contento” con lo que se firme, advirtió Guzmán. Hay una línea divisoria, sin embargo, que el Frente de Todos no está dispuesto a cruzar: un acuerdo que signifique volver a caer en recesión. Una seguidilla de entrevistas del ministro con medios internacionales (El País de Madrid, AFP, Le Figaro, Al Jazeera) da cuenta de que la vía política es la única para llegar a una solución aceptable no solamente para el gobierno sino, principalmente, para la sociedad argentina. La última de las cuatro, emitida este sábado por la cadena de noticias con base en Doha, Qatar, significó una novedad, porque mostró un tono desafiante con el FMI que hasta ahora no se le conocía.

“La razón por la que no tenemos un acuerdo todavía es porque el FMI ha sido demasiado lento a la hora de construir el consenso necesario para apoyar lo que Argentina necesita hacer hoy”, contestó Guzmán. “El principal peso para continuar por un sendero de recuperación económica en 2022 es la deuda con el FMI. Es una situación irónica, porque se supone que el FMI debe asistir a los países en situaciones de crisis de balanza de pagos. En la Argentina la tensión en la balanza de pagos la causa el FMI”, apuntó, antes de señalar al corazón del asunto: no sólo “ningún programa contractivo puede ser sustentable” sino que “ningún gobierno continuaría si lo implementa”.

El análisis que hace el ministro en esa entrevista echa luz sobre el estado de las negociaciones: “El proceso de crear un entendimiento común en la comunidad internacional se vuelve muy importante. En el comunicado del directorio del FMI sobre la evaluación (del préstamo de 2018) dice que los directores en general apoyaron las conclusiones de ese reporte pero hubo cierta cantidad de directores que no lo hicieron. Eso significa que fue difícil alcanzar consenso internacional acerca de cuál es el sendero y un entendimiento en común de qué fue lo que sucedió en el pasado. Esas diferencias son las que impiden que el FMI alcance el consenso para apoyar el plan de Argentina”.

Las diferencias, tanto de “perspectivas” como de “intereses”, las resume así: “Nuestra mirada es que el tipo de sendero fiscal que propone el FMI traerá problemas. El FMI propone una consolidación fiscal más rápida que nosotros creemos que afectará la recuperación de corto plazo pero también la capacidad de crecer en el mediano y largo plazo. Hay un aspecto en particular que el FMI ha enfatizado: quieren menos inversión en capital público. Para nosotros, esa parte es esencial. Hoy los países con economías vibrantes son los que tienen abundancia en eso que no se puede mudar a otro país. El conocimiento, las instituciones que generan conocimiento y la infraestructura pública”.

Mientras tanto, la posición argentina sigue acumulando apoyos. En los últimos días fue el turno del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, que aseguró que si el FMI tuviera “honestidad y ética” deberían “reconocer que cometieron el error de darle un crédito al gobierno anterior más allá de lo razonable” porque “querían que ganara de nuevo el presidente que estaba en funciones”. Antes, el canciller argentino Santiago Cafiero se llevó de su visita a Washington la promesa del “ala política” de la administración  Biden de que intercederá para destrabar la resistencia del staff del Fondo. Entre los directores más duros de los que habla Guzmán están los norteamericanos.

Sin embargo, la mejor noticia para el equipo de Guzmán pasó desapercibida en los medios argentinos y tuvo que ver con el avance dentro del FMI en la creación del Fideicomiso de Resiliencia y Sustentabilidad, uno de los mecanismos que propuso Argentina para aliviar el peso de la deuda. Según publicaron el jueves la directora del departamento de Estrategia, Política y Revisión del organismo, Ceyla Pazarbasioglu, y su número dos, Uma Ramakrishnan, ese capital, de unos 50 mil millones de dólares, fondeado con los derechos de giro que no utilizaron los países más solventes, podría solventar un nuevo tipo de programa, operativo antes de fin de año.

Aunque la cuota que le correspondería a la Argentina es de menos de 1500 millones de dólares, un alivio insuficiente para los problemas que la aquejan en este momento, y aunque para cuando entre en efecto la renegociación en curso ya habrá concluido, para bien o para mal, la noticia puede implicar un vuelco en el futuro de la deuda con el Fondo, porque el artículo menciona que este nuevo programa, distintos a los que existen al día de hoy, podría tener un plazo de pago de veinte años con diez de gracia. Uno de los reclamos habituales de Guzmán en la negociación era la necesidad de un mayor plazo y la respuesta era que los programas del FMI no lo contemplaban. Eso puede cambiar.

Con semejante cuadro de situación, no debería extrañarnos si en los próximos días se consolida un endurecimiento de la posición argentina durante el final de la negociación. Incluso llegó a discutirse, durante esta semana, la posibilidad de no hacer frente a los vencimientos que caen antes del final de enero, pero la inestabilidad financiera de los últimos días, que se agravaría, sin dudas, en un escenario así, le quitó recorrido a la idea. Otras acciones menos drásticas pero que muestren, en la etapa final del tira y afloje, un rostro distinto al que se utilizó hasta ahora, sí están en carpeta. La confirmación de una gira oficial con escalas en Moscú y Beijing también puede leerse como parte de ese giro.

Una muestra cabal de lo imprevisible de este complejo equilibrio geopolítico del que depende, en gran parte, el futuro del país, es la velocidad en la que cambió el contexto de ese viaje. Hasta hace apenas un par de semanas, el gesto más desafiante que tomaba en esa gira el gobierno argentino era participar de la inauguración de unos Juegos Olímpicos boicoteados por Estados Unidos. Hoy se sabe que es probable que Fernández arribe a Rusia durante el período de mayor tensión militar con los Estados Unidos desde la caída de la Unión Soviética. Las conversaciones diplomáticas no han dado resultado hasta ahora, mientras Vladimir Putin acumula tropas en la frontera con Ucrania.

Lo que reclama es un compromiso de la OTAN de que nunca incorporará a Ucrania a sus filas y pide a Estados Unidos y sus aliados que retire las tropas que tienen en exrepúblicas soviéticas. Se trata, básicamente, de mantener un círculo de protección alrededor de Moscú que existe, de una u otra forma, desde hace siglos y que es central en la estrategia de defensa rusa a lo largo de su historia: antes servía para resistir las invasiones por tierra, hoy se trata de ganar minutos para reaccionar en caso de un ataque con misiles nucleares desde Europa. Una condición difícil de cumplir para Washington, que debería admitir un poder de veto externo a su estrategia militar.

Los cancilleres Anthony Blinken y Sergei Labrov se reunieron el viernes en Ginebra pero no hubo avances. Estados Unidos se comprometió a dar una respuesta a las peticiones por escrito la semana próxima. Según los analistas que mejor conocen el escenario, es probable que se incluyan algunas propuestas de acercamiento alternativas, como la suspensión de ciertos ejercicios militares que Moscú percibe como una provocación. El problema es que Putin ya escaló demasiado la tensión como para dar por cerrado el episodio si le ofrecen mucho menos que lo que pide. En el lado ruso de la frontera se estima que se concentraron en las últimas semanas no menos de 100 mil soldados.

Aunque el escenario de una confrontación abierta con repercusiones globales todavía parece lejano, está más cerca que en ningún momento de las últimas décadas. A la concentración de tropas rusas en el borde europeo, Estados Unidos le responde concentrando poder aéreo y naval en el escenario indopacífico, frente a las costas de China, que esta semana compartió ejercicios navales con Rusia e Irán. En las últimas horas se instalaron en la zona tres portaaviones y otros dos grupos, de expedición y desembarco, que navegan junto a la armada japonesa. Se trata de la más importante demostración de poder yanqui en esa parte del mundo desde la guerra de Vietnam. 

Además, el domingo pasado, en un acontecimiento inusual, la Armada de Estados Unidos hizo pública la locación de uno de los submarinos más poderosos de su flota: el SSBN Nevada, con capacidad para albergar hasta veinticuatro misiles nucleares Trident, se dejó ver en el puerto de Guam, una locación estratégica de ese escenario. Aunque su ubicación suele ser un secreto, en esta ocasión se difundió la escala en Guam a través de redes sociales. En la misma isla del Pacífico y con pocas horas de diferencia aterrizó un avión E6 Mercury, que se utiliza para como centro de comando aéreo y también tiene capacidad de ordenar el disparo de armas nucleares.

De esta forma, en pocos días, mientras la tensión se monta en los bordes de Europa, Washington ubicó todos los elementos de la llamada “tríada nuclear” (misiles intercontinentales, bombarderos y misiles submarinos) apuntando a Beijing mientras Moscú acumula soldados y tanques en la frontera con Ucrania. De no mediar un rápido retroceso de las hostilidades, ese será el escenario que encontrará Alberto Fernández cuando viaje a ese hemisferio. Súbitamente, el problema de la Argentina y el FMI puede retroceder mil posiciones en la lista de prioridades de las grandes potencias. Si esa es una buena o una mala noticia para el país, hay una sola forma de saberlo. Esperar.