Las elecciones generales del domingo pasado en Brasil y el efecto “sorpresa” que generó el caudal de votos que tuvo Jair Bolsonaro, por encima de lo que vaticinaban las principales encuestas, volvió a poner en escena no sólo las dudas respecto a la veracidad de los sondeos sino también la pregunta acerca del voto que va contra los propios intereses (económicos). Un interrogante que en Argentina se discutió mucho en las elecciones de 2019, donde Juntos por el Cambio logró el 40 por ciento de los votos a pesar de haber llevado el país a una severa crisis de redistribución, y que vuelve a aparecer de cara al 2023. El Destape habló con dos cientistas sociales para entender qué se pone en juego en las adhesiones políticas, particularmente a proyectos de derecha o extrema derecha.
“La primera cuestión que hay que tener en cuenta para pensar el fenómeno de las derechas es la crisis global del neoliberalismo. En lo económico esa crisis empezó en el 2008 y en lo simbólico comenzó cuando quedó en evidencia que el neoliberalismo no pudo cumplir con la utopía mercado céntrica que prometió; esa utopía tenía que ver con pensar que el mercado iba a venir a resolver todos los problemas de las décadas anteriores”, analizó en diálogo con este portal Adrián Pulleiro, Doctor en Ciencias Sociales y profesor de la Universidad de Buenos Aires y de la Nacional de la Pampa.
Pulleiro explicó que la caída de la promesa neoliberal -que tiene su correlato en los altos niveles de desigualdad y desempleo a nivel mundial- habilitó una búsqueda para reemplazar esa utopía pero, ahora, a través de instituciones tradicionales. “Ahí es cuando aparece un discurso transversal a las derechas que tiene que ver con la reivindicación de valores tradicionales. Desde la construcción del concepto de Nación que hace frente a los inmigrantes, hasta todo lo que tiene que ver con la ‘ideología de género’ y la idea de familia”, explicó el Coordinador del Laboratorio de Ideas Futura. Además, a nivel regional hay una particularidad compartida que es que la vuelta a valores tradicionales combatió procesos que tuvieron que ver con la ampliación de derechos y sobre todo funcionó como una reacción a la cuarta ola feminista.
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“También hay una serie de elementos en común entre estas derechas que varían según el lugar: la acusación de autoritarismo y en consecuencia el levantamiento de las banderas de la libertad -sobre todo la libertad individual pero también la económica-, la cuestión de la seguridad y la mano dura, y el de la corrupción”, dijo Pulleiro y agregó, como último elemento común, la categoría de outsider. “Ya sea con figuras en las que su carácter de outsider tiene más que ver con la tradición política, como por ejemplo el caso peruano donde aparece una nueva forma de construcción populista conservadora y no responde tanto a venir de afuera del sistema político”, explicó.
No siempre el amor vence al odio
Al mirar tanto el crecimiento de las fuerzas de derecha en Argentina como el bolsonarismo en Brasil vuelve a aparecer la pregunta sobre qué es lo que incide en el electorado a la hora de votar; si el voto responde a variables económicas o si lo que se pone en juego es otra cosa. En definitiva vuelve la pregunta sobre qué es lo que guía los comportamientos. Si se trata de una decisión consciente o si hay otros elementos de la subjetividad que también operan. Es, en alguna medida, la pregunta con la que se tropezó el psicoanálisis y respondió Freud con el descubrimiento del inconsciente.
En diálogo con El Destape, el licenciado en Ciencias de la Comunicación y profesor de la UBA, Federico Ferme, sugirió incluir la perspectiva de la subjetividad en estos análisis. “Es importante pensar qué motoriza los comportamientos. Si son productos de una decisión consciente, donde el cuerpo va a donde la conciencia le indica, o si el cuerpo, a través de las distintas capas de la subjetividad, entre ellas los afectos, tiene una autonomía respecto a la conciencia y por lo tanto también de los contenidos y representaciones explícitas y el discurso público”, explicó Ferme y apuntó que una pregunta posible para el campo de la comunicación es pensar de qué modo los discursos pueden afectar esa dimensión de la subjetividad que tiene cierta autonomía de la consciencia y que es, al menos en parte, afectiva.
“Así como el psicoanálisis se ocupó de trabajar eso, la política se topó con los mismos problemas: cómo contener la afectividad a través de las formas disponibles que son los discursos. Cómo contener o radicalizar. En general como el amor, el odio, la intolerancia o cualquier otro afecto existen, hay que poder conducirlos en alguna dimensión. La política finalmente trabaja sobre eso”, sostuvo el profesor de la UBA y agregó: “En general las adhesiones políticas se pensaron como identificaciones con los líderes, con las causas, donde lo que cursa es más bien el amor y los afectos más positivos pero el odio también es es una condición de compromiso y adhesión política. Y creo que asistimos a eso ahora”.
Esta perspectiva sugiere entonces pensar no sólo al odio en términos discursivos sino también en su parte afectiva. Y cómo, a su vez, se puede historizar el desplazamiento de la vida afectiva en cada uno de los países. Por ejemplo, en Argentina cómo a partir de la crisis del 2001 los afectos de mayor circulación tenían que ver con la apatía y la indiferencia, que fue el terreno sobre el que después de montó el discurso de la anti política y de alguna manera Cambiemos emergió sobre ese terreno que no tenía representación pública ni política. Hasta que se da un momento clave y es cuando ese bloque social logró canalizar todas esas variables electoralmente en 2015. “Cuando esa fuerza llegó al gobierno nacional experimentó un desplazamiento. De tener pretensiones de ser una derecha moderna pasó a asumir el ropaje de una derecha más clásica y ahí es donde ganaron terreno los discursos más en línea con lo represivo y lo autoritario”, opinó Pulleiro.
La salida es política
El tema a considerar es de qué modo una transformación del discurso social hace posible que formas afectivas que hasta hace un tiempo no podían aparecer, ya sea porque eran inhibidas o porque si tomaban estado público tenían consecuencias. “Con las transformaciones que se dan en el campo de lo decible aparecen formas en donde esos afectos toman una existencia pública porque no hay consecuencias del otro lado. Formas odiantes existieron siempre, el odio no es nuevo y uno podía escuchar muy fácilmente ‘a este hay que matarlo’.... El asunto es que la discursividad política se transformó en la medida en que hubo figuras que lo habilitaron y legitimaron esas formas afectivas en términos de expresión pública”, explicó Ferme.
Esa transformación en Brasil por ejemplo tuvo consecuencias concretas con varios asesinatos políticos en el marco de la campaña electoral y en Argentina el momento de mayor intensidad fue el intento de asesinato a Cristina Kirchner. “Con el intento de asesinato a Cristina se ve la capacidad de canalización que tiene el discurso de los afectos, que ya no busca detenerlos sino impulsarlos. La transformación en el terreno de lo decible que sucede hace años hizo posible expresar un afecto casi sin distancia. Lo mismo cuando Bullrich no repudió el atentado. Eso muestra que la discursividad política ya no guarda las formas. Ya no hay un trabajo de eufemización necesario para poder llevar los afectos a la palabra, que es lo que ocurre en la vida singular y colectiva, poder guardar las formas para vivir con el otro”.
Como sugieren ambos analistas, enriquece hacer un repaso de cómo los distintos afectos sociales fueron mutando; en el caso argentino cómo de la apatía o antipolítica se pasó a la frustración y de allí a la intolerancia. Y las líneas de contacto entre esas transformaciones y una crisis en las instituciones, en la justicia y también en la representación política. “Uno de los peligros que hay es que la derecha crezca por todas las promesas incumplidas de la democracia, la igualdad y soberana no resolvió. Hay muchas personas que no creen la palabra pública ni de los políticos”, analizó el psicoanalista Jorge Alemán, en la presentación de su último libro Ideología: nosotras en la época. La época en nosotras.