Semana tras semana vemos acentuarse conflictividades, descontentos, ansiedades y reclamos, a un ritmo tan vertiginoso como la inflación que sigue siendo indicada, junto a la inseguridad, como la preocupación central de la población. El clima es propicio para la descalificación del oponente, por quienes no tienen responsabilidades de gestión y se posicionan en las antípodas de las políticas comprometidas por el Frente de Todos, aún a despecho de sus recientes fracasos y de comportamientos actuales francamente antidemocráticos.
De tácticas y estrategias
Esos términos de raigambre militar transpolados al ámbito político nacional fueron utilizados con frecuencia por Juan D. Perón, para la definición de las diferentes instancias y las metodologías más adecuadas para alcanzar las metas fijadas, seguramente influido por su carrera profesional y su desempeño como profesor en la Escuela Superior de Guerra.
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Su rango de Coronel o General fueron icónicos al punto de que esa referencia bastara para identificarlo, no siendo muchos en la Argentina del siglo pasado que pudieran hacer gala de una condición semejante y gozar del reconocimiento popular. Luego, la figura del estadista y líder se impuso para que su solo apellido resumiera una doctrina caracterizada, ideológicamente, como la Tercera Posición, frente a la propuesta binaria conformada por el Capitalismo liberal y el Comunismo.
Con el correr del tiempo se extendió a otras fuerzas y partidos el uso de esas palabras, tornándose corrientes para distinguir acciones de coyuntura (tácticas) de las orientadas a mediano y largo plazo (estratégicas). Conceptualizaciones, que en el presente denotan particular vigencia.
A esa misma jerga corresponden apelativos como aliados, adversarios o enemigos, distinciones para nada menores sobre todo entre esos dos últimos, en tanto demarcan claramente los límites o las distancias insalvables para buscar y encontrar consensos posibles aún en la diversidad, como la factibilidad de establecer códigos básicos de convivencia cívica.
Prestar atención al sentido profundo de los conceptos que encierran significantes como los aquí aludidos es vital, para interpretar hechos y acciones más allá de la pura retórica que tiende a homogeneizarlos en un falso discurso republicano inmerso en una -aún más falsa- idealización pretendidamente democrática.
El ser o no ser peronista
Desde sus inicios, el Peronismo manifestó una caracterización policlasista, movimientista y de una amplitud receptiva que permitió una confluencia variada en la que convergieron personas, corrientes y agrupaciones de diversos orígenes que, lógicamente, expresaron a su interior diversidades que se amalgamaron en una identidad doctrinaria y que, no pocas veces, derivaron en disputas, rupturas y también defecciones.
No puede extrañar, entonces, que resultase recurrente poner en cuestión la condición peronista de dirigentes, militantes y sectores que se reivindicaban con esa identidad, al igual que la necesidad contingente de conformar partidos para contiendas electorales por fuera del Justicialismo mediando proscripciones, blindajes de dudosa ortodoxia que impedían una participación plena o períodos en los cuales las divisiones superestructurales determinaban una diáspora temporaria.
A pesar de los desencuentros, fugas y pícaras jugadas dirigenciales, ciertos elementos identitarios son inherentes al Peronismo junto a las características ya aludidas. Entre los que destacan constituir una fuerza política sustancialmente nacional y popular; convocante de trabajadores, trabajadoras y sus organizaciones sindicales y sociales no sólo con el afán de representarlas, sino de hacerlas protagonistas y destinatarias de sus acciones; postular una opción manifiesta por las capas más humildes y desposeídas de la población, en pos de su ascenso e inclusión social; sostener una férrea defensa de la soberanía e independencia económica para un desarrollo con justicia social; plantearse decididamente antiliberal y antiimperialista.
De allí, que más allá de enunciados teóricos el Peronismo se expresa en la acción, siendo oposición y, particularmente, cuando es gobierno. En las medidas o posturas que se asumen para consolidar sus principios fundantes y hacer realidad los valores que predica, en la inevitable confrontación con el Capital concentrado para obtener una redistribución de la riqueza con mayor equidad; en la lucha inclaudicable con los poderes extranacionales y sus socios nativos que amenacen los intereses de la Patria.
¿Y en el sindicalismo?
El Peronismo inaugura una nueva etapa en la política argentina directamente ligada a la clase trabajadora, que por su intermedio y en clara alianza con el Estado accede a ámbitos que le habían sido negados, obtiene el reconocimiento de derechos que durante décadas había legítimamente reclamado y es apoyada desde el gobierno en las naturales disputas con el empresariado tras el objeto de alcanzar relaciones más equitativas en los planos individual y colectivo.
Una profusa legislación social es sancionada en esa época para asegurar los avances en aquel sentido, propendiendo al empoderamiento gremial que se cristaliza en un modelo de organización sindical que fortalece las capacidades de representación, de negociación y de conflicto imprescindibles para dotar de un mayor equilibrio entre las fuerzas del Trabajo y el Capital.
Esas acciones también han formado parte de sus rasgos identitarios, echando profundas raíces que explican no sólo la adscripción mayoritaria de las masas trabajadoras al Peronismo sino su fidelidad en el transcurso de casi ocho décadas.
Del mismo modo, como resulta lógico, esa adhesión se verificó y prevaleció en el campo sindical, en donde se registran similares fenómenos a los generados en el terreno político y heterogeneidades de distinto tipo e intensidad.
Sin embargo, la estructura organizacional logró superar -incluso mediando claudicaciones relevantes- los distintos embates que debió enfrentar en democracia y en dictadura, constituyéndose en un valladar fundamental para las aspiraciones patronales de deconstrucción del Derecho Laboral y del Modelo Sindical.
¿Con quién, por qué y para qué se confronta?
Con sus vaivenes, sus opacidades y ambigüedades, el Peronismo continúa siendo el obstáculo principal para los afanes autoritarios y de primacía antidemocrática de las grandes Corporaciones monopólicas y oligopólicas, de sus representaciones políticas locales y del Imperialismo norteamericano.
Tanto en el ámbito empresario como en los partidos que conforman el arco opositor más reaccionario, lo que antes se manifestaba solapadamente ahora se explicita sin ambages y con total crudeza, señalando al Peronismo como la causa y el origen de todos los males que aquejan al país desde mediados de la década del ’40 del siglo pasado.
Esa formulación encierra una ostensible falacia, cualquiera fuere la opinión que merezca dicho Movimiento político, en cuanto a una premisa insostenible: que a lo largo de todos esos años gobernó el país esa fuerza política; cuando, por el contrario, junto a las dictaduras cívico-militares que se reeditaron a lo largo de ese período, los gobiernos de origen democrático que rigieron los destinos de la Argentina también mantuvieron, predominantemente, políticas de similar índole (liberales y neoliberales), de signo contrario al “populismo” que se le endilga al Peronismo.
Sin descartar alternativas de cooptación de dirigentes de dicha extracción, la frustración con Menem en cuanto a conseguir su extinción a través de una transformación visceral arriando sus tradicionales banderas, hace que hoy la meta central y prioritaria sea: terminar de una vez y para siempre con el Peronismo.
En sintonía y como indispensable condición para un nuevo “proceso de reorganización nacional” que asegure una Argentina atendida por sus dueños de espalda a las mayorías populares, profundizando el coloniaje de sesgo neoliberal, el plan exige esterilizar cualquier resistencia gremial y desarticular definitivamente su modelo de organización concentrado que opera -aún con aquellas conducciones más permeables a los requerimientos patronales- como limitante de la libertad y discrecionalidad absoluta que reclama el empresariado.
El Foro de Abogadas y Abogados de Organizaciones Sindicales, un espacio constituido hacia fines de 2018 y que reúne a profesionales que asesoran sindicatos enrolados en Centrales, Corrientes y Agrupamientos gremiales que abarcan todo el espectro sindical, alertaba recientemente al respecto (“Declaración del 1° de Mayo”), señalando:
“(…) nos pronunciamos en defensa de los derechos sindicales contra la ofensiva de los grupos concentrados de poder, los medios hegemónicos de comunicación y los partidos de derecha que intentan avanzar en la deslaboralización de las relaciones de trabajo. (…) A las viejas formulaciones económicas se suma el intento de demonización de las organizaciones defensoras de los trabajadores a través de la creación de movimientos anti-piqueteros, la criminalización de dirigentes y delegados sindicales, la penalización de legítimas medidas de acción sindical, el impedimento al libre ejercicio del derecho de huelga y la protesta, con lo que se intenta revertir derechos constituidos por las luchas y esfuerzo de millones de trabajadores a lo largo de los años. (…) El falso discurso de la ‘libertad’ ubica a las organizaciones legítimas de los trabajadores como ‘extorsivas’, omitiendo los justos reclamos y su programa de acción contra las desigualdades y la injusticia…”
Es que, con razón, se advierte una suerte de protocolo de actuación y glosario común para obtener, con la colaboración de fiscales y magistrados mansamente funcionales, rápidos procesamientos que deslegitiman el activismo sindical y penalicen las protestas gremiales con absoluto desprecio por los derechos laborales y las garantías del debido proceso legal, violentando la competencia exclusiva de los tribunales del trabajo para intervenir en conflictos de tal naturaleza.
Se trata en definitiva del nuevo formato que asume la otrora anhelada “Gestapo sindical”, así como anticipa que significará el “hacer lo mismo, pero más rápido” que proclama Macri y toda su prole neoliberal en lo que concierne al sistema de relaciones laborales y los derechos de las y los trabajadores.
Defender unidos lo conquistado o comenzar de nuevo quién sabe cuándo
Salvo para aquellos que ya hayan decidido, veladamente o no, cruzar de vereda, es crucial potenciar la unidad del campo popular y en el Frente de Todos dentro del cual el Peronismo constituye su principal eje.
Claro que una consigna semejante ligada estrechamente al desafío electoral del año próximo, entendida como táctica, no puede estar divorciada de otras exigencias estratégicas en la definición de un Proyecto Nacional y de reglas que permitan una organicidad para la toma de decisiones trascendentes que de cuenta tanto de los liderazgos emergentes, como de una conducción imprescindible de la que hoy se carece.
En el mientras tanto, es inexcusable tener presente e identificar a aliados, adversarios y enemigos, dispensándoles el trato y la atención que merecen quienes se encuadran en cada una de esas categorías.