El peronismo unido es invencible

Ciertas frases se han ido arraigando como dogmas, aunque no exentas de comprobaciones empíricas. Si bien por sí mismas, cualquiera fuese su correspondencia con la realidad, no se agotan en su enunciado y exigen un análisis más amplio de sus significantes y sus significados.

03 de julio, 2023 | 00.05

Transcurridos casi ochenta años desde sus orígenes, el Peronismo sigue provocando desconciertos y nuevos desafíos para ser contenido conceptualmente, para resultar asequible, aprensible, descifrable.

A las complejidades que le son propias como fenómeno de masas, quizás se agregue el pretender en su decodificación apelar a categorías eurocéntricas -de izquierdas y derechas, por ejemplo- o a universalismos que no reparan en la dinámica inherente a los procesos nacionales y populares con las inexorables reformulaciones que depare cada etapa histórica.

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Tal vez podría pensárselo desde la concepción de “significante vacío” acuñada por Laclau, no por cuanto no se corresponda con ningún significado, sino, en tanto no pudiera atribuírsele un único y unívoco significado. Desde esa perspectiva se abriría una variedad de significados posibles y -en principio- válidos de los que daría cuenta el significante, descartando la posibilidad de hallar uno sólo y preciso que le sea asignable. 

Seguramente especulando en función de ambigüedades, en el terreno de la política recurrir a ese tipo de nociones sería más adecuado que hacerlo a expresiones lingüísticas y calificarlo como “polisémico”, sosteniendo que esa misma palabra pueda contener varios significados.

Claro que esas u otras especulaciones teóricas, aún potenciadas por numerosas experiencias emergentes de la práctica política, no habilitarían resultados infinitos sin limitantes dogmáticos o doctrinarios. 

En una nota publicada en esta misma columna el 1° de abril de 2018 (“El Peronismo en su laberinto”) hacía algunas referencias al respecto, destacando que era entonces -como ahora- necesaria una “unidad” amplia, plural, democrática y frentista, que sintetice la diversidad a través de una comunidad de principios y valores; contando con un Peronismo programáticamente homogéneo como eje natural de ese Frente Partidario. En que se obtenga una “homogeneidad” que, sin prescindir de las diferencias notorias que exhiben las numerosas vertientes que nutren al Peronismo, debería fundarse en un Programa común explícito que tanto importe compromisos inalterables como límites insuperables que definan la identificación o no con las propuestas básicas para un futuro gobierno; a partir de lo cual, también se decidan las alianzas factibles, los niveles de participación y de responsabilidades compartidas. 

Con citas textuales a algunas afirmaciones del mismo Perón, que entiendo vigentes e identitarias, resumía una visión posible para intentar detectar los contornos tantas veces difuminados de un espacio político vasto que representa ese Movimiento nacional y popular: 

“El peronismo no es nadie en particular porque pertenece a todos los peronistas que lo componen y lo sirven.  Ningún peronista debe sentirse más de lo que es ni menos de lo que debe ser. Cuando un peronista comienza a sentirse más de lo que es, empieza a convertirse en oligarca. Un hombre de nuestro movimiento podrá tener cualquier defecto, pero el más grave de todos será no ser un hombre del pueblo. El peronismo trabaja para el Movimiento. El que en su nombre sirve a un círculo o a un caudillo lo es sólo de nombre.  Nada se puede construir orgánicamente, sino sobre una unidad de pensamiento y de sentimiento, que sólo la da la doctrina común”.

Sorpresas que superaron el anuncio de la fórmula de UP

El modo en que terminó resolviéndose la postulación final de los candidatos a Presidente y Vice de Unión por la Patria (UP), cuyos detalles no se conocen más allá de trascendidos y manifestaciones tardías de algunos protagonistas, generó un gran desconcierto sin perjuicio de disensos, acompañamientos y resignaciones.

El brevísimo lapso, menos de un día, en que se bajaron las candidaturas (de Wado De Pedro y Daniel Scioli) que competirían en las PASO y se propuso una fórmula de Unidad, su comunicación “oficial” vía twitter y el silencio de los recientes renunciados postulantes, sumó incertidumbre a la escena -incompleta- de integración de las Listas de UP.

Otros silencios en aquel momento que hicieron ruido fueron los de Cristina, Máximo y La Cámpora, ante una “unidad” en la que en su máxima representación nacional no figuraba un candidato propio del sector considerado como el de mayor caudal electoral.

La deriva posterior hasta el cierre definitivo en las distintas categorías legislativas y ejecutivas de los distritos pendientes de definiciones de candidaturas, no lograron una unificación general y pusieron a la vista desencuentros en orden a la metodología promovida por los principales referentes del Frente de Todos.

Acomodar todas esas piezas cuyo encastre no parece sencillo, durante las internas y una vez resueltas ya en marcha la campaña electoral con miras a los comicios de octubre, será una de las tareas decisivas para consolidar una unidad que convenza a los propios y convoque a quienes -indecisos o no tanto- se alejaron en el 2021 e incluso no se sumaron en el 2019.

El persistente distanciamiento de la Política

Una marca de época cada vez más notoria es el desinterés por la política, ligado a un desapego de lo comunitario, a la prevalencia de lo individual frente a lo colectivo y a un descreimiento en la fortaleza de las convicciones como guía de conductas que trasciendan las conveniencias personales.

Es cierto que existe un fuerte impulso hacia la antipolítica, con raigambre antidemocrática y antipopular, que favorece esa tendencia. Aunque ello por sí sólo no explica aquel fenómeno, no agota la multiplicidad de aspectos que lo nutren, ni la crisis sistémica que subyace y se evidencia en los mecanismos de representación, legitimación de las mediaciones participativas y representatividades efectivas.

Cuando la política se reduce en su campo de acción, se exhibe como una actividad sólo para iniciados y esquiva para el común, se detrae de su incidencia y proyección natural en cualquier ámbito de nuestras vidas, inevitablemente culmina en un parcelamiento cada vez más acotado.

La sensación de ajenidad frente a decisiones trascendentes, como el considerar que la dirigencia no se siente interpelada cuando las adopta, también aumentan el distanciamiento ciudadano de la política.       

Una disyuntiva insoslayable 

El contexto mundial, regional y nacional muestra un corrimiento de los ejes que conforman el actual panorama que ofrecen los sistemas políticos y los valores sociales comprometidos, que impactan en la definición de las prioridades y los posicionamientos entre los intereses en pugna.

La situación que vive la Provincia de Jujuy constituye una expresión brutal de la factibilidad de volver a etapas nefastas que podían pensarse irrepetibles en Argentina, con represiones extremas de toda manifestación de disenso, apelando a operaciones y detenciones clandestinas amparadas por el aparato estatal, violando derechos humanos fundamentales, dando muestras de un racismo intolerable y desentendiéndose el Gobierno de los más elementales principios de legalidad.

Las alternativas que propone Juntos por el Cambio van en la misma dirección, tanto por su explícito respaldo a la actuación del gobernador Gerardo Morales -quien además integra una de las fórmulas que disputan en esa interna-, como por las medidas políticas que anticipan y cuya implementación acentuará las desigualdades existentes generando una violencia institucional como respuesta a la inexorable protesta social.

En ese espectro va perdiendo entidad la espectral figura de Milei, sin que por ello continúe recibiendo un reconocimiento mediático en torno a sus chances de concitar el voto de una porción del electorado que, aún menor a la que le permitiese posicionarse para una doble vuelta, cobraría relevancia en un eventual desenlace final entre las fórmulas que resulten más votadas. La Libertad Avanza, su partido de estructura autoritaria y con una orgánica que se resume en primera persona, a pesar de las diatribas alusivas a la “casta política” no exhibe más que brulotes anacrónicos y tiene por destino final sumarse a esa “casta” en su versión más reaccionaria con la cual comparte ideología, desprecio por la institucionalidad democrática y soluciones represivas para los conflictos sociales. 

Ante expectativas serias de confrontar con alguna de esas opciones -en estado puro o combinadas- de corte neoliberal, cualquier propuesta desarrollista que provea garantías de una mayor equidad, apele a gestionar y administrar las conflictividades existentes -como las que pudieran devenir- desestimando la represión como única herramienta y permita defender la vigencia de la democracia, se presenta como preferible e ineludible a la hora de definir el voto.

Un reduccionismo insuficiente

Si nos limitamos a la “foto” pareciera una conjunción producto de un determinismo inexorable, la que lleva a una confrontación emergente como la antes aludida y que compromete la decisión consiguiente en procura de preservar valores y estilos de vida democráticos.

En cambio, proponer ver la “película” completa -con todo su catálogo de imágenes- enriquece el escenario porque, aún, cuando la escena final pueda persistir, nos proporciona mayores y mejores elementos para explicarnos la realidad que enfrentamos y pensar un futuro menos azaroso.

Una primera reflexión al respecto debe focalizarse en los errores que llevaron a la derrota del 2015 con un peronismo que no alcanzó una unidad suficiente, con un final de ciclo de gobierno sin precedentes que, a pesar de no haber logrado perdurar en las urnas, recibió un apoyo masivo en la despedida a Cristina protagonizada por cientos de miles de personas congregadas en la Plaza de Mayo. Pero también, como contrapartida, la fragilidad que en pocos meses demostró el armado legislativo, perdiendo -por fragmentación- la condición de primeras minorías en ambas Cámaras del Congreso Nacional e incluso el quorum propio que ostentaba en el Senado. 

Una segunda reflexión apunta a la unidad obtenida en 2019 que dio sus frutos en términos de victoria electoral, aunque se mostró inconsistente -según algunos ya luego de las PASO de ese entonces- en la conformación de una conducción política con una instancia orgánica eficaz para dirimir disidencias estratégicas, que se hizo ostensible transcurrido el primer año de gobierno y tuvo su correspondencia en la retracción de una parte importante de su electorado en los comicios de medio término del año 2021, sin que se registrara una lectura adecuada trasuntada en prácticas políticas concretas como correlato de ese revés electoral.

Una tercera e ineludible reflexión debería dirigirse al hecho de que la UP es la denominación adoptada para dar continuidad al Frente de Todos que, como coalición, pretende revalidarse y es la que ejerce las responsabilidades actuales de gobierno. Tampoco en este punto puede restringirse el análisis a un cotejo de los resultados imaginables si hubiera logrado su reelección Macri en el 2019, mediando las circunstancias excepcionales que significó la pandemia; ni omitirse, la serie de indicadores positivos que se verifican en el crecimiento del PBI, en el desenvolvimiento productivo y en el desarrollo de industria e infraestructura, como en la reducción de las tasas de desocupación.

Sin embargo, resaltan la falta de realización de transformaciones institucionales y sociales anunciadas en el 2019, un empleo que crece pero predominantemente precario, altos niveles de pobreza e indigencia que llegan a abarcar a muchas personas con empleos formales, el accionar antisocial de los grandes formadores de precios que acentúa el proceso inflacionario, el enriquecimiento exponencial de los sectores más concentrados de la economía y su serial comportamiento elusivo de toda responsabilidad social.

¿Dónde poner el foco en esta instancia?

La unidad del Peronismo es una condición fundamental para la contienda electoral, así como su función de eje convocante de una coalición que amplíe sus márgenes de representación política, lo que implica exceder la unión de dirigentes o referentes traduciéndose en una real unificación de voluntades de militantes y ciudadanos de a pie que, sin prescindir de la diversidad y pluralidad que ostenten, se sientan realmente contenidos, representados y unidos.

En esta instancia es preciso también plantearse el “para qué” y el “cómo” de la unidad pregonada, para brindarle real sentido y una continuidad imprescindible para convertirse en algo más que un muro de contención al neoliberalismo.

Las mediciones macroeconómicas son relevantes, el crecimiento y el desarrollo del país al igual lo son, pero la grandeza de la Nación y la felicidad del Pueblo perseguidas por el Peronismo encuentran su rasgo distintivo en el plano distributivo, asegurando una lucha constante por eliminar las desigualdades sociales y una ampliación de derechos.

La comprensión de texto y de contexto sin duda importan, tanto como una oportuna y elocuente comunicación que posibilite conocer no sólo las motivaciones inmediatas de ciertas decisiones, sino, la existencia de un programa de gobierno que contenga a todos brindando sentido a la unidad y garantizando una conducción que lo replique asegurando su realización efectiva.

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Álvaro Ruiz

Abogado laboralista, profesor titular de derecho del Trabajo de Grado y Posgrado (UBA, UNLZ y UMSA). Autor de numerosos libros y publicaciones nacionales e internacionales. Columnista en medios de comunicación nacionales. Apasionado futbolero y destacado mediocampista.