El mundo enciende las señales de alarma por la cepa amazónica de coronavirus, más contagiosa, más letal y capaz de evitar la respuesta inmune causada por infecciones anteriores, que en pocos meses se expandió por todo Brasil, llevando a ese país a una situación sanitaria aún más grave que durante el primer pico de la enfermedad. Este martes se registró allí un nuevo récord de más de 1700 muertes en 24 horas y en 19 de los 26 estados del país la ocupación de unidades de terapia intensiva supera el 80 por ciento.
La variante de Manaos posee varias características que elevan su contagiosidad entre un 50 y un 150 por ciento, según dos estudios recientes. Esto, además, significa un aumento en la carga viral, que la vuelve más propensa a manifestaciones graves o letales. Pero lo más preocupante es que presenta la mutación E484K, también detectada en Sudáfrica y el Reino Unido, que permite al virus eludir la respuesta inmune, haciéndolo más resistente a vacunas y capaz de reinfectar a personas que ya cursaron la enfermedad.
En abril del año pasado, Manaos fue una de las ciudades brasileñas más castigadas por el coronavirus. Algunos estudios de antígenos mostraron que siete de cada diez habitantes se contagiaron, motivo por el cual algunos expertos se apresuraron a declarar que habían alcanzado la inmunidad de rebaño. En septiembre, volvió a detectarse un crecimiento de los casos. En enero se secuenció en Japón la nueva variante, que había sido descubierta en un viajero. Pocos días más tarde, el sistema sanitario volvió a colapsar.
Para finales de febrero, todo Brasil se había convertido en Manaos. La mayor contagiosidad de estas variantes hace que, más temprano que tarde, terminen volviéndose la cepa predominante. Hace dos días, el último boletín infectológico del Observatorio Fiocruz, uno de los más importantes del país, indica que de los 26 estados que conforman la federación, en 19 la ocupación de terapia intensiva es superior al 80 por ciento. En el informe anterior, publicado el 22 de febrero, eran solamente 12.
En la Argentina ya se detectó la presencia de esta variante en dos casos, uno con antecedente de viaje a Brasil y el otro con contacto estrecho con alguien que había estado en ese país. Sin embargo, por la escasa cantidad de análisis genómico que se realiza a los infectados, no se puede descartar que ya exista circulación comunitaria. Estamos en una carrera de tiempo entre la nueva cepa y las vacunas, que por ahora demostraron alta efectividad para evitar casos graves, hospitalizaciones y muertes.
El gobierno planea escalar el operativo de vacunación a unos cinco millones por mes. Si se pudiera llegar a ese ritmo desde ahora mismo, tomaría hasta fines de mayo terminar de inocular a los grupos prioritarios, tal como fueron definidos: algo más de 15 millones de personas entre mayores de 60 años, adultos con comorbilidades, personal de salud, fuerzas armadas y de seguridad, docentes y no docentes y personal estratégico. Recién entonces podría comenzar la vacunación de la población en general.
Si antes de ese momento hubiera señales de un rebrote causado por la nueva cepa, la única forma de evitar el colapso sería volver a tomar restricciones para la movilidad y la realización de actividades de alto riesgo. Eso tendría un altísimo costo político y económico pero es el camino que están tomando, con éxito, varios países. El Reino Unido, uno de los más avanzados en la vacunación, para afrontar una variante similar (aunque más leve) entró en lockdown a mediados de enero y no planea levantar las restricciones hasta junio.
La alternativa es vacunar más rápido. Ante las dificultades, comunes a casi todos los países del mundo, de hacerse con un mayor número de inyecciones en el corto plazo, los recursos que existen deben administrarse con inteligencia. En ese sentido, no se explica la decisión del gobierno argentino de clausurar la posibilidad de dar una sola dosis de la vacuna a aquellas personas que ya estuvieron infectadas, cuando varios estudios científicos en todo el mundo, incluyendo uno en Argentina, demuestran la efectividad de esa práctica.
El propio gobierno había difundido esta mañana los resultados de un estudio de anticuerpos sobre personas inoculadas con la Sputnik en la provincia de Buenos Aires que encontró que “el aumento en el título de anticuerpos IgG totales contra Spike y neutralizantes en individuos con previa exposición al virus que recibieron una dosis de la vacuna fue superior a la observada en individuos naive con las dos dosis”. Es decir, que una dosis aplicada a personas que estuvieron infectadas genera más defensas que dos dosis en personas sanas.
Sin embargo, un rato más tarde, desde presidencia de la Nación se informó que ese trabajo es “solo un informe técnico” que resulta “muy importante desde el punto de vista científico” pero “no está bajo evaluación en el Ministerio de Salud no dar la segunda dosis de Sputnik V a las personas que tuvieron covid-19”. El Destape pudo comprobar que al menos dos funcionarios de ese área no solamente evaluaron la posibilidad sino que consideran conveniente avanzar con esa estrategia sanitaria.
Es la segunda vez que se observa una marcha atrás en ese sentido. En enero, la entonces viceministra (y actual titular de la cartera) de Salud Carla Vizotti había manifestado en una entrevista la posibilidad de aplicar una mayor cantidad de primeras dosis antes de comenzar con la vacunación en segunda instancia. Después de una serie de duros cuestionamientos mediáticos, se descartó la utilización de ese régimen, que está siendo aplicado en varios países de la Unión Europea, aunque fue rechazado en los Estados Unidos.