El terraplanismo opositor y la dictadura asintomática

16 de agosto, 2020 | 00.05

El terraplanismo opositor padece un verdadero infierno. Uno imaginario, es cierto, pero infierno al fin. Vive bajo una dictadura asintomática en la que el Presidente habría asumido la suma del poder público, anulando a jueces y diputados, sin que estos se hayan percatado. Es por eso que mientras el oficialismo todopoderoso busca llevar adelante sesiones virtuales para que, en plena pandemia, los diputados y senadores puedan cumplir con su tarea limitando los riesgos de contagio, esa posibilidad es denunciada por la oposición con el mismo ahínco con el que denunciaba hasta hace pocas semanas la clausura de ese mismo Congreso que hoy prefiere no abrir demasiado. Es un tema bien complejo.

Por su lado, el Poder Judicial tampoco parece haberse dado cuenta de su clausura en manos del tirano Alberto, ya que reaccionó con brío ante la terrible amenaza de una reforma judicial que todos consideran necesaria pero “no ahora, no así, no de esa manera, no con esas intenciones, no de esa forma”. Sin ir más lejos, una jueza le ordenó al Senado que frenara la revisión de los traslados de los camaristas Bertuzzi y Bruglia designados a dedo por el ex presidente Macri, o sea, sin pasar por el Senado. Es decir que un poder clausurado le exige a otro, también clausurado, que no lleve adelante una de sus obligaciones constitucionales. Eso nos recuerda que hace unas semanas un juez comercial frenó el decreto presidencial del tirano Alberto sobre la intervención de la empresa Vicentín (dicho sea de paso, el intendente de la ciudad santafesina de Avellaneda que había convocado la emotiva marcha para defender a los accionistas de la empresa, esos gringos trabajadores de manos callosas perseguidos por triangular distinto, hoy pide la intervención de ese Estado que hasta ayer pedía frenar). Nuestra realidad es trepidante.

El sector más activo del terraplanismo opositor, conformado por nuestros periodistas serios y figuras humorísticas como Juan Acosta, Maximiliano Guerra o Sandra Pitta, convoca a una nueva marcha en plena cuarentena en defensa de la república y coso sin que el gobierno haga mucho para impedirlo. El oficialismo todopoderoso ni siquiera reaccionó cuando una figura destacada del terraplanismo global, la ineludible Pilar Rahola, opinó que “La Argentina todavía no es una dictadura, pero ya no es una democracia” y nos alertó sobre la reforma judicial que desconoce pero cuyas intenciones describe como satánicas.

Debemos reconocer que dictaduras eran las de antes.

Ante el anuncio del lanzamiento de una vacuna rusa y la felicitación de Alberto Fernández a su par Vladimir Putin, nuestro terraplanismo volvió a enfurecerse, llegando a igualar en el indignómetro el nivel conseguido por la hipotética llegada de médicos cubanos, esos que hoy nos harían tanta falta, o el riesgo tan inminente como imaginario de una masiva expropiación de empresas. Esa indignación no mermó cuando el Presidente anunció que la Argentina fabricaría la vacuna desarrollada por Oxford/Astra Zeneca. Al contrario, aumentó. La oposición terraplanista denunció que en realidad, esa posibilidad surgía gracias a Mauricio Macri que hoy veranea en Saint Tropez pero que antes, cuando todavía presidía los destinos de la Nación, firmó acuerdos con dicha empresa. El humorista Adolfo Rubinstein, ex ministro de Salud devenido en ex secretario aprovechó una de sus cotidianas visitas a los sets de televisión para felicitarse por la continuidad de las políticas de investigación y desarrollo que su gobierno justamente desfinanció.

En realidad, ni Macri, ni Rubinstein, ni los convenios mencionados tienen mucho que ver con el acuerdo logrado, ni tampoco con la fabricación de la famosa vacuna que se llevará a cabo en una de las dos plantas de mAbxience, laboratorio del Grupo Insud. Es más, la primera de dichas plantas fue inauguada por CFK y la segunda por Alberto Fernández y Axel Kicillof en febrero de este año.

Ocurre que los éxitos de Mauricio Macri son tan contundentes como los peligros que nos acechan bajo la tiranía asintomática de Alberto Fernández, aunque también igual de imaginarios.

Imagen: En el Instituto Patria, una oficial de La Cámpora calibra el indignómetro opositor (cortesía Fundación LED para el desarrollo de la Fundación LED)