En un país donde el grueso de las exportaciones son commodities agropecuarias se corren algunos riesgos. El primero es el climático, que se cuenta como la hipótesis 152 de la caída del gobierno del Frente de Todos, la falta de entre 10 y 15 mil millones de dólares en 2023 a causa de la sequía que obligó a devaluar y contribuyó a la aceleración de la inflación. El segundo, directamente relacionado, es la dependencia de los precios internacionales, “el temblor de las alas de una mariposa al otro lado del mundo”.
Pero además de riesgos hay virtudes, los mercados agropecuarios son muy transparentes, las variables que terminan construyendo los precios son conocidas y de fácil acceso. Por ejemplo, el súper ciclo de las commodities del que se benefició América Latina durante la primera década del siglo XXI fue a causa del aumento de la demanda a partir de “las revoluciones industriales asiáticas”. El aumento de ingresos de la población de países como China e India significó un mayor consumo de proteína animal y, en consecuencia, el aumento de la demanda mundial de uno de los principales insumos para la producción de carnes: la soja y sus derivados. A su vez, desde los años ’90, Argentina produjo una verdadera revolución productiva en el agro gracias a la combinación del paquete transgénico más la siembra directa. Cuando el aumento de la demanda externa llegó, el sector estaba preparado para abastecerla, una combinación virtuosa que no suele ser recordada. Ni la oferta construye su propia demanda, ni la demanda la oferta.
Sin embargo, lo que se mueve en una dirección también puede hacerlo en otra. China es el principal importador mundial de soja y sus derivados. Representa nada menos que el 60 por ciento del total global. De acuerdo a un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario, la industria porcina China está liquidando vientres por malos resultados de las últimas campañas, lo que significa estancamiento y caída en las importaciones de insumos. En paralelo se esperan buenas cosechas en Estados Unidos que, junto con los stocks brasileños, abastecen el mercado asiático en la segunda mitad del año. Dicho de manera rápida, los precios de los principales productos de exportación locales dependen de un mercado en el que cae la demanda y aumenta la oferta. El resultado son los precios mínimos históricos para la soja en Chicago que se registraron esta semana, fluctuantes 360 dólares la tonelada contra los alrededor de 550 que se conseguían hasta hace pocos meses, un desplome sin precedentes. La síntesis provisoria es que la producción agropecuaria local enfrenta el peor escenario, precios internacionales en baja y dólar barato en pesos y revaluándose mes a mes. A ello también se le sumó en el margen la caída de la demanda interna por la recesión. El resultado de esta combinación es la creciente inquietud sectorial. Y no hablamos de cualquier sector, sino de uno con mucho poder para incidir en el nivel del tipo de cambio.
Si el lector no es un productor agropecuario seguramente pensará que el problema no lo afecta. Error. El Banco Central dejó de acumular reservas porque decidió destinarlas a sostener los precios de los dólares financieros, es decir a gastarlos en que no se le dispare “la brecha” con el oficial. Como ya se relató en este espacio, el objetivo excluyente de la actual política económica es evitar la suba del dólar, es decir volver a repetir por vez numero 101 mil la estrategia de estabilización vía “ancla cambiaria” a matar o morir. En este contexto, el oficialismo cree que no tendrá problemas porque, durante julio, el agro aumentó sus liquidaciones. Pero lo hizo por razones ajenas al gobierno: 1) porque desaparecieron las expectativas de mejoras en los precios internacionales 2) porque no espera una devaluación en el corto plazo y 3) porque había liquidado muy poco en el segundo trimestre. De acuerdo a CIARA, la cámara de la industria aceitera, en julio las empresas del sector liquidaron 2.616 millones de dólares, con lo que en los primeros 7 meses del año sumaron “apenas”13.640 millones. La cifra es similar al mismo periodo del 2023, en plena sequía. A modo de comparación en 2022 el ingreso de divisas fue de 20.309 millones, aunque debe destacarse que fue una cifra récord.
Pero los movimientos de corto plazo, el dato de las liquidaciones de julio, no deben apartar el análisis de la tendencia. El gobierno necesita desesperadamente dólares y el sector con capacidad de proporcionarlos está en tensión. La afinidad del sector con el oficialismo es total, pero una cosa es la ideología y otro el bolsillo. Es probable que, llegado el momento, el agro se convierta en el factor detonante de la devaluación. No debe olvidarse, además, que la segunda mitad del año es estacionalmente la etapa en la que decaen las liquidaciones.
En la patriada devaluatoria el agro no está solo. A pesar de los destemplados, pero ya triviales, insultos presidenciales, el grueso de los economistas del establishment le repite al gobierno la necesidad de empezar a soltar de a poco el tipo de cambio, con lo que a la efectiva falta de dólares para sostener la cotización se le van sumando las presiones de todos los lobbies. Inclusive el lobby más poderoso, el representado por el FMI.
Sucede que con mercados internacionales de crédito completamente cerrados dado el nivel de “riesgo país”, es decir de tasa de interés que habría que pagar por la nueva deuda, el FMI aparece como el único prestamista viable. Pero Argentina es también el principal deudor del Fondo y una aspiradora de deuda, por lo que es difícil que el staff del organismo primero y su directorio después estén dispuestos a volverle a prestar recursos que excedan el repago. Por eso la apuesta a todo o nada es, como ya se dijo mil veces, al eventual triunfo de un Trump benevolente con el país y su gobernante. Si bien los vencimientos de capital, gracias a la prórroga conseguida por Martín Guzmán entro del Acuerdo de Facilidades Extendidas firmado en 2022, operan recién en 2026, el apuro del oficialismo es porque el Acuerdo vence a fin de año y es la oportunidad de negociar uno nuevo que incluya fondos frescos. El detalle, siempre los detalles, es que, como se sabe, el Fondo no presta sin condicionalidades, a la cabeza de las cuales siempre está devaluar.
El último informe de la consultora PxQ recorre los Acuerdos de Facilidades Extendidas más recientes firmados por el FMI. Son los casos de Egipto en diciembre de 2022 y de Etiopía en julio pasado. Siguiendo la tradición del manual no escrito del organismo ambos acuerdos supusieron las mismas medidas centrales. 1) liberación del mercado cambiario, pero con regla de intervención estricta 2) salto devaluatorio y 3) súper tasa de interés. La síntesis, según el análisis de la consultora, es que “la llegada de financiamiento quedará sujeta a la implementación de una unificación cambiaria, eliminación de controles de la cuenta comercial y de capital, implementación de reglas claras de intervención y política monetaria contractiva (suba de tasa de interés) para contener el efecto inflacionario”. Nada muy parecido al actual programa libertario