El canciller alemán Olaf Scholz (SPD) inició el pasado sábado su primer viaje a Sudamérica. En su periplo diplomático y comercial estuvieron Argentina, Chile y Brasil, donde viajó acompañado por una delegación económica que se reunió con empresarios de los tres países anfitriones.
La región, de interés para el país europeo por sus yacimientos de materias primas, como el hierro, el cobre, el zinc, el plomo y, sobre todo, litio, tuvo al canciller de visita durante cuatro días. La gira tuvo un cierre algo incómodo cuando en la conferencia de prensa que puso término al recorrido Scholz y el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, discreparon sobre los términos en que se referian al conflicto en Ucrania, entre la OTAN y Rusia, a punto de cumplirse un año del inicio de la operación militar especial rusa.
Justamente, este fue uno de los temas que el canciller traía en su agenda, sumado al tratado de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur, que después de más de dos décadas de negociaciones, fue anunciado en 2019 con el impulso de gestiones de Mauricio Macri y Jair Bolsonaro, pero que aún no ha sido ratificado.
En Argentina lo recibió el presidente Alberto Fernández. Se trató del tercer encuentro presencial entre ambos en los últimos 8 meses -antes se habían reunido en Alemania en mayo y junio de 2022- donde discutieron sobre la provisión de energía argentina, entre ellas el hidrógeno verde, gas y litio. Berlín esperaba prestar asistencia técnica a Buenos Aires para modernizar la industria del mineral y, en última instancia, garantizar el suministro de este recurso estratégico a Alemania. Así lo indican las declaraciones del presidente argentino: "Hablamos también de las condiciones que la Argentina ofrece para el futuro en materia energética, hablamos del gas que tenemos en Vaca Muerta, hablamos de nuestros yacimientos de litio, de nuestra producción de hidrógeno verde...todas energías renovables que a Europa y a Alemania puntualmente le interesan".
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Argentina cuenta también con ricos yacimientos de gas, por lo que podría volverse un interesante proveedor tras el quiebre con Rusia, debido a las tensiones por la guerra. Alemania ha provisto a Ucrania con gran cantidad de armas. Solo durante los primeros cuatro meses del conflicto el gobierno germano informó que entregó a Kiev 3.000 proyectiles anti-tanque, 100.000 granadas de mano, 2.700 cañones antiaéreos, 500 misiles antiaéreos Stinger, 100 ametralladoras y 16 millones de cartuchos. A lo que sumó 23.000 cascos de combate, 178 vehículos de motor, 1.200 camas de hospital, un hospital de campaña. Sin contar el innumerable equipamiento que proveyó durante el resto del año de enfrentamiento bélico. Como respuesta, la empresa rusa Gazprom redujo el envío de gas al país germano, comenzando en junio con una reducción de 50% (aduciendo razones técnicas), y continuando la reducción de forma progresiva hasta detenerse por completo a finales de agosto.
Chile, que fue el segundo destino del canciller, también dispone de grandes reservas del mineral, junto con Bolivia. Estos tres países, que conforman el “triángulo del litio”, concentran más del 50% de las reservas globales disponibles del “oro blanco”, indispensable para la transición energética en ciernes. Mientras estuvo en Santiago, Chile y Alemania firmaron un acuerdo de cooperación en el sector minero entre la Corporación Nacional del Cobre (Codelco), y la metalúrgica Aurubis, cuya sede se encuentra en la ciudad de Hamburgo, entre otros varios acuerdos de cooperación. El presidente Gabriel Boric anunció en su cuenta oficial de Twitter: “Concretamos agendas de trabajo y colaboración en temas importantes como las energías limpias, tecnología e innovación, capacitación minera y más inversión en Chile”. Respecto de la industria del litio, Boric había anunciado que su gobierno está trabajando en “crear una empresa nacional de litio”, ya que "Chile tiene todo el derecho y el deber de poder ser partícipe de lo que genere esta industria y lo vamos a hacer mediante una exploración y explotación estatal".
El viaje, que terminó con la visita a Brasil donde Scholz mantuvo una reunión con el presidente Luiz Inácio Lula da Silva el 30 de enero en el Palacio del Planalto, implicó también el debate sobre la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU. Los dos países acordaron intensificar el trabajo del G4 a favor de la reforma del organismo que incluye su ampliación, con el objetivo de que ambos tengan asientos permanentes en una mesa ampliada.
Por su parte, el lobby económico de determinados sectores, llevó a la Confederación Nacional de la Industria (CNI) de Brasil, la Federación de Industrias Alemanas (BDI, por sus siglas en alemán) y la Comisión Alemana de Industrias para América Latina (LADW, en alemán) a entregar a Lula y Sholz una declaración conjunta con cinco prioridades del sector empresarial. Entre las medidas se exigió concretar el Acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur. "La CNI, la BDI y la LADW exigen una rápida conclusión de las negociaciones, desalentando la reapertura de discusiones sobre los capítulos comerciales", "Creemos firmemente que, una vez en vigor, el acuerdo será fundamental para aumentar aún más el comercio bilateral, facilitando el intercambio de bienes y servicios de mayor valor añadido, así como favorecer inversiones de vanguardia entre ambas partes del Atlántico", declararon en un comunicado oficial.
Las entidades también pidieron a Lula avanzar en el proceso de adhesión de Brasil a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). La declaración también enumera como prioridad abordar temas como la descarbonización, la ciberseguridad y promover iniciativas bilaterales para la digitalización y la Industria 4.0.
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En un contexto internacional de crisis, transición energética y digitalización de la economía, mientras el Banco Mundial vaticina un escenario de recesión económica generalizada luego de la pandemia del COVID-19 y la guerra en Ucrania, la gira del alemán por nuestra región despierta al menos una serie de preguntas que no pueden pasarse por alto.
La apertura arancelaria prácticamente irrestricta que plantea el actual texto del Acuerdo de Asociación Mercosur-UE que se firmó el 28 de junio de 2019, según el cual tanto Brasil como Argentina, Uruguay y Paraguay se comprometían a eliminar el 91% de los actuales costos de aranceles en las fronteras a los productos europeos, y la UE haría lo mismo con el 95% de sus líneas arancelarias podría obstaculizar el necesario camino de reindustrialización que deben emprender Brasil y Argentina, para recuperarse de las gestiones neoconservadoras de Jair Bolsonaro y Mauricio Macri. La pregunta obligada por las condiciones en que el acuerdo interregional puede avanzar, es la que de alguna manera quedó vedada durante la gira del canciller.
Así mismo, no es menor considerar las condiciones en las que Europa (en este caso Alemania, que si bien es el país más industrializado del continente es también parte de la franja europea más debilitada a partir del conflicto con Ucrania), golpea las puertas de Latinoamérica.
Paradójicamente, Alemania padece hoy las consecuencias de la estrategia militar estadounidense, de la que Ángela Merkel intentó construir cierta independencia en su proyección de la Unión Europea como proyecto estratégico, con crecientes grados de autonomía respecto del proyecto agloamericano. La asunción de Scholz y las iniciativas llevadas adelante por Biden lograron reencauzar a Alemania y la conducción europea hacia la estrategia atlantista, cuyas consecuencias impactan de lleno en los países del viejo continente.
Estas dimensiones dan que pensar respecto de las oportunidades del bloque latinoamericano, para la negociación de acuerdos ante una Europa desgastada y desabastecida.
La crisis abre un momento de oportunidad para nuestra región, que tiene la posibilidad de construir un bloque político fuerte e integrado para negociar con el mundo aquello que éste necesita y que Latinoamérica puede ofrecer, generando industrias integradas que agreguen valor y dejen un saldo de soberanía económica y política a la región. El otro camino es el que ya hemos conocido, de apertura comercial, reprimarización de la economía y subordinación política en favor del “primer mundo”. La posibilidad de avanzar en un camino soberano depende en gran medida de la agenda y el programa que puedan construir las organizaciones populares y la presión que puedan ejercer sobre los gobiernos para llevarlos adelante.