En el espacio de la política, Perón aplastó electoralmente a Spruille Branden a mediados del siglo pasado, pero habrá que concederle a la diplomacia de los Estados Unidos una victoria triste pero efectiva en el largo plazo, que es allí donde el Papa Francisco, en su exhortación apostólica “Evangelii Gaudium”, dice que hay que vencer.
La asociación del peronismo con el nazismo, promovida desde el Libro Azul que editó el Departamento de Estado a principio de los ‘40 para sabotear la candidatura del entonces joven general y justificar la Unión Democrática, sigue siendo un estigma del que todavía se habla como si tuviera algo de cierto.
La Argentina peronista como paraíso de jerarcas nazis es una tesis fundada en una operación que, así como sobredimensiona algunos casos aislados que efectivamente ocurrieron, escamotea un dato fundamental de la historia: Estados Unidos le debe la Luna a los nazis.
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O, mejor dicho, al ingeniero aeronáutico, afiliado al NSDAP (el partido de Hitler) Wernher von Braun, padre del cohete V2, fabricado con mano de obra esclava judía, que la Alemania “nacional-socialista” utilizó para asesinar a miles de personas en Londres y Amberes.
Von Braun trabajó para el Tercer Reich y para las SS, y cuando terminó la Segunda Guerra fue reclutado por los Estados Unidos, que lo designó primer director de la NASA en 1950. El mismo diseñó el vehículo de lanzamiento Saturno V, clave en la llegada a la Luna.
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Pero Von Braun no fue el único científico nazi reclutado por Washington en aquellos años. Hubo otros 125 que fueron a prestar servicios a la base de Fort Bliss, en Texas, mediante una operación secreta bautizada “Paperclip”.
No son menos nazis los nazis que recalaron en Estados Unidos que los que llegaron a la Argentina. Sin embargo, en algunos círculos académicos o en ciertos ámbitos culturales, a veces incluso progresistas, donde el antiperonismo en sus diferentes graduaciones se ha vuelto un código de etiqueta, se practica la sinonimia entre peronismo y nazismo que el malicioso Braden sembró en la esfera pública hace ya 75 años.
Sin embargo, estos mismos grupos le asignan menos relevancia o gravedad a episodios y personajes que sitúan al antisemitismo en otros espacios políticos, omitiendo incluso que el nazismo tenía seguidores en nuestro país antes de la existencia del propio peronismo.
Por caso, 20 mil nazis se reunieron en 1938 en el Luna Park para celebrar la anexión de Austria dispuesta por Hitler, entre ellos, Manuel Fresco, gobernador de Buenos Aires, radical antipersonalista, invitado junto a su ministro de Gobierno, Roberto Noble, el fundador del diario Clarin.
Nadie medianamente informado en Argentina ignoraba la persecución antisemita desatada por el régimen vivado fervorosamente en un acto llevado a cabo a escasos metros de la Casa Rosada.
Menos todavía, el canciller argentino, también radical “antipersonalista”, José María Cantilo, quien a través de una circular secreta, la número 11/38, ordenó a todas las embajadas y consulados argentinos en el mundo que rechazaran el visado a inmigrantes judíos que pretendían asilarse en nuestro país huyendo del nazismo.
Esto fue en julio de aquel año. Cuatro meses después, Hitler ordenó una campaña coordinada de ataques a instituciones, persecuciones y asesinatos de personas judías en la que se conoció como La Noche de los Cristales Rotos (la Kristallnacht).
Tal vez haya que introducir una nota aclaratoria: la UCRA (el radicalismo antipersonalista) fue un desprendimiento de la UCR, que cuestionaba la figura de Hipólito Yrigoyen, pero cuyos militantes seguían autopercibiéndose radicales “democráticos”.
Junto al Partido Demócrata Nacional y el Socialista Independiente, y con el Yrigoyenismo proscripto, formaron la Concordancia que llevó a Agustín P. Justo a la presidencia primero, y más tarde a Roberto Ortiz, de quien Cantilo fue canciller. Todos ellos responsables del “Fraude Patriótico” y la Década Infame.
En un acto de enorme simbolismo, un presidente peronista, Néstor Carlos Kirchner, mandó a su canciller Rafael Bielsa a derogar la circular antisemita del radical “democrático” Cantilo, el 7 de junio de 2005.
Pero Waldo Wolff todavía no se enteró.