Salud, un ministerio rector

30 de mayo, 2022 | 13.26

Cuando Perón en 1945 le decía al Dr. Carrillo, "Mire Carrillo, me parece increíble que tengamos un Ministerio de Ganadería que se ocupa de cuidar a las vacas y no haya un organismo de igual jerarquía para cuidar la salud de la gente", y creaba el Ministerio de Salud de la Nación, nombrándolo como nuestro primer ministro no creo se hubiese imaginado que 77 años después la oposición partidaria fuera a una campaña con el lema de cerrar, entre otros, el ministerio de Salud de la Nación.

Durante la historia de nuestro país desde 1945 el ministerio de Salud fue cerrado en tres oportunidades, dos de ellas por gobiernos militares (1955 y 1966) y una vez en democracia, durante el gobierno de Mauricio Macri.

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El modelo de salud argentino es un sistema fraccionado. Para empezar, es federal, desde 1853 ya que las Provincias no hemos delegado a la Nación el control de la salud. Es decir, cada una de las 24 provincias tiene autonomía para manejar su propio sistema. Además, hay que sumarle la autonomía de las municipalidades y sus propios estatus constitucional desde 1994.

El financiamiento del sistema es fraccionado. Por un lado, el sistema público de salud se financia desde rentas generales de las provincias, encargándose de los efectores públicos, hospitales, centros de atención primaria, servicios de emergencias y traslados, evacuaciones aéreas, el control epidemiológico de vigilancia, monitoreo, alerta, campañas de promoción de salud y prevención primaria.

Por otro lado, los trabajadores registrados aportan a un sistema de financiamiento dividido en obras sociales sindicales, nacionales, provinciales, universitarias, de las fuerzas armadas, y otras que -en general- dirigen este financiamiento a efectores de salud privados y, en raras ocasiones, a efectores propios en ciudades grandes del país. Y un pequeño número de habitantes del país además tienen seguros privados de salud (prepagas) que también orientan sus prestaciones a efectores propios o privados. No debemos olvidar a la obra social más grande del país, el PAMI, que también contrata efectores privados generalmente y en lugares donde no hay lo hace con los públicos, incluso ha construido algunos efectores propios.

Este fraccionamiento es un desafío permanente de coordinación. Las OOSS sindicales y las prepagas nacionales están controladas por la Superintendencia de Servicios de Salud. Pero el resto de la seguridad social, no. Y las federaciones de estas instituciones buscan esta coordinación en forma permanente.

El Ministerio de Salud de la Nación, en conjunto con los ministerios provinciales en reuniones periódicas del COFESA, intenta coordinar el trabajo jurisdiccional y eficientizar la respuesta sanitaria. Ese rol de rectoría es fundamental en un sistema tan fraccionado.

La pandemia de Covid19 ha sido un claro ejemplo de esto. Al inicio de la misma supimos que las camas de terapia intensiva disponibles eran menos de la mitad de las que íbamos a requerir. Convertir camas de internación en camas de terapia intensiva requiere tecnología y recursos humanos especializados. El rol rector del ministerio de Salud de la Nación permitió que estos insumos estratégicos se distribuyeran con criterio sanitario.

Sin el Ministerio los respiradores hubieran terminado en las provincias más ricas y no en las más menos equipadas. Lo mismo con los monitores, los medicamentos críticos, incluso el recurso humano de apoyo  que recorrió la Argentina apoyando a las distintas jurisdicciones. Los últimos registros de exceso de mortalidad durante los años pandémicos, muestran que el sistema de salud argentino pudo responder a la catástrofe con una efectividad que muchos países del primer mundo no tuvieron.

Es indignante escuchar a algunos “comunicadores” que subidos a la enorme pérdida de más de 130.000 muertos por Covid19 quieren responsabilizar al sistema de salud argentino y no reconocer la opción contra fáctica de lo que hubiera pasado sin las medidas que se tomaron por ese sistema que critican y que solo requiere una mirada seria internacional y regional.

Demos algunos ejemplos de la tarea que hoy hace el ministerio de Salud de la Nación:

El programa Remediar es un programa de entrega de botiquines de medicamentos esenciales para el primer nivel de atención de la Argentina, su elaboración, licitación, compra y logística de distribución corre por cuenta del ministerio de Salud de la Nación. En todo el país, 8042 centros de atención primaria los reciben. En el año 2021 se realizaron 10 entregas regulares de botiquines, que implicaron la distribución de 149.482 botiquines y 30.3 millones de tratamientos. El precio de venta al público de esta transferencia asciende a 15,5 mil millones de pesos; es importante destacar que los costos de adquisición para el Programa de todos esos tratamientos representan el 18% del valor de venta al público.  Desde su lanzamiento, con el Dr. Ginés Gonzalez García, el programa sólo tuvo severos problemas de distribución que vieron peligrar su continuidad en la gestión del gobierno de Macri cuando el ministerio había dejado de ser ministerio.

El programa ampliado de inmunizaciones, es decir el programa de vacunación en la Argentina, es uno de los más amplios del mundo y sin duda el mejor de la región. Más de 20 vacunas para todas las edades y condiciones de salud se distribuyen y colocan en forma obligatoria y gratuita en todo el país, eso sin contar además las vacunas contra el Covid19 que desde ya han duplicado la inversión en este tema. Una ley garantiza que la compra de las vacunas es responsabilidad del ministerio de Salud de la Nación. Sin esta claridad legal la Nación podría decidir no comprar las vacunas y que las provincias deban acceder a las vacunas según su posibilidad de pago y de lobby, generando seguramente más inequidades insostenibles en un mismo país.

La compra de vacunas para prevenir el Covid19 fue un desafío para los países del mundo. La falta de certezas de la calidad, la falta de cantidad suficiente de vacunas para todos, el precio de las mismas, las exigencias, muchas veces leoninas de la industria farmacéutica, generaron graves problemas al momento de reservar y comprar estos insumos que permitieron salvar tantas vidas. A pesar de las ideas de algunos gobernadores de comprar vacunas como si fueran “Estados subnacionales”, la única manera de conseguirlas fue con compras centralizadas por país. La presencia de un ministerio de Salud nacional fue clave para ello. Esa lección por sí misma debiera hacer pensar a quienes otra vez quieren desguazarlo con el objetivo, no demostrado, de ajustar las cuentas públicas.

Quienes nos dicen hoy que no se requiere ministerio de Salud nacional, no viven en zonas periféricas de la Argentina, tienen seguridad social o prepaga privada con planes de salud de cobertura generosa y descuentos amplios para los medicamentos en farmacia.

Son los mismos que frente a la falta de vacunas en el gobierno anterior decían que las vacunas para Meningococo “eran muy caras” y no las compraron, dejando a miles de niños sin esa vacuna de calendario en el país.

Son los que nunca se preocupan por una evacuación sanitaria porque viven a cuadras del Obelisco y de los centros de salud más prestigiosos del país.

El sistema de salud argentino requiere, sin dudarlo, de un ministerio rector que además se encargue de encarar una reforma sanitaria que siga bregando por la equidad en el acceso, la calidad en la prestación, la eficiencia en las inversiones. Los cantos de sirenas de los ajustadores de siempre no deben seducirnos y mucho menos callarnos.

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