Finlandia y Suecia han decidido dar un giro radical a su tradicional política exterior de neutralidad y solicitaron formalmente su ingreso a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Nadie duda de que la orden a las naciones escandinavas partió de Washington. El plan era casi perfecto; luego del bloqueo económico y del variado menú de sanciones (más de 5.600) contra Moscú; luego de la censura a los medios rusos y la multimillonaria ayuda en armas para las tropas ucranianas; el ingreso de Finlandia y Suecia a la alianza militar en plena escalada bélica era como mínimo una nueva provocación al Kremlin y como máximo (en los supuestos del Pentágono) el cerco necesario para seguir ahogando a Rusia.
Pero Turquía bloqueó la iniciativa. Cuando los representantes de la OTAN estaban reunidos en Bruselas para anunciar la adhesión de Finlandia y Suecia, Turquía (que es miembro de la OTAN con el segundo Ejército en importancia después del de Estados Unidos) detuvo la votación. “Ahora es improbable que, en los próximos quince días, se apruebe el ingreso”, aseguró el secretario general del organismo, Jens Stoltenberg, al diario británico Financial Times.
Según el Kremlin, Suecia con 10 millones de habitantes y Finlandia con 5 millones no son un peligro para el gigante ruso, a pesar de que Finlandia comparte 1.300 kilómetros de frontera con Rusia. La ampliación de la OTAN en el límite norte “no suponen una amenaza inmediata”, dijo el presidente ruso Vladimir Putin. “Es un problema creado artificialmente en interés de Estados Unidos. La OTAN se ha convertido en un instrumento de política exterior de un solo país, lo que exacerba una situación internacional que ya era difícil”.
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El vocero del Kremlin, Dmitri Peskov, agregó que la decisión finlandesa podría encontrar “una respuesta simétrica del lado ruso: nuestras reacciones dependerán de cómo se desarrolle la expansión de la OTAN y de la medida en que la infraestructura militar se acerque a nuestras fronteras”. Lo más probable es que Moscú revise su política hacia esa región; la situación en el Artico y la Ruta Marítima del Norte, además de realizar cambios en el intercambio energético, las exportaciones, el turismo y los contratos laborales.
El vicepresidente de Consejo de Seguridad, Dmitri Medvedev, ya lo había precisado a mediados de abril: si Suecia y Finlandia se unen a la OTAN, Rusia tendría que fortalecer sus fuerzas terrestres, navales y aéreas en el Mar Báltico. El dirigente no descartó, incluso, el despliegue de armas nucleares y misiles hipersónicos en el enclave de Kaliningrado, un territorio separado de Rusia que está situado entre Polonia y Lituania.
¿Puede haber riesgo de guerra nuclear?
“La única circunstancia en la que es probable que una gran potencia utilice armas nucleares – analizó el conocido cientista político John Mearsheimer de la Universidad de Chicago- es cuando su supervivencia se ve amenazada, cuando cree que se le está infligiendo una derrota decisiva.” Y advirtió: “La administración Biden está empeñada en infligir una derrota decisiva a Rusia. Estamos amenazando su supervivencia (…) Creo que deberíamos hacer todo lo posible para asegurarnos de no ponerlos en una posición en la que se permitan el uso de armas nucleares.”
Cuando en abril, a un mes del conflicto, se estancaron las negociaciones de paz y escaló la guerra (sobre todo a partir del envío masivo de armas occidentales a Ucrania). el canciller ruso, Serguei Lavrov, aseguró que Rusia estaba queriendo prevenir la guerra nuclear a toda costa. “Esa es nuestra clave, es la posición en la que basamos todo. Los riesgos son ahora considerables. No quisiera elevar esos riesgos artificialmente. A muchos les gustaría eso. El peligro es grave, real, y no debemos subestimarlo.”
Quince días después, el pasado 8 de mayo, Dmitri Rogozin, el jefe de la agencia espacial rusa, mandó un mensaje más contundente: "La OTAN está librando una guerra contra nosotros. No lo anunciaron, pero es obvio para todos.” Y advirtió: “En una guerra nuclear, los países de la OTAN serán destruidos por nosotros en media hora.”
En este contexto, el pedido de Suecia y Finlandia incrementa las tensiones. Según el profesor Borís Mezhúev de la Universidad Estatal de Moscú, “los países escandinavos no temen realmente una invasión de Rusia. Creo que esos países ven que se está formando un bloque interno de Occidente en la OTAN, sienten la presión de Estados Unidos que les reclama un papel y probablemente tengan miedo de quedarse fuera del 'gran juego’. La neutralidad de Finlandia después de la Segunda Guerra Mundial fue una suerte de pago a la Unión Soviética por el hecho de que Moscú le perdonó el hecho de que Helsinki haya luchado del lado de la Alemania de Hitler durante la mayor parte de la guerra. Después de eso, se le dio el estatus de Estado neutral y convivió amistosamente con Moscú. Rechazar hoy esa neutralidad es un mensaje de mayor lealtad a Washington, pero en mi opinión es un gran error histórico. Las relaciones bilaterales ya no serán tan amistosas después de esto”.
Con el reciente veto de Turquía se derrumba por el momento el plan de Estados Unidos de expandir la OTAN. El ingreso de un nuevo país debe contar con el aval de todos los miembros y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, advirtió desde el primer momento que su gobierno no iba a decir “sí” a naciones que “apoyan a los terroristas que amenazan la seguridad de nuestro país”, en referencia al apoyo escandinavo a los militantes del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK, proscrito como terrorista en Turquía). Erdogan les pidió directamente a las delegaciones finlandesas y suecas “que no se molestaran” en tratar de convencerlo.
La impugnación de Ankara –que busca fortalecer su voz en el plano internacional- será un fuerte cimbronazo en el interior de la OTAN. Estados Unidos soñaba con llegar a la reunión del mes que viene (junio) en Madrid con dos nuevos miembros en la alianza. En esa cumbre se espera aprobar “un nuevo concepto estratégico atlantista”. Pero a la negativa de Turquía se suman las tensiones internas entre varios miembros. Mientras Polonia y los bálticos reclaman más despliegue de tropas en sus territorios, Francia e Italia piden calma. El presidente de Francia Emmanuel Macron se ha pronunciado en contra de una medida ofensiva e insiste en la vía de la solución negociada.
La apuesta norteamericana a la guerra total ha encontrado un escollo. Las acciones, no obstante, siguen en marcha. Lo deseable: que los países de Europa, los más expuestos a las consecuencias de la guerra, tengan un rayo de sensatez y busquen algún tipo de equilibrio para la seguridad de todos.