El próximo 5 de noviembre tiene lugar la elección presidencial de EEUU entre Kamala Harris y Donald Trump, evento que concentra la atención global, regional y local. Desde Argentina, la opinión pública discute ese tema desde una visión en la cual una victoria de Trump beneficiaria al gobierno de Javier Milei, basándose en la simpatía y apoyo público de este último hacia el candidato republicano, una supuesta diferencia ideológica irreconciliable con los demócratas y en la experiencia del gobierno de Mauricio Macri, donde el entonces presidente Trump había habilitado el financiamiento del FMI al país a partir de su relación con el entonces presidente argentino, dando a pensar que un Trump presidente, nuevamente habilita financiamiento para el país y una mejor relación con los EEUU. Sin embargo, este análisis desatiende la estrategia global y regional estadounidense, el lugar ocupado por la Argentina dentro de dicha estrategia y la relación establecida entre el gobierno libertario y la administración demócrata de Joe Biden.
En primer lugar, desde el final de la “Guerra Fría”, los EEUU han mantenido un desinterés relativo para con nuestra región, centrándose a partir del siglo XXI en Medio Oriente, Europa del Este y el Indo-Pacifico, en la búsqueda de mantener su hegemonía global unipolar e impedir el ascenso de nuevas potencias y con la consolidación de un bloque euroasiático de países. Con respecto a Latinoamérica, la estrategia de EEUU sigue a grandes rasgos los designios de la “Doctrina Monroe” y el “Destino manifiesto”, estos son mantener la hegemonía hemisférica sobre el continente y evitar la interferencia de potencias extra-regionales dentro de una zona considerada de influencia exclusiva norteamericana, la cual es considerada como “patio trasero”. Estos objetivos han sido mantenido tanto por republicanos como por demócratas.
Por otro lado, la coyuntura actual con respecto a la región se encuentra marcada por la preocupación de EEUU por el crecimiento de la influencia de China y la “Guerra Comercial” desatada por Trump a partir del 2016, la cual tuvo como objetivo detener el ascenso global chino, disciplinar y renegociar aliados, relocalizar industrias, disminuir el déficit comercial y recuperar empleos industriales, mediante la instalación del proteccionismo económico. Por su parte, el gobierno de Biden mantuvo dicha preocupación y decidió continuar con la Guerra Comercial iniciada por Trump, lo que muestra un acuerdo en los objetivos estratégicos regionales entre demócratas y republicanos, como representantes de bloques de poder hegemónicos enfrentados y en disputa hacia el interior de los EEUU.
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El asunto de fondo para con Latinoamérica es reconfigurar las alianzas regionales para detener a los adversarios extrarregionales, inhibiendo su acceso a los “bienes comunes globales” o regiones claves. En otras palabras, recuperar el espacio y el predominio en el desarrollo económico de la región y evitar que este espacio geográfico sea absorbido por la presencia de China y Rusia. Este es el lugar ocupado por nuestro país y región en la estrategia estadounidense.
Es bajo esta lógica que el gobierno demócrata de Joe Biden establece relaciones con la administración de Javier Milei, independientemente del alineamiento político de este último con Trump y de los insultos propinados por el libertario hacia el Partido Demócrata y el presidente Biden antes de asumir el gobierno argentino. Al priorizar sus objetivos estratégicos, la administración de Biden dio un apoyo abierto al gobierno argentino y sus reformas, lo cual incluyó múltiples visitas de funcionarios norteamericanos como Antony Blinken, Secretario de Estado, Kevin Sullivan, Subsecretario para el Cono Sur de Asuntos del Hemisferio Occidental y Laura Richardson, Generala del Comando Sur, entre otros. Al mismo tiempo, decidió interceder a favor del gobierno argentino frente al FMI, al desplazar a Rodrigo Valdes, director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, de las negociaciones de deuda con Argentina, como también frente al juicio por YPF que tramita en Nueva York pidiendo el aplazamiento del fallo del mismo, demostrando que el gobierno estadounidense guía su relación con la Argentina basándose en sus objetivos estratégicos.
Por su parte, Javier Milei buscó relacionarse con el gobierno de Biden subordinandose de forma sumisa y dependiente dentro a la estrategia estadounidense, dejando fuera su alineamiento político con Trump y su predilección por la facción conservadora del capital global asentada en Silicon Valley y representada en Elon Musk. Esta relación evidencia la posición del gobierno libertario frente a EEUU y el mundo, la cual se encuentra guiada, como explica Luciano Anzelini, por un occidentalismo dogmático, una desnacionalización estratégica y un alineamiento sobreactuado.
Por un lado, este dogmatismo occidental, se traduce en un alineamiento inquebrantable con sectores conservadores de EE.UU., una sobreideologización rígida y acrítica de la política exterior, la anteposición del dogma al interés nacional, el abandono de la propia región y un desinterés en los asuntos estratégicos del mundo. De esta manera, la administración de Milei se posiciona como una “correa de transmisión” de las decisiones tomadas en la Casa Blanca a través de esfuerzos sobredimensionados para complacer a Washington e insertarse en el mundo bajo una lógica de “guerra fría” que ya no existe.
En materia de defensa nacional y seguridad se está llevando a cabo una desnacionalización estratégica, mediante el cumplimiento de la doctrina estadounidense para América Latina de convertir a las FFAA a tareas de seguridad interna, contribuyendo a su desprofesionalización y subordinandose a la política de seguridad global de EEUU. Esto pudo verse en el apoyo logístico de las FFAA a las Fuerzas de Seguridad en Rosario así como también en la presentación del proyecto que busca modificar la ley 24.059 de Seguridad Interior, teniendo como objetivo involucrar a las Fuerzas Armadas en la lucha contra el narcotráfico y la seguridad interna.
A su vez, la dimensión de la defensa se combinó con la disputa global en el momento que el gobierno nacional decidió adquirir 24 aeronaves del modelo norteamericano F16 de los años 80’ por sobre la oferta china de aviones nuevos JF-17 y la rusa de MIG-35, cumpliendo con el objetivo estadounidense de alejar la influencia de estos países sobre los países de la región en materia de defensa. A esto hay que agregar la visita extraoficial de integrantes del Departamento de Estado de EEUU y empresarios del sector armamentístico a la empresa Fabricaciones Militares, lo cual se vincula con el anuncio de su privatización y con una posible compra por parte de la empresa checa CSG Defence, compañía que estableció vínculos con el gobierno y produce armamento que en última instancia se destina a Ucrania. Esto convertiría a una empresa argentina y al país en productor de armamento para la OTAN.
Sobre esta lógica de disputa global tiene asiento la firma del Memorándum de Entendimiento entre la Agencia Nacional de Puertos (AGN) y el Cuerpo de Ingenieros del Ejército Estadounidense, habilitando la presencia norteamericana en la mal llamada Hidrovía Paraná-Paraguay, así como también anuncio hecho por el presidente argentino del desarrollo de una base naval integrada en Ushuaia, la cual, en palabras de Javier Milei, constituirá a los dos países como la puerta de entrada a la Antártida, lo cual garantizaría la presencia estadounidense en un punto estratégico clave de cara al futuro como lo es el continente antártico.
En cuanto a las posiciones internacionales tomadas y la participación en organismos multilaterales, el gobierno de Javier Milei realizó actuaciones sobre-exageradas de alineamiento irrestricto con EEUU y el “eje occidental”, comprometiendo el desarrollo estratégico nacional y las posiciones históricas mantenidas por el país durante décadas. El hecho más resonante que ejemplifica esta postura fue la renuncia a la incorporación a los BRICS, decisión que se pone en línea con la estrategia de EEUU de evitar el ascenso y consolidación de un bloque que pueda disputar su hegemonía global y niega a la Argentina la posibilidad de tener una silla en una mesa de tal envergadura y una posible fuente de financiamiento en medio de una crisis económica sin precedentes. Al igual que Macri, la administración libertaria no midió los costos del distanciamiento con China, obligando luego a replantear la relación y buscar un acercamiento, lo que incluirá una visita de Milei a Pekín.
Teniendo en cuenta la disputa global entre EEUU y China, puede entenderse el encuentro llevado a cabo por la ex-canciller Mondino con representantes de la isla de Taiwán, tensando la relación con el gigante asiatico y comprometiendo la posición internacional histórica de “una sola China” a la que Argentina adscribe. Es también en este marco que el gobierno nacional decidió iniciar una inspección en la base espacial china en Neuquen y la negativa por parte de Milei de firmar los contratos para la continuidad de las dos represas en Santa Cruz a cargo de la firma china Gezhoub.
A su vez, en línea con el alineamiento automático con EEUU también se inscribe el ingreso al Grupo de Contacto de Defensa de Ucrania (Grupo Ramstein), el cual coordina, a nivel de los ministros de Defensa de la OTAN y sus aliados, las acciones concretas para apoyar militarmente a Ucrania, completado con participación en la denominada Cumbre Global por la Paz en Bürgenstock (Suiza) donde el presidente mantuvo una bilateral con su par ucraniano Zelensky. Esto implica una ruptura de la posición histórica de neutralidad argentina al incorporarse a un conflicto completamente ajeno a los intereses nacionales por el hecho de alinearse con EEUU.
Otra posición histórica que fue discontinuada por Milei fue el voto negativo en la ONU con respecto a la incorporación de Palestina como Estado independiente y la expulsión de la canciller Mondino a raíz del voto argentino en afirmativo por el fin del bloqueo económico a Cuba. Esto rompe con dos posiciones históricas del país, mantenidas ininterrumpidamente por diferentes gobiernos a lo largo del tiempo, para alinearse en los conflictos de EEUU.
En cuanto al posicionamiento regional, la inserción se refleja en la búsqueda de privilegiar a la OEA por sobre organismos como CELAC o UNASUR, evidenciada en hechos como la presentación junto a EEUU y otros países en la OEA de un intento de resolución contra los resultados electorales en Venezuela o la ausencia del presidente y la canciller Mondino en VIII Cumbre de la CELAC. Esto implica un alineamiento con organismos que históricamente se encuentran bajo influencia norteamericana y un desprecio o desinterés con organismos de carácter regional.
A la luz de estos argumentos, puede verse que los objetivos actuales de la estrategia republicana y demócrata en Latinoamérica son los mismos: mantener la hegemonía hemisférica y alejar la influencia de competidores de la región, principalmente de China y Rusia. Las políticas e iniciativas llevadas a cabo por Trump y Biden, con diferencias si se quiere metodológicas, van en este sentido, y es a través de esto que debe entenderse la relación establecida entre Javier Milei y EEUU.
El alineamiento público de Milei con Trump no modificó el apoyo del gobierno de Biden, siempre que el primero garantizó una adscripción estricta a la estrategia global y regional norteamericana. Del mismo modo, Javier Milei no escatimó en sobreactuar posiciones y llevar a cabo una subordinación irrestricta para con EEUU, lo que evidencia un alineamiento total por encima de quien ocupe la Casa Blanca. Lo que ha guiado al gobierno demócrata ha sido su estrategia global y regional, la cual posee en el fondo los mismos objetivos regionales que la republicana. Lo que ha guiado al gobierno de Milei, es la subordinación estratégica de los intereses nacionales al esquema norteamericano.
Este panorama rompe con el debate público de la conveniencia que revestiría un triunfo de Trump en las próximas elecciones para con el gobierno de Javier Milei. Esto es así, debido a que el país ya se encuentra inserto de forma subordinada a la estrategia norteamericana y es en base a esta que se relaciona con EEUU, un triunfo republicano no modifica la situación, ya que la sumisión se encuentra garantizada por el gobierno de Milei, acompañada del consecuente y reciproco apoyo total de Biden. Harris o Trump, el denominador común se mantiene: una Republica Argentina que ignora sus intereses nacionales para garantizar la hegemonía hemisférica de EEUU en su lucha global contra China.
Desde el Observatorio de Coyuntura Internacional y Política Exterior (OCIPEx) consideramos necesario para el país el establecimiento de una política exterior autónoma y soberana que busque relacionarse en pie de igualdad con todos los países del mundo, basándose en la multipolaridad y el respeto de la dignidad nacional. Es en base a esta doctrina que debe establecerse el relacionamiento tanto con EEUU y con China, en la búsqueda de reforzar la posición nacional y la autonomía de decisión en todos los ámbitos, aprovechando las oportunidad que otorga el mundo multipolar en ascenso desterrando cualquier tipo de dogma o doctrina que no se corresponda con la realidad global, regional y local.