Tarifas, inflación y "consistencia" en Cambiemos: entre el neoliberalismo, las marchas y contramarchas

21 de abril, 2018 | 15.28

Si se mira en perspectiva histórica, la política tarifaria de Cambiemos responde - como en otras áreas de gobierno - a una forma neoliberal de Estado, corriéndose de la relación entre lo político y económico, entre la realidad de la gente y el ¨mercado¨. Y esto no es nuevo.

¿Qué tienen de diferente esto a la liberalización económica en los 70´, al "sinceramiento" de precios, tipo de cambio, tarifas y quita de retenciones de Martínez de Hoz? ¿O a la apertura y desregulación de mercado en la larga década de 1990? Lo realmente preocupante es que sabemos hacia donde nos llevan, quienes pagan los costos del camino y la factura final de la fiesta una vez que termina. Y sabemos que termina.

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Algunos números. Entre fines de 2015 y abril de este año los aumentos nominales en las tarifas de gas natural oscilaron entre 400% y más del 900%, según rango de consumo, castigando en mayor medida a los segmentos medios - bajos. Facturas que hace poco más de dos años no llegaban a $200 hoy superan largamente los $1.000. Tendencias similares se dieron en otros servicios públicos, como la electricidad, donde los aumentos fueron aún mayores, llegando en algunos casos al 2.300%.

Según datos del ITE Abdala y el Observatorio de Tarifas de UMET, solo considerando el impacto de estos dos servicios sobre los ingresos laborales, nos dejan un salto abismal de menos del 3% a cerca de 15%, el cual se extiende a más del 43% si se incluyeran el resto de los servicios que afronta un hogar hoy en Argentina.

No es difícil de entender en este marco lo que está pasando. Menos ingreso real y peor distribuído explican a las claras no solo parte de los vaivenes del consumo y la demanda que se mantienen, la caída en la actividad de muchos rubros productivos PyMEs y la enorme caída del empleo industrial (que superó los 63 mil puestos de trabajo), sino también el malestar creciente en las calles a lo largo y ancho de nuestro país. Malestar al cual el gobierno decidió darle la espalda, negando el debate en la cámara de diputados y proponiendo alternativas como el pago en cuotas (con intereses), a todas luces una provocación más que una solución concreta al conflicto.

Además de la foto, la película

Lo que si es novedoso en esta nueva forma neoliberal de Estado son las fallas de consistencia en su propio modelo, abriendo interrogantes hacia dentro de un laberinto del que, aún a sabiendas que así vamos mal, podríamos salir peor.

El ajuste tarifario, así como la devaluación del peso y la quita de retenciones decididas por el gobierno, han sido y son los motores principales de una inflación que no da tregua, y sobre la cual el gobierno ensaya respuestas tan contradictorias como peligrosas. Se obsesionan con el fiscal mientras que el ajuste que imponen al gasto, y que afecta principalmente a quienes menos tienen, se les va por la canaleta de los intereses de una deuda que nadie sabe bien hacia donde va. O si. A financiar la fuga de capitales.

A esto último se suman las consecuencias que ya se ven en la estructura productiva, de donde debieran salir precisamente los ingresos genuinos con los que afrontar los pagos de la deuda. Durante el 2017 tuvimos un déficit récord entre lo que exportamos e importamos, superior a USD 8.500 millones, sobre una tendencia que se mantiene en los primeros meses de este año. Cae respecto al 2015 la producción en varias ramas intensivas en ingeniería y empleo. Se anuncia un récord de patentamientos de autos mientras que, como nunca, tuvo una participación del 70% en vehículos importados. Se perdieron ya más de 63 mil puestos de trabajo en el sector industrial, mientras que cerca de las dos terceras partes de los que se han creado son precarios. La subocupación y sobreocupación siguen altas, aumenta la informalidad, se estancan los salarios y los ingresos reales.

¿Y cual es la (aparente) paradoja de esta historia? A fines del 2017 teníamos (bien medido) el mismo déficit fiscal de 2015, aunque sobre la base de un modelo económico regresivo, que beneficia a los sectores de mayores ingresos, en detrimento de quienes menos tienen, sin garantizar ni de cerca una mínima consistencia en términos externos. Aún cumpliendo sus metas fiscales no tienen asegurado se estabilice la deuda externa, ni ahora ni en el 2020. Peor aún, nos tienen caminando sobre una cornisa en la que cuaquier sacudón del exterior te pone de frente al 2001.

Es en este marco donde debe entenderse la enorme responsabilidad que como oposición tenemos de cara al 2019, dejando atrás este neoliberalismo tardío que, como dice García Linera, se mueve dando manotazos ante la historia. Nos queda saber generar y canalizar nuevos sueños y esperanzas, una nueva utopía a partir de la unidad de quienes quieran forjarla, con un fuerte sentido programático, democrático y popular.

Ing. Agustin Rossi

Pte. Bloque de diputados nacionales FPV-PJ