La designación de Mauricio Macri para dirigir la fundación FIFA, producida durante la última semana, es un acontecimiento muy significativo para la política argentina. Claramente, el ex presidente intenta construir una plataforma global desde la cual lanzar y desarrollar su campaña para recuperar la perdida presidencia de la nación.
¿Qué es esa fundación? Se presenta como parte de una política de la federación dirigida a la ayuda a los futbolistas de los sectores de menos recursos en todo el mundo; promover el fútbol y la educación es lo que dice que se propone. ¿De dónde sacará los fondos para financiar esa ayuda? El periodista Cherquis Bialo ha afirmado, muy razonablemente, que esa plata se recaudará entre los interesados para esponsorear las actividades que la FIFA organiza. Estamos hablando del fútbol mundial, es decir de una maquinaria que en las últimas décadas ha adquirido un poder económico impresionante, sobre la base de generar una absoluta liberalización del mercado global de ese deporte y convertido su actividad en una de las fuentes de ganancias económicas y financieras más florecientes. El fútbol es un enorme negocio global, cuyos vínculos y ramificaciones han estado sistemáticamente enlazados con los grandes movimientos, legales e ilegales, del capital. Como tal, el fútbol ha multiplicado su influencia global y su aparato organizativo tiene una gran influencia en las políticas locales. Quien dude de esto, difícilmente pueda explicar de otro modo la presencia del presidente de la FIFA en la reunión del G20 de 2018 en Buenos Aires, invitado por el entonces presidente Macri. La dirección del fútbol mano a mano y a la par de los líderes mundiales.
Nadie conoce mejor que el ex mandatario argentino, las posibilidades políticas que abre el fútbol. Sin ese trampolín, difícilmente hubiera podido acercarse a las “ligas mayores” de la política argentina. Ahora bien, el fútbol pudo llegar a ocupar ese lugar por su extraordinario peso cultural a escala mundial. Y ese peso cultural nació, como sabemos en nuestro país, de su arraigo en los sectores populares: con una pelota que no siempre era de cuero, generaciones de argentinos hicieron de su práctica un rito social de insuperable potencia. El empresario supo siempre que su condición de tal era importante para ganar posiciones políticas, pero insuficiente para abrirle la entrada al mundo de las pasiones populares: Boca Juniors fue el eslabón de engarce entre la plata conseguida al calor del Estado y la popularidad.
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¿Por qué tiene importancia política nacional la designación de Macri en esa fundación? Para simplificar, podríamos decir que es por el mismo motivo por el que las más grandes empresas del mundo invierten sumas siderales para auspiciar eventos futbolísticos. Los espectadores televisivos de los grandes eventos internacionales del deporte se cuentan por cientos de millones. Los palcos oficiales de los torneos continentales y mundiales, suelen ser ocupados por presidentes de todo el mundo y otras “celebridades”; ahí pretende sentarse Macri muchas veces en los próximos años. Suena muy racional la afirmación de que ningún palco vip puede absolverlo de la experiencia desastrosa de su paso por la presidencia, pero hay que tener cuidado con la racionalidad.
Macri se retira inteligentemente del día a día de la política opositora y se coloca por encima de las duras batallas personales y posicionales que la recorren y que seguramente se acentuarán en la medida que se acerquen las fechas electorales. Hace poco, la “casualidad” hizo trascender declaraciones suyas en las que atribuye el fracaso de su gobierno a sus colaboradores. Razonablemente los dichos fueron interpretados en términos burlones y supuestamente demostrativos de un grado de imbecilidad del declarante. Pero no deberíamos olvidarnos que se trata del único intento explicativo conocido del fracaso. El hombre está diciendo que fueron las malas compañías las que frustraron su epopeya y que con otro “entorno” él puede llevarla a cabo. No le conviene embarcarse en el interior de la coalición desalojada del gobierno nacional; no puede ser un halcón en la oposición al gobierno porque lo obliga a mostrar un perfil antipático para la mayoría social que hoy alberga esperanzas en él. No puede ser una paloma de la reconciliación porque pierde atractivo sobre el núcleo más recalcitrante y con más capacidad de salir a la calle con muñecos y consignas provocadoras.
Macri piensa la política desde afuera hacia adentro y desde arriba hacia abajo. Como actor global y junto a otros actores globales puede fortalecerse como polo de atracción para un amplio auditorio social, muy propenso a la simpatía con los poderosos del mundo. Por supuesto, tal como lo adelantó en su primer mensaje después de la designación, él no se va de la política local. Seguirá “preocupándose” por ella y apoyando a su gente. Esto quiere decir que seguirá apoyando a los sectores más duros del Pro, en todo lo que requiera la tarea de desgaste del nuevo gobierno, pero sin dejar sus huellas digitales. Habrá que ver cómo resuelve la cuestión de su esperado desfile por los tribunales. Seguramente, se pondrá en el rol de víctima inocente y de personaje global maltratado por los populistas de su propio país.
Claro que todo esto no es mucho más que un globo de ensayo, al cual habrá que ir observando en la medida en que tome (o no) altura. El centro de la escena política lo ocupará el difícil tránsito a un país habitable que el nuevo gobierno empieza a protagonizar. Sin embargo, el viraje político-publicitario no debería ser subestimado. Por lo pronto, importantes figuras del mundo del fútbol argentino han repudiado la movida. La consideran una continuidad de las políticas desarrolladas por el personaje hacia el fútbol durante su experiencia de gobierno, signada por la presión a favor de la conversión de los clubes en sociedades anónimas y por la absoluta insensibilidad ante los daños producidos por su gestión en la vida de miles de clubes a lo largo y ancho del país. Por otro lado, la designación de Macri por parte de la conducción de la federación del fútbol mundial sin la mínima consulta a los referentes nacionales de la actividad constituye un comienzo problemático. Sería interesante, además, tratar de aprovechar esta situación para fortalecer, transparentar y democratizar la AFA, como modo de intervenir mejor en los asuntos regionales y mundiales del deporte.